EL INFIERNO DEL ACOSO


 

La sociedad tenía normalizada hasta cierto punto munchas conductas de violencia, acoso y abuso sexual. Unas mujeres pioneras fueron quienes con sus denuncias obligaron a ser conscientes de estos hechos tan dañinos. La historia real de una de ellas, la refleja la película, SOY NEVENKA, dirigida y escrita por Icíar Bollaín en colaboración con Isa Campo. Cuenta el caso de la concejal del Partido Popular en Ponferrada que sufrió acoso sexual por parte del alcalde Ismael Álvarez, por el que fue condenado y tuvo que renunciar a todos sus cargos. Se convertiría en el primer político condenado por este tema en España. La protagonista se tuvo que sobreponer a su propio partido y a la población de la ciudad en su contra. No se calló ante una situación injusta y violenta de abuso de poder contra ella que la llegó a ningunear y menospreciar cuando al principio fue elogiada por sus méritos.



Nevenka Fernández vivía en Madrid. Recientemente había terminado un máster y estaba haciendo las prácticas. Era una estudiante brillante de economía con veintiséis años. En una breve estancia en Ponferrada para visitar a sus amigas y a sus padres, empresarios bien relacionados, le presentan al alcalde de la ciudad. Este se fija en ella y le propone formar parte de la lista en las elecciones municipales, siendo elegida. A pesar de su juventud e inexperiencia como política, el regidor le nombra, Concejala de Hacienda y Comercio con dedicación plena y más salario. Al principio se la tiene en consideración, y pronto, el alcalde hace gala de su fama de mujeriego. Ella se resiste, no quiere tener más relación que la profesional y la amistad. Sin embargo, él la seduce hasta convertirla en su novia, cuando su mujer estaba enferma terminal de cáncer. 



En un momento dado, Nevenka le expresa al alcalde que no es adecuada su relación íntima, que ella sólo quiere tener como mucho amistad. En ese momento, éste le empieza a acosar, y en general, la corporación a ningunearla. No le avisan de las reuniones y le obligan a firmar los documentos, sin tener en cuenta sus opiniones. La toman como una incapaz e inútil para ser concejal. La situación entre ellos se deteriora al máximo hasta el punto que presenta su dimisión, aconsejada por sus padres y amigos. Pero Nevenka rectifica cuando el regidor le pide perdón. De todas las maneras, éste no respeta lo que ella quiere, y vuelve al acoso para tener sexo con ella, convertida en su amante. La protagonista, entonces, se refugia en su casa. Tiene miedo de encontrarse con el alcalde. Sus amigas al verla en un estado de ansiedad y pánico, le ayudan a salir de Ponferrada en dirección a Madrid, donde vive un amigo suyo.



En ese momento, decide tomar la decisión de denunciar a alcalde por acoso sexual. Para ello contratará un abogado de la capital, pues las redes clientelares y el apoyo que aquel tiene le impide hacerlo en Ponferrada. Apenas tiene pruebas, pues el acoso se había producido sin testigos, y además, sus compañeros de partido, jamás iban a declarar contra su jefe. Ella se da de baja laboral en el Ayuntamiento con un parte de una médico psiquiatra. Además, habla con la líder de la oposición del PSOE para que no convoquen la comisión de Hacienda y la hagan volver al consistorio. Un tiempo después realiza una rueda de prensa ante los periodistas donde comunica su intención de presentar la denuncia. El escándalo no se hace esperar y todo el mundo se pone en su contra declarándola culpable a ella. 



Nevenka llega al juicio oral sin apenas testigos, frente al poder y la influencia a todos los niveles de Ismael Álvarez en la sociedad, la política, y la judicatura de Castilla y León. Pero su testimonio, el de la verdad de los hechos será suficiente. Incluso, frente al fiscal, que la convierte en acusada, cuando es la víctima del caso. Ella obra por dignidad. Podía haberse callado. Irse sin llamar la atención. La ningunearon cuando estaba siendo acosada. Le llamaron inútil cuando era una profesional brillante. El machismo y el caciquismo en la ciudad de Ponferrada la doblegaron en principio. Ahora exige su reparación por el infierno que casi la destruye por completo. Al final el alcalde fue declarado culpable y tuvo que dimitir. A pesar que fue una condena mínima, la decisión de Nevenka, de hablar y denunciar,  le sirvió de ayuda a sí misma y a otras mujeres en su caso. Una pionera ante una lacra, de tal forma, que lo puso más difícil para que se repitiera.

MADRID EN LOS AÑOS 60


 

El Museo de Historia de Madrid presenta la exposición, MADRID AÑOS 60. LA MIRADA DE ALCOBA, que reúne un conjunto de 250 fotografías tomadas en aquella década por este fotoperiodista en su primera etapa profesional. Además se incluyen algunos objetos de su colección personal, publicaciones, vestidos, carteles y organillos para ambientar las imágenes. Antonio Alcoba empezó a trabajar muy joven como botones en el diario Arriba. José Pastor, fotógrafo del periódico le introdujo en este mundo que no abandonaría. Una trayectoria que le hace depender muchas veces de la aceptación por parte de los medios de sus instantáneas tomadas en la calle como free-lance. Sus imágenes aparecieron en otras cabeceras como Pueblo, Informaciones y en revistas como Triunfo. Finalmente fue contratado en el periódico deportivo As. Desde ese momento empezaría a estudiar hasta llegar a ser profesor de la Universidad Complutense, compartiendo su tiempo entre la prensa y la docencia.



Una parte de su archivo, bien clasificado por el autor, fue adquirido por el propio Museo de Historia. La exposición proviene de una selección del mismo. Se ha dicho que fue un fotógrafo deportivo, calificativo que desmiente esta muestra, que por su cronología de finales de años cincuenta y la década de los sesenta, tiene un interesante valor documental, a la vez, que podemos destacar la mirada peculiar del fotógrafo. Del recorrido de la exposición, que empieza con una sección dedicada al autor, donde se muestran sus cámaras y algunos de los premios recibidos, el visitante se puede transportar a un Madrid casi desaparecido. Una capital bajo la dictadura franquista, que trata de renovarse con multitud de obras públicas aprovechando la bonanza económica del desarrollismo y la apertura del Régimen. Todavía se ven las huellas del mundo rural en la periferia cercana al centro urbano, así como la convivencia entre transporte con animales y vehículos. Lo mismo se puede decir de las actividades económicas, unas propiamente modernas, los grandes almacenes, y otras antiguas, con oficios humildes como aguadores, paragüeros, aparcacoches, traperos y afiladores. Un conjunto de imágenes en blanco y negro que muestran de todas formas un tiempo de silencio impuesto a la sociedad por la naturaleza no democrática del régimen político.



Antonio Alcoba captó con su cámara imágenes de acontecimientos oficiales como los desfiles militares conmemorativos; los recibimientos de personalidades extranjeras, como los astronautas que en 1969, llegaron a la Luna; los rodajes cinematográficos producidos por los norteamericanos que hicieron de la ciudad un gran plató, ocupando el parque del Retiro; también una urbe llena de contrastes, la rica y la pobre, en el centro y la periferia, de elevados edificios y casas bajas. Madrid, por otra parte, se llenó de obras por aquellos años. Se transformó para abrir sus calles al tráfico rodado. De esta manera se fueron quitando los tranvías, los bulevares, y se construyeron aparcamientos subterráneos, así como, los puentes elevados o scalextric, siendo el más famoso el de Atocha, afortunadamente desmontado en los años ochenta. El fotógrafo capta a las gentes en las mas diversas actividades: de fiesta en las calles según la época del año; en las primeras salas de diversión de la Gran Vía; esperando entrar a sus numerosos cines; en el Parque de Atracciones recién inaugurado; otras descansando o en pleno trabajo; los niños y jóvenes jugando al aire libre; o la muchedumbre bañándose en la piscina del Parque Sindical. 



Las paredes de la exposición recogen frases de las canciones de artistas de la época, Karina, Raphael o Los Bravos, que colaboran en la ambientación de las fotografías. Un tocadiscos y algunas portadas de discos complementan el recorrido. Así, se llega a la última sección, dedicada a los deportes, donde Antonio Alcoba demostró su maestría, y una especial afición, hasta llegar a ser portador de la antorcha olímpica en los juegos de Barcelona 1992. Otras imágenes de los años sesenta retratan al famoso locutor, Matías Prats y los más diversos deportes desde el baloncesto y el fútbol, hasta el hockey sobre ruedas y el frontón. Termina el recorrido con dos obras de gran tamaño: una fotografía ampliada  de una gimnasta que parece saludar con la pierna levantada en pleno ejercicio al escudo del yugo y las flechas de la dictadura en segundo plano, y un gran mapa de Madrid de 1961.La opinión que aquel periodo se podía resumir como la España del seiscientos, en esta exposición se puede ratificar, con uno de sus modelos a la puerta del museo.


UN AUTOBÚS HACIA LA PERIFERIA


 

En la posguerra española se produjo un intenso proceso de éxodo rural hacia las grandes ciudades y las zonas industriales. Numerosos contingentes de antiguos campesinos sin muchos recursos, jornaleros, fueron desplazados por la progresiva mecanización del campo. Pero los lugares de llegada, no estaban preparados para acogerlos. No tenían suficientes viviendas para alojar a las numerosas familias, ni servicios para satisfacer sus necesidades. Muchas de ellas se vieron abocados a construir a finales de los años cincuenta, sus propios alojamientos de manera precaria. Auténticas chabolas en periferias muy alejadas del centro urbano sin agua, luz, alcantarillado, escuelas o establecimientos sanitarios. Surgieron barrios improvisados sin asfaltar y sin buenas comunicaciones que los uniera a la ciudad. La historia de uno de estos barrios nos la cuenta la película, EL 47, dirigida y escrita por el director Marcel Barrena.



Al padre de Manolo Vital le fusilaron los falangistas en 1936. Solamente le dejó como herencia un reloj. Llegó desde un pueblo de Cáceres a Barcelona en 1958 sin apenas medios. Tenía una hija pequeña. Junto con otros emigrantes, principalmente de Andalucía, se asentaron en el monte situado junto a Torre Baró, un lugar alejado del centro. Con grandes dificultades construyeron un barrio chabolista, a pesar que las autoridades les obligaban a construir y techar su vivienda en un día. Veinte años después, en plena Transición política, apenas habían cambiado las cosas. Las calles seguían sin asfaltar; no tenían servicios educativos ni sanitarios, incluso agua corriente en las casas, y la electricidad se cortaba cada poco. Desplazarse al centro de la ciudad era difícil. No llegaban los autobuses urbanos. Y el abastecimiento de alimentos era irregular.



Por aquellos años, y ante la precariedad de la vida diaria en esos barrios, surgieron asociaciones de vecinos para organizar sus reivindicaciones. Una de ellas fue la organización de Torre Baró, cuyo líder fue Manolo Vital, que estaba empleado en la compañía de autobuses municipal. Conducía en la línea 47, la que pasaba más cerca de su casa, que no comprendía por qué no subía hasta el poblado. De esta manera, un día se propuso dirigirse al Ayuntamiento barcelonés para que enlazasen el centro, la Plaza de Cataluña,  con su lugar de residencia. Ante las sucesivas negativas, decidió secuestrar el autobús que conducía, y subirlo al monte donde estaba asentado Torre Baró, que logró con grandes dificultades y por caminos estrechos y sin asfaltar. Este acto reivindicativo fue celebrado por todos los vecinos, sin embargo, en plena fiesta, fue interrumpido por la policía que detuvo a Manolo. En los títulos de crédito nos informan que fue llevado a juicio y perdió el trabajo. Pero luego, tras la presión ciudadana fue readmitido, y además, el Ayuntamiento, creó una línea periférica que llegaba al barrio. La democracia, la satisfacción de los derechos y necesidades de la gente se impuso frente a la represión y la pobreza que provenía de la dictadura.

EL MADRID DE ALMODÓVAR


 

El centro cultural Condeduque organiza la exposición, MADRID, CHICA ALMODÓVAR, un recorrido por su filmografía a través de fotografías, vídeos y publicaciones, que muestran la importancia de la capital y sus gentes. De hecho para el director manchego, su vida y sus películas están ligadas a Madrid como dos caras de una misma moneda. La ciudad es una de sus protagonistas esenciales con sus características peculiares. Difícil de capturar en su totalidad porque es tan variada como tantas personas que viven en ella. Madrid al final de la Transición era una ciudad acogedora sin rasgos distintivos que la hicieran inhóspita a los numerosos inmigrantes que llegaban para trabajar. Uno de ellos fue Almodóvar desde un pueblo de La Mancha, que sin poder estudiar cine, fue empleado de Telefónica durante más de diez años. Llegó, al comienzo de la década de los ochenta, la oportunidad de dedicarse al arte. Encontró unas circunstancias favorables. Un  grupo de jóvenes con las mismas pretensiones de desarrollar esta faceta: músicos, dibujantes, pintores, y fotógrafos. Un ambiente de consolidación progresiva de las libertades.



Almodóvar como director de cine se inspira en los más inmediato. En su experiencia personal y en los espacios que habita normalmente. Su trayectoria da cuenta de los lugares donde rueda: las casas de sus amigos artistas, las plazas de centro de la capital. Muchas veces de noche, pues resultaba más barato, y sin duda, cuando la vida tenía otras facetas. Sus películas, por tanto, muestran la evolución de la sociedad y las costumbres en la capital. La influencia que ejercen en su cine, y éste, en la propia ciudad. Almodóvar contribuyó a la fama de Madrid como una de las urbes donde todo era posible. Mostró un dinamismo cultural y festivo que atrajo la atención mundial. La exposición dedica un panel a cada película desde la década de los ochenta hasta la actualidad. Destaca, en cada una, un aspecto peculiar, que se constituye como elemento esencial de su cine o su evolución.



Sus dos primeras películas evidencian a un director joven en un ambiente novedoso temática y estéticamente. Al comienzo de los ochenta, las películas, Pepi, Luci, Boom y otras chicas del montón y Laberinto de pasiones rebosan de cultura pop y posmodernidad. Ambas cintas se estrenan en pantalla grande. Almodóvar se hace famoso. En la calle se dicen las frases, Madrid me mata, y de Madrid al cielo. Las películas, Entre tinieblas y ¿Qué he hecho para merecer esto?, desarrollan esta dirección.  La consolidación serán, Mujeres al borde de un ataque de nervios y La ley del deseo. La nueva década arranca con fuerza con la película, Átame, y termina igualmente, con Todo sobre mi madre, y, a su vez, arranca una serie de obras maestras. a comienzos del siglo XXI. , como Hable con ella, La mala educación y Volver,  Después, su interés por el arte se muestra en la película, La piel que habito; su compromiso con la memoria democrática, en Madres paralelas; y finalmente, en Dolor y gloria, una peculiar autobiografía ambientada con sus espacios más personales,. Por fortuna, su trayectoria cinematográfica continúa, y de ser ya un director con el Premio Oscar, lo es también con el León de Oro concedido a su nueva película todavía no estrenada.




LA MUJER DE PIERRE BONNARD


 

El arte y los artistas se ven influenciados por el entorno social que les rodea, la época que les ha tocado vivir. Igualmente influye las personas, los familiares que se relacionan con ellos. Los llamados pintores postimpresionistas dejaron de reproducir miméticamente la naturaleza para representar la interpretación que el artista tenía de ella. Los más importantes fueron Cézanne, Van Gogh y Gauguin, pero otros muchos a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, emplearon el color para mostrar una perspectiva original de la realidad, entre los que destacaron el grupo vanguardista de los Nabis, formado por artistas jóvenes entorno a la figura de Paul Sérusier. La película, BONNARD, EL PINTOR Y SU MUSA, escrita y dirigida por Martin Provost, cuenta la trayectoria de uno de ellos, tal vez el más famoso, junto a la mujer con la que convivió y representó en más de un tercio de su obra.



Pierre Bonnard era un joven pintor emergente y prometedor en el París de la última década del siglo XIX. Muy bien relacionado socialmente con otros pintores y con adinerados que le mantenían en su oficio, que por aquellos años no daba apenas para vivir. Provenía de la burguesía, pero no compartía sus valores, por ello quería apartarse de su familia. Su vida y su pintura cambiaron cuando contrató a una chica de origen humilde para que posara, que le influyó tanto que se convirtió en su modelo, musa y compañera. Marthe, decía que era huérfana, sin familia. La realidad es que su madre vivía humildemente en una buhardilla junto a su hermana. Los primeros tiempos de su relación los vivieron apasionadamente. Ella protagoniza sus lienzos desnuda, y se pregunta por qué las mujeres posan así ante los artistas. Pierre le responde que prevalece la mirada masculina del pintor y del público.



Según asentaban su relación, pronto pudieron tener más recursos económicos. Marthe rehuía la vida social de París. Además no quería ser señalada por esa mujer de rasgos difuminados que enseñaba su anatomía. Un día de excursión junto al río Sena en medio de un idílico paisaje, mientras amenaza tormenta, descubren una casa de alquiler donde se refugian de la intensa lluvia. Será el lugar donde vivan a partir de ese momento, donde tengan un amor libre al que aspiraban los dos. Prevaleció el deseo del artista de no casarse ni tener hijos. También será el entorno que Bonnard representará en sus cuadros durante muchos años. Allí recibirá a sus amigos artistas y mecenas con los que compartirá el atractivo paisaje y comidas al aire libre. Un entorno feliz y luminoso captado a partir de colores brillantes. 



La película tiene otros tres momentos de la vida de Bonnard y Marthe a modo de capítulos. El segundo se fecha en 1914 justo antes del comienzo de la Gran Guerra, donde se observa la crisis de pareja que empiezan a sufrir. Sus amigos, Cluaude Monet y Éduard Vuillard, son testigos de esas desavenencias. El tercero corresponde al verano de 1918, poco antes del final de la guerra en la que participó el pintor. Por esa época, se trasladan de nuevo a París, donde Marthe no se encuentra a gusto. Pero los celos le consumen por el tiempo que el artista pasaba sólo en la capital. Pronto descubre a la nueva musa del artista. Una joven estudiante de Bellas Artes. Después de trasladarse a su casa campestre, formarán un trío amoroso. Marthe consiente la situación en favor de Bonnard, que recupera la antigua pasión. Pero,  la joven, quiere ser la única mujer del pintor y casarse con él. En principio, el pintor no acepta, pero quiere tenerla en secreto.



Ya en los años veinte, Bonnard viaja a Roma para visitar a su familia. Un pretexto para convivir con Renée, su nueva y joven compañera, que está empeñada en casarse y tener hijos. Justo antes de la ceremonia, el pintor decide volver junto a Marthe, a quien echaba de menos, y que estaba aislada, enferma, en su casa de campo. Había roto algunas obras de su pareja y había empezado a pintar. Tras su vuelta, ella se recupera mentalmente. Bonnard le pide el matrimonio, que acepta. Luego consigue un cierto éxito al exponer su obra al público. En ese periodo le llega a Bonnard la noticia que Renée se había suicidado tras su vuelta a Francia. El pintor se culpa de sus actos. Finalmente, el cuarto capítulo corresponde a los años cuarenta. Viven a orillas del Mediterráneo ya ancianos. Bonnard sigue pintando y cuidando de Marthe, que tiene problemas mentales, atormentada por sus recuerdos. Un día ella muere, cinco años después lo hará el propio pintor. Termina una vida juntos unidos por la pasión y la pintura en una singular y compleja relación mutua.

EMIGRACIÓN DESDE PERÚ



Las circunstancias políticas, sociales y económicas del país se pueden convertir en las causas que lleven a emigrar a la población. Por un lado, el enfrentamiento político y social entre los gobiernos y los grupos opositores que protagonizan atentados terroristas y una constante lucha armada. Un enfrentamiento que provoca violencia en las calles, toques de queda de la policía, y detenciones arbitrarias. Por otro, la situación económica empobrece a la mayoría de la población, sin posibilidades de tener un trabajo digno y con escasez de los bienes de primera necesidad, lo que provoca la necesidad de tener un presente más seguro y un futuro esperanzador. Fueron las circunstancias que tuvo Perú a comienzos de los años 90, donde se ambienta la película, REINAS, escrita y dirigida por Klaudia Reynicke, que cuenta las semanas que precedieron a la emigración a EEUU de una madre con sus dos hijas.





Elena necesita la autorización del padre para poder salir del país, pues sus dos hijas son menores de edad. Hace tiempo que no le ve, siempre ocupado en empleos informales de un lado para otro. Ahora se encuentra en Lima trabajando de taxista a la vez que vigila una fábrica. Ha prometido pasarse por el notario para firmar los documentos. Mientras tanto, decide pasar tiempo con sus dos hijas, con las que se había distanciado y apenas le conocen. Será lo suficiente para que le cojan cariño y los deseos de no irse con su madre. Sin embargo, la situación es difícil en Perú. Existe escasez de alimentos y cada día se producen apagones de luz. Además por las noches se aplica el toque de queda que impide circular libremente fuera de casa. Carlos, el padre, es muy fantasioso y charlatán. Les cuenta a las chicas que es un agente de inteligencia y a los clientes del taxi, que es un actor de cine. Tener a sus hijas a su cargo es una oportunidad para que sepan cómo es. Así, les lleva a la playa e invita a comer, y les deja en libertad con sus amigas. 






Pasan los días y Carlos no se decide a firmar. Las hijas están casi convencidas de quedarse. Un día en la fiesta de despedida de la familia, se fugan para estar con su padre, pero un control militar las detiene y las lleva al cuartel. Lo mismo le sucederá a su madre y otros familiares que las buscan. Tendrán que pasar detenidos toda la noche hasta la mañana siguiente. El padre se entera y va a recogerlas ya de día. Esto será un punto de inflexión en su actitud. Su familia corre peligro a diario y podría ocurrir una tragedia. De esta manera, se decide a firmar y a permitir su partida a EEUU donde a la madre le espera un trabajo, una vida y un futuro seguro. Estos hechos constituyen un retrato de las causas de la emigración regular e irregular, hoy un fenómeno social de suma importancia, que influye hasta en el debate político de los países receptores. Las sociedades más avanzadas sufren un envejecimiento de la población. Se necesitan trabajadores para muchas ocupaciones sin solicitudes. Por otro lado, es un deber la solidaridad económica y social frente a la desigualdad y la falta de derechos civiles.
 

LA MEMORIA COLONIAL




Los museos occidentales han iniciado un proceso de reparación histórica referido al conjunto de obras que poseen producto de la conquista y dominación de territorios fuera de Europa. Un fenómeno iniciado a finales del siglo XV con el descubrimiento de América y la apertura de las rutas atlánticas al Extremo Oriente. Esta expansión del mundo conocido se tradujo en explotación económica e imposición de la cultura y la sociedad europea a territorios y poblaciones que se creían más atrasadas o inferiores. La exposición, LA MEMORIA COLONIAL EN LAS COLECCIONES THYSSEN-BORNEMISZA, se encuentra en esta perspectiva. que pretende abrir nuevos puntos de vista a la interpretación de obras de arte que fueron realizadas por los países colonizadores. Constituye, así, un ejercicio de resignificación del pasado colonial desde una perspectiva no eurocéntrica. Incluye 75 obras, 58 pinturas, esculturas y obras sobre papel de los siglos XVII al XX, y 17 recientes, llevadas a cabo por artistas contemporáneos no europeos.






El colonialismo no acabó con el fin de la trata y la esclavitud en el siglo XIX, ni con la independencia de las antiguas colonias europeas entre el XIX y XX, sino que tiene una fuerte relación con el presente en problemas como la desigualdad económica entre países y las migraciones. Se hace por tanto necesario ofrecer una mirada desde distintos puntos de vista de los cuadros, una mirada crítica, que el Museo Thyssen concreta en la perspectiva decolonial, que recoge consideraciones sociales, políticas y culturales aparte de las tradiciones europeas. Para ello la exposición se organiza en 6 apartados: Extractivismo y apropiación; La construcción racial del otro; Esclavismo y dominación colonial; Evasión a nuevas arcadias; Cuerpo y sexualidad; y Resistencia. Cimarronaje y derechos civiles. En el primero vemos obras hasta nuestros días que reflejan el interés por los recursos naturales de las tierras colonizadas, la explotación del trabajo indígena, la llegada de objetos manufacturados y las influencias e interpretaciones de sus formas culturales.






La flota holandesa fue una de las más poderosas a mediados del siglo XVII. Los bodegones dan cuenta de cerámicas chinas y vasos de América. Se reflejan bosques con animales exóticos en una suerte de paraíso terrenal. El impacto de la estampa japonesa fue relevante en el siglo XIX. Los artistas de la vanguardia se inspiraron en las formas de los llamados pueblos primitivos. Las pinturas y esculturas dan cuenta de todo ello. El segundo apartado muestra las representaciones a partir de un pensamiento racista. La idea de una superioridad sobre los pueblos atrasados o inferiores, militarmente, en conocimiento y en valores. Lo que justificaba su sometimiento y tutela. Lo observamos en las pinturas de Delacroix, de Charles Wimar, y de Paul Gauguin, donde mujeres de la Martinica se asimilan a animales y al paisaje. El siguiente apartado se centra en el esclavismo africano desde el siglo XVII, por el cual millones de africanos y africanas fueron embarcados a América. Destacan dos lienzos de empresarios esclavistas. Uno de Frans Hals, Grupo familiar en un paisaje, en el que aparece un joven sirviente de color posando en Harlem junto a la familia de Jacob Ruychaver, director del castillo de Elmina en Ghana, lugar central de la trata. Otro de Thomas Lawrence, Retrato de David Lyon, heredero de una familia de ricos terratenientes en Jamaica.






En el apartado cuarto, el paisaje colonial es el protagonista. Un paisaje que expresa la creencia que Dios eligió a los europeos para su explotación. Imágenes idílicas de un paraíso que ocultan la realidad de la violencia colonial, mientras los pobladores originarios ocupan un lugar secundario. La otra cara del colonialismo es el patriarcado, complementado con la orientación heterosexual occidental. Si el europeo es racional y civilizado, los indígenas estaban condicionados por su cuerpo, donde las mujeres fueron consideradas de libre disposición para el colono europeo, que dio lugar a la violencia sexual, y provocó un amplio mestizaje en el continente americano. Por otra parte, la mujer racializada funciona como un eslabón entre  el hombre racional europeo y la naturaleza salvaje. De ahí su representación desnuda en medio de un paisaje de pintores como Max Pechstein y Otto Mueller. Finalmente, la sexta sección, nos muestra unas manifestaciones artísticas producto de su emancipación y su lucha por los derechos civiles. También la progresiva libertad de africanos y afrodescendientes. Los artistas racializados expresan sus raíces y sus maneras alternativas de interpretar el mundo.