LA PINTURA DE LUCIAN FREUD


 

El Museo Thyssen organiza la exposición, LUCIAN FREUD. NUEVAS PERSPECTIVAS, que constituye un recorrido por la trayectoria y la obra de este valioso pintor británico. Un trayectoria organizada desde el punto de vista cronológico y temático en seis secciones. Nació en Berlín en 1922 pero se trasladó a Londres con su familia en 1933, tras la llegada del nazismo al poder en Alemania. Nieto del famoso Sigmund Freud, iba a labrarse una carrera como pintor tras formarse en distintas escuelas de arte y de forma autodidáctica, donde los grandes maestros de la Historia del Arte le influirán decididamente. Su pintura fue figurativa centrada en los seres humanos. Sobre todo autobiográfica, de sí mismo y de su entorno, parejas, hijos, amigos, conocidos, y mecenas. Su primera exposición data de 1944, con ella inicia su original carrera.



El autorretrato, el retrato y el desnudo constituyen los elementos principales de su producción artística. Un pintura que busca mostrar la verdad, lo que le hizo trabajar duro en su estudio al natural frente al motivo, intensificando la realidad como el mismo afirmó. En la primera sección, Llegar a ser Freud, le vemos representar retratos con una pincelada minuciosa en figuras de contornos nítidos. Busca su estilo definitivo por el que será conocido. Se empieza a dirigir a lo más cercano, aquellas mujeres que forman parte de su vida a quienes retrata recordando a los maestros del Renacimiento. En la sección Primeros retratos, se opera el cambio estilístico. De la ejecución minuciosa, evoluciona a una técnica más suelta, empastada y expresiva, aplicada con pinceles gruesos. También comienza a pintar de pie, y de la visión frontal pasa a perspectiva más transversales y de arriba hacia abajo.



El apartado Intimidad nos muestra un conjunto de obras que se identifican propiamente como de su estilo. Retrata a su entorno de forma individual o en parejas, muchas veces acostados en camas o en sofás. Los modelos se encuentran durmiendo o ensimismados, a veces con poses entrelazadas. Destacan obras como Doble retrato, donde una mujer oculta su rostro a la vez que tiene un galgo a su vera; también, Bella y Esther, sus hijas tumbadas en el viejo sofá de su estudio, o Dos hombres, una pareja de artistas conocidos suyos. Aunque Freud no trabaja por encargo, a partir de los años ochenta pintó personajes poderosos, que conforman la sección Poder. El barón Hans Heinrich Thyssen fue uno de ellos, representado en dos retratos, uno de gran tamaño de cuerpo entero sedente, y otro de cara, el más delicado, con una pintura de Watteau al fondo, perteneciente a su propia colección.



La siguiente sección se llama Estudio compuesta con grandes lienzos de escenas con personajes que se pintaron en él, y es su espacio un elemento cada vez más importante en su pintura. Destacan las obras, Gran interior, Paddington, donde representa a una niña, una de las hijas del pintor, tumbada en el suelo en el estudio de Gloucester Terrace. Sobresalen dos elementos, la luz, que siempre fue del interés del artista y la representación del paso del tiempo. La exposición de cuadros finaliza con la sección, La carne, que reúne un grupo de retratos desnudos en los que reflexiona sobre la plasticidad de la carne, un elemento repetido en toda su carrera. Unos desnudos sin idealización, sin concesiones, sometidos al desgaste cotidiano. Así son los de Sue Tilley, conocida como inspectora de la seguridad social; de la Abogada desnuda, y el del artista performer, Leigh Bowery, enfermo de SIDA. Finalmente, cierra la muestra, un conjunto de fotografías del estudio de Lucian Freud realizadas por el artista David Dawson, su ayudante durante los últimos veinte años de su vida.




LA ILUSIÓN DE LA VIDA


 

Al volver la mirada al pasado reciente nos encontramos con cambios importantes en la forma de experimentar la cultura, la música y el cine. Todas están relacionadas con las transformaciones políticas y sociales del momento. También con los avances tecnológicos de los últimos años. Hubo una época que el cine se veía en grandes salas con muchas butacas. Los edificios que las contenían eran auténticos palacios que unía a los espectadores en una única obra cinematográfica. Constituía un acto social y a la vez cultural. Luego, esos edificios se dividieron en salas más pequeñas o se reconvirtieron en otras actividades, fueron cerrando progresivamente según pasaron los años y el mundo analógico dio paso al digital con numerosas pantallas. Las personas de una cierta edad recordarán los numerosos locales que poblaban el centro de las ciudades, a veces varios en unos cientos de metros. Hoy se ha perdido casi todo eso según ha evolucionado el ocio de la gente.



Recordar un momento concreto del pasado a través de la experiencia del cine es lo que hace la película, EL IMPERIO DE LA LUZ, escrita y dirigida por Sam Mendes, un periodo de la vida de su autor a comienzos de la década de los ochenta, una época de importantes cambios políticos y sociales que afectaron a la cultura. La historia se sitúa en una ciudad costera del Reino Unido en un cine frente a la playa. Los empleados, gerentes, taquilleros y acomodadores son los protagonistas. Sobre todo destaca la regidora, Hilary, interpretada por Olivia Colman, una mujer con problemas mentales, atenazada por la soledad, que va a tener una relación amorosa con Stephen, el nuevo empleado negro, un joven estudiante que quiere entrar en la universidad y que sufre el racismo de la sociedad británica, especialmente de los cabezas rapadas.



El título de la película alude a dos aspectos de la historia. Imperio es el nombre del cine donde se desarrolla la acción. La luz se entiende como homenaje a la esencia del cine, de las cámaras que proyectan las imágenes en movimiento a través de fotogramas. Sam Mendes exalta el valor del cine sobre las personas, su poder curativo, porque la vida es un estado mental que puede ser estimulado por la ilusión cinematográfica. Es el remedio que al final acepta Hilary, el visionado de una película que le hace feliz, Bienvenido, Mr. Chance, porque antes se negaba a ver películas a pesar de estar cerca de ellas, fruto de su demencia y desesperación. Ha superado el acoso y las humillaciones del gerente Sr. Ellis, al revelar la verdad de sus infidelidades el día de la premier de la película, Carros de fuego, cuando estaban presentes su mujer y el alcalde. Stephen ha sido aceptado en la universidad para estudiar arquitectura, después de sufrir el acoso diario y la violencia racista. El presente se vuelve de su parte, en una época difícil y de confrontación que hicieron retroceder las libertades.