LA LENGUA DEL VERDUGO


 Los nazis en plena guerra mundial pusieron en marcha desde 1942 la llamada Solución Final, que suponía el exterminio de todos los judíos de Europa. Los campos a los que iban destinados se encontraban en Polonia, existiendo otros, de tránsito, hasta su trágico final. Así sucedió hasta que el avance de los frentes, muchos de ellos quedaron abandonados y sus meticulosos registros destruidos para borrar las pruebas del genocidio. Todo lo que allí se vivió, los trabajos forzados, las torturas continuas, el trato inhumano, las vivencias personales, pasaron al olvido, si no fuera por los testimonios de los escasos supervivientes. La película, EL PROFESOR DE PERSA, del director ruso, Vadim Perelman, basándose en la novela de Wolfgang Kolhaase, cuenta la peripecia personal de un prisionero judío, que haciéndose pasar por persa, logra salvar la vida de una muerte segura.



Gilles, el protagonista, hijo de un rabino cae prisionero de las SS. En el trayecto al campo de tránsito, situado en Francia, los guardianes deciden ejecutar a los prisioneros que llevan en el camión. Pero logra salir con vida al fingir que es persa, en vez de judío. Luego se entera, que el capitán cocinero del campo está buscando un prisionero de ese origen para aprender el idioma. Quiere viajar a Teherán para montar un restaurante y estar junto a su hermano. La dificultad será máxima para Gilles, que tendrá que inventarse un idioma para lograr sobrevivir. Todos los días deberá presentar al capitán después de trabajar en la cocina, una lista de palabras para que éste las aprenda. Al principio son pocas palabras de fácil invención. La situación se complicará cuando le pida muchas más.



Lo paradójico es que él las tiene que memorizar a su vez, para evitar ser descubierto. En una ocasión se le olvidará una de ellas, y casi muere al ser trasladado a trabajos forzados en la cantera. Con el tiempo se ganará la confianza de Klaus, el oficial nazi, hasta el punto que logrará crear una lengua para entenderse con él, sin utilizar el alemán. El secreto de Gilles para crear las palabras del supuesto persa, eran los nombres de los prisioneros judíos, mientras escribía en el registro del campo las entradas de nuevos prisioneros. Todo termina cuando el frente de guerra se encuentra cerca del campo, y los nazis huyen, no sin antes ejecutar a los prisioneros allí alojados y quemar cualquier documento escrito. Gilles, al final, podrá contar estos hechos, porque el capitán Klaus, en su destino hacia Persia, le ayudará a escapar de los guardianes. La lengua creada, el falso persa que le resultó útil para engañar a los nazis, es, por tanto, a la vez el testimonio de unos pocos miles de víctimas, que pasaron por el campo sin dejar otro rastro, que la invención de palabras con sus nombres, guardadas en la memoria del protagonista.

INMIGRACIÓN EN BERLÍN


Todos los hombres somos iguales y decidimos dónde queremos vivir. Un derecho humano reconocido a la humanidad, que pocas naciones respetan. Los países ponen limitaciones a la entrada de inmigrantes, la mayoría por razones económicas. De todas formas, las grandes ciudades europeas, han visto poblar sus calles de personas que han logrado establecerse y vivir en mejores condiciones que en sus países de origen, muchos de ellos asolados por conflictos sociales y políticos. La película, MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS, escrito y dirigido por la holandesa, Urszula Antoniak, tiene este trasfondo, el de la inmigración, en este caso, en la ciudad de Berlín, que hoy se ha convertido, en un crisol de culturas.



El protagonista es un joven de ascendencia polaca que gracias a sus estudios jurídicos tiene un puesto de trabajo alto en un bufete de abogados. El dominio del idioma le hace pasar por un auténtico alemán. El constante y obsesivo ejercicio de la pronunciación le ayuda a mantener su estatus. Su madre hace ya tiempo que murió, y no conoció a su padre, pero un día las contradicciones que siente por no ser originario de Alemania, salen a la luz. Tiene que defender a un joven subsahariano que simplemente quiere obtener la residencia afirmando que es un poeta, sin alegar ningún otro motivo, ser refugiado político o necesidad económica. Solamente el derecho de elección propio de un ser humano. Razón por la que él se niega a defenderle, al considerar que no es un motivo de peso.



La situación del protagonista, se pondrá en evidencia, de nuevo, cuando se presente un hombre que dice ser su padre al que nunca conoció. Un personaje bohemio, un músico frustrado, que nunca devolvió sus cartas. Ahora, en cambio intenta reconciliarse con él. Mientras pasan el fin de semana juntos, recuerdan el pasado en Polonia, que el protagonista ya casi olvidó. Esta visita provoca en el joven abogado la conciencia de pertenencia a su lugar de nacimiento, a un idioma y una cultura a la que tuvo que renunciar en parte para labrarse un futuro mejor. Una conciencia que provoca una lucha interna. Es originario de otro país del que ya no siente partícipe, incluso defiende lo alemán frente a otros aspirantes a vivir en él. Sin embargo, sus ojos se  han abierto a las luces y las sombras de Berlín. a lo que supone la inmigración, visto en un blanco y negro de extraordinaria calidad estética, de sus barrios ricos y marginales, a las que nos hace partícipes las bellas imágenes del film, que se suceden ante los ojos del espectador con un ritmo poético.

LA DOLCE VITA DE LA JUVENTUD


 La felicidad no es constante durante una vida. Hay épocas mejores y peores dependiendo de las circunstancias personales en un entorno particular político y económico. Solamente pensar si tenemos que vivir una guerra o una posguerra, o simplemente como en la actualidad, una pandemia de consecuencias impredecibles. Hoy se habla de los niños de la guerra, aquellos que padecieron un exilio, o sufrieron la represión de una dictadura, también el hambre o la emigración lejos de sus hogares. Incluso en los países occidentales se produjeron acontecimientos, dentro de la estabilidad y desarrollo de finales del siglo XX que determinaron las vidas individuales.



La película, NUESTROS MEJORES AÑOS, del director italiano, Gabriele Muccino, nos narra la trayectoria de cuatro amigos romanos, tres chicos y una chica, entre los años 80 y la actualidad. Desde la adolescencia hasta la madurez van a seguir trayectorias distintas. Estarán condicionados por los acontecimientos políticos, económicos y sociales que tuvo Italia y Europa durante esos años. Todos  pertenecen a la clase trabajadora que vivía en el centro de Roma. Giulio y Paolo terminarán los estudios universitarios, uno como abogado y otro como licenciado en Literatura. Riccardo llegará a ser periodista, escritor frustrado, y Gemma, no pasará de la secundaria.



La amistad entre los cuatro se fraguó en el final de la adolescencia, una época de conflictos sociales en Italia. Los tres chicos se divierten en fiestas y allí conocieron a Gemma, que va a formar parte de su grupo cuando se enamore de Paolo. Los mejores años son aquellos de comienzos de los ochenta, del descubrimiento de la libertad. Cuando Giulio se compra un coche viejo y a Riccardo le hiere la policía en una manifestación. Después cada uno seguirá su propia trayectoria. Giulio será un abogado de oficio; Paolo se convertirá en un profesor de instituto, y Riccardo se ganará la vida como periodista o extra del cine. Gemma se trasladará a Nápoles, y tras vivir unos años en pareja, vuelve a Roma para ser camarera.



Giulio será quien tenga más éxito económicamente. Un golpe de suerte hace que se convierta en el abogado de un ministro a quien defiende con éxito en un problema político. Luego se casará con su hija, y su vida quedará ligada a la alta sociedad romana. Gemma abandonó a Paolo, por Giulio, tras un periodo de tiempo viviendo con él, tras volver a Roma, pero aquél la dejó por la culta hija del político. Riccardo se casará pero no tendrá fortuna en el periodismo que apenas le da para comer. En la actualidad, después de cuarenta años y de encuentros y desencuentros entre ellos, volverán a reunirse los cuatro amigos de la juventud, una nochevieja, recordando los años donde se fraguó la amistad y el amor, 

LA MUJER EN EL ARTE ESPAÑOL (1833-1931)


 La lucha por la igualdad entre el hombre y la mujer continúa en la actualidad. Un proceso cada vez más intenso asociado a la modernidad, para tratar de superar la subordinación al varón, y poder así, desarrollar una vida independiente con las mismas aspiraciones culturales y artísticas. El Museo del Prado, organiza la exposición, INVITADAS. Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931), una muestra extensa de 17 secciones temáticas, que gira sobre dos planteamientos. Por un lado, las imágenes de la mujer en la pintura, aquellas que mejor se adaptaban al ideal liberal-burgués que se estaba implantando en nuestro país, por otro, el referido a las mujeres artistas, las dificultades para practicar el arte y su reconocimiento personal.


La mayoría de las obras de la exposición provienen de los fondos del propio museo. Antiguas adquisiciones del Estado con motivo de las Exposiciones Nacionales, muchas de ellas premiadas en las mismas. En la actualidad son desconocidas al gran público pues están cedidas fuera del propio museo o en organismos oficiales de acceso restringido. De ahí la novedad temática y material de la muestra que saca a la luz obras ajenas a los prototipos generados por la historia del arte oficial. En total forman un conjunto de ciento treinta, en la que se mezclan, de ahí, otra novedad, no sólo pintura, sino también escultura, fotografía, miniatura, cine y artes decorativas. Proporcionan una visión completa del papel de la mujer en el arte español al comienzo del mundo contemporáneo.




En la exposición queda demostrada la relación entre el arte y la situación política y social de España. El reinado de Isabel II, aún desde un punto de vista conservador, dirigió el país hacia un régimen liberal burgués. La propia reina, al igual que su madre, María Cristina, que ejerció la regencia, practicaron la pintura como copistas y favorecieron a las mujeres artistas. Sin embargo, la mujer estaba subordinada al hombre, dentro del ámbito de la sociedad patriarcal, que la situaba en tareas domésticas asociadas a la maternidad. La imagen que proporciona la pintura o la escultura, si bien refuerza la capacidad de lucir la corona, también se las toma como inestables emocionalmente si se salen de su papel dentro de la familia tradicional. Incluso susceptibles de extraviarse, de caer en la prostitución o en el adulterio. El arte oficial refuerza la ideología establecida, y solamente unos pocos ejemplos critican la explotación femenina por la exhibición de su cuerpo desnudo o la lactancia subrogada.




La mujeres artistas demostraron su talento desde comienzos del periodo analizado por la exposición. Sufrieron fuertes restricciones en la formación que las relegaba a tareas sin importancia. Aunque se aceptó la practica del dibujo de las damas de la aristocracia, pronto se iban a incorporar otras mujeres cuyos progenitores eran artistas, participando en los talleres. En la mayoría de los casos fueron náufragas, sus nombres desaparecieron de la historia del arte, al ser apenas estimadas por la cultura oficial a pesar de un talento que supo sobreponerse a una falta de formación tan profunda como la masculina. De ahí que se dedicasen a la práctica de la miniatura o a la de copista de grandes maestros, como la propia reina Isabel II, donde hallaron el auténtico lugar de estudio.


El peso y el control masculino de las instituciones culturales, hace que las artistas se especializasen además, en géneros considerados como menores, y adecuados a su carácter específico, como la pintura de bodegones, especialmente de flores. También a la incipiente fotografía de retratos, la mayoría de las veces asociadas a sus maridos. La crítica tuvo que aceptar a finales del siglo XIX su valía como auténticas artistas, y no simplemente como aficionadas, ante la proliferación de ellas en las exposiciones públicas. Unas artistas que recelaban ellas mismas de mostrarse como tales, en vez de como damas, y perder así su estatus social. De todas formas, la presión social en contra de su actividad fue muy intensa, y sólo aquellas, provenientes de familias cosmopolitas, pudieron desarrollar con mayor libertad sus carreras.

EL DETERIORO DE LA MEMORIA


 La capacidad cognitiva del ser humano tiene en la memoria un elemento fundamental. Llegamos a conocer, si recordamos en primer lugar realidades del pasado que podamos relacionar con las que descubrimos en el presente. El razonamiento necesita manejar información acumulada para deducir una interpretación correcta de cualquier circunstancia nueva. Según envejecemos, la memoria se va deteriorando, sobre todo la inmediata, mientras conservamos más fielmente la acumulada desde hace años. Sin embargo, existen enfermedades de nuestro cerebro  que provocan casi la completa pérdida de la misma, incluso la capacidad de discernir. Es lo que le sucede al protagonista de la película, EL PADRE, del director británico, Florian Zeller, sobre una obra de teatro del mismo autor.



Anthony, el protagonista, es un hombre mayor, que tiene que dejar de vivir sólo, e incluso de recibir ayuda de una asistenta, por la progresiva pérdida de la memoria. A su única hija no le queda otra solución que llevarle a vivir con ella. Pero el deterioro metal se incrementa hasta tal punto que llega a perder la noción de realidad; a discernir qué es lo verdadero y falso; quién es quién, la identidad de cuantos le rodean; el lugar dónde se encuentra, si en su casa o en la de su hija; el por qué desaparecen objetos de la casa o se acumulan. Todo ello lo va experimentando Anthony ante la cámara, y el propio espectador, que observa atento la acción de la película desde el punto de vista de lo que siente el protagonista. Un punto de vista que nos provoca confusión como la que tiene en su mente.



Sabemos al final, que su hija ha tenido que irse de Londres para vivir con su pareja en Francia. Que Anthony está ingresado desde hace unos meses en una residencia, que le proporcionan todos los cuidados necesarios. Ya apenas puede valerse por sí mismo. El deterioro cognitivo se ha incrementado. Sufre una auténtica regresión a la infancia, de ser un veterano ingeniero que tuvo dos hijas, una de las cuales murió en accidente, y a quien echa especialmente de menos. Tiene miedo porque incluso ya no se conoce a sí mismo. Apenas podrá disfrutar de los cortos paseos por el jardín, de los excepcionales días soleados y el movimiento de las hojas de los árboles por el viento.