LA MUJER EN EL ARTE ESPAÑOL (1833-1931)


 La lucha por la igualdad entre el hombre y la mujer continúa en la actualidad. Un proceso cada vez más intenso asociado a la modernidad, para tratar de superar la subordinación al varón, y poder así, desarrollar una vida independiente con las mismas aspiraciones culturales y artísticas. El Museo del Prado, organiza la exposición, INVITADAS. Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931), una muestra extensa de 17 secciones temáticas, que gira sobre dos planteamientos. Por un lado, las imágenes de la mujer en la pintura, aquellas que mejor se adaptaban al ideal liberal-burgués que se estaba implantando en nuestro país, por otro, el referido a las mujeres artistas, las dificultades para practicar el arte y su reconocimiento personal.


La mayoría de las obras de la exposición provienen de los fondos del propio museo. Antiguas adquisiciones del Estado con motivo de las Exposiciones Nacionales, muchas de ellas premiadas en las mismas. En la actualidad son desconocidas al gran público pues están cedidas fuera del propio museo o en organismos oficiales de acceso restringido. De ahí la novedad temática y material de la muestra que saca a la luz obras ajenas a los prototipos generados por la historia del arte oficial. En total forman un conjunto de ciento treinta, en la que se mezclan, de ahí, otra novedad, no sólo pintura, sino también escultura, fotografía, miniatura, cine y artes decorativas. Proporcionan una visión completa del papel de la mujer en el arte español al comienzo del mundo contemporáneo.




En la exposición queda demostrada la relación entre el arte y la situación política y social de España. El reinado de Isabel II, aún desde un punto de vista conservador, dirigió el país hacia un régimen liberal burgués. La propia reina, al igual que su madre, María Cristina, que ejerció la regencia, practicaron la pintura como copistas y favorecieron a las mujeres artistas. Sin embargo, la mujer estaba subordinada al hombre, dentro del ámbito de la sociedad patriarcal, que la situaba en tareas domésticas asociadas a la maternidad. La imagen que proporciona la pintura o la escultura, si bien refuerza la capacidad de lucir la corona, también se las toma como inestables emocionalmente si se salen de su papel dentro de la familia tradicional. Incluso susceptibles de extraviarse, de caer en la prostitución o en el adulterio. El arte oficial refuerza la ideología establecida, y solamente unos pocos ejemplos critican la explotación femenina por la exhibición de su cuerpo desnudo o la lactancia subrogada.




La mujeres artistas demostraron su talento desde comienzos del periodo analizado por la exposición. Sufrieron fuertes restricciones en la formación que las relegaba a tareas sin importancia. Aunque se aceptó la practica del dibujo de las damas de la aristocracia, pronto se iban a incorporar otras mujeres cuyos progenitores eran artistas, participando en los talleres. En la mayoría de los casos fueron náufragas, sus nombres desaparecieron de la historia del arte, al ser apenas estimadas por la cultura oficial a pesar de un talento que supo sobreponerse a una falta de formación tan profunda como la masculina. De ahí que se dedicasen a la práctica de la miniatura o a la de copista de grandes maestros, como la propia reina Isabel II, donde hallaron el auténtico lugar de estudio.


El peso y el control masculino de las instituciones culturales, hace que las artistas se especializasen además, en géneros considerados como menores, y adecuados a su carácter específico, como la pintura de bodegones, especialmente de flores. También a la incipiente fotografía de retratos, la mayoría de las veces asociadas a sus maridos. La crítica tuvo que aceptar a finales del siglo XIX su valía como auténticas artistas, y no simplemente como aficionadas, ante la proliferación de ellas en las exposiciones públicas. Unas artistas que recelaban ellas mismas de mostrarse como tales, en vez de como damas, y perder así su estatus social. De todas formas, la presión social en contra de su actividad fue muy intensa, y sólo aquellas, provenientes de familias cosmopolitas, pudieron desarrollar con mayor libertad sus carreras.

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