Tras la grave crisis de los años 30 con millones de parados y duras condiciones de vida para la mayoría de la población británica, donde una minoría de la población disfrutaba de la riqueza, llegó la Segunda Guerra Mundial, una guerra total contra el Fascismo a la que había dado lugar aquella situación, que desvastó el país, mientras miles de soldados volvían a los hogares. Tras la victoria frente al totalitarismo nazi, las elecciones convocadas para elegir gobierno, darían como resultado el triunfo del partido Laborista dirigido por Clement Attlee, frente al popular y conservador, Wiston Churchill. Una respuesta sabia del pueblo inglés que deseaba que el nuevo país tendría que ser de todos, no construido para unos pocos. De esta manera, el partido Laborista inició una política de nacionalización de los sectores económicos más significativos, en los que la mano de obra trabajadora era más relevante: la minería, el gas, la electricidad, el agua, los transportes, así como también, la satisfacción de las necesidades básicas, elaborando un Plan de Vivienda estatal por el que se construirían casas protegidas de alta calidad y un Servicio Nacional de Salud.
Esto nos lo cuenta el director Ken Loach en el documental, EL ESPÍRITU DEL ´45(The Spirit Of ´45), para el que emplea el testimonio de longevos testigos que vivieron de niños las duras condiciones de vida en los años 30, y luego, los años posteriores hasta la actualidad, junto a sindicalistas y estudiosos de la economía. Nos expone cómo aquellas medidas socialistas dieron lugar a una gran prosperidad en los años cincuenta con millones de empleos creados, ciudades saneadas y reconstruidas, la pobreza y la enfermedad reducidas junto a las desigualdades sociales. Sin embargo todo empezó a venirse a bajo con la crisis de sobreproducción de mediados de los 70 y el triunfo en los 80 de la política conservadora de Margaret Thacher, cuando inició la aplicación de las teorías económicas ultraliberales de Milton Friedman, hasta la situación actual.
En Gran Bretaña desde aquellos años se privatizó todos los sectores económicos que pertenecían al estado, provocando el cierre de la mayoría de las minas, e incluso, de parte del Sistema Nacional de Salud, devaluando la calidad de unos servicios que destacaban por su eficiencia. Los trabajadores serían sometidos una vez más a la precariedad impuesta por las leyes del mercado más desregulado, unido a que los sindicatos fueron debilitados y derrotados. Esta argumentación desde el pasado histórico para llegar a la situación actual en la que se ha producido una fuerte crisis del capitalismo, que está afectando a Gran Bretaña, y al resto de Europa, especialmente los países del sur.
Esta crisis profunda a pesar de la fortaleza de la idea del capitalismo, pero no del sistema como tal, según recoge el director, ha provocado la indignación de amplios sectores de la población que cuestionan que se apliquen políticas neoliberales, que favorecen sólo a los más ricos, a los que poseen los medios de producción, no a los trabajadores o a los desempleados y pobres que aumentan por la precariedad y la progresiva falta de igualdad y seguridad. Frente a ello, para no propiciar de nuevo el Fascismo, las posiciones extremistas y violentas de los años treinta, el director propone una vuelta al espíritu de reconstrucción social, es decir a la recuperación de la propiedad común, que se llame socialista o no, a la nacionalización de la riqueza que se hizo tras la última guerra mundial y que trajo tantos beneficios para todos. Para no llegar al sinsentido que se quiera sacar beneficio del consumo del agua o de la salud, cuando son necesidades básicas, derechos, de los seres humanos.