IMPRESIONISTAS Y POSTIMPRESIONISTAS

Autorretrato, Van Gogh, 1887, Musee d´Orsay
La Fundación Mapfre organiza la exposición, IMPRESIONISTAS Y POSTIMPRESIONISTAS. EL NACIMIENTO DEL ARTE MODERNO, en colaboración con el Musée D´Orsay del que provienen las setenta y ocho obras maestras que la componen. El punto de partida es la última muestra que realizaron los pintores impresionistas en la galería del marchante Paul Durand en 1886. Supone la aceptación de los críticos y el público de las novedades introducidas por este grupo y la aparición de otras nuevas que serán la base de los estilos de vanguardia de comienzos del siglo XX. El público podrá disfrutar por un recorrido de pinturas entre la primera fecha y el nacimiento del nuevo siglo dividido en ocho apartados identificados por artistas de renombre o grupos de ellos.
Se inicia con la obra de Monet con ejemplos muy significativos: dos de la fachada de la catedral de Rouan, una sobre el estanque de nenúfares de Giverny y una vista del Parlamento de Londres donde las formas se disuelven por los efectos de la niebla y la luz. Un segundo apartado está dedicado a un Renoir preocupado por la representación de la figura humana, sobre todo femenina, en la que destaca el cuadro de Las bañistas. La pintura de Paul Cezanne enlaza el impresionismo y el postimpresionismo con su preocupación por la composición de los objetos, naturalezas muertas en el espacio bidimensional, empleando a su vez pequeños campos de color. Toulouse-Lautrec y Montmatre es el cuarto apartado en el que este artista retrata a las mujeres del Moulin Rouge con un estilo austero pero muy expresivo.
El apartado denominado Neoimpresionismo, título creado por el crítico de arte, Félix Fénéon, alude al nuevo estilo pictórico basado en pequeñas manchas de color puro que se unen en la retina del espectador, según los descubrimientos científicos de la época. Así pintan los amigos de Camille Pissarro, Geoges Seurat y Paul Signac, de los que se pueden contemplar varias obras. Van Gogh es otro de los grandes pilares del arte moderno y forma un capítulo propio, el de un pintor que apuesta por la expresión a través del color de la manera más arbitraria para hacerlo con mayor vigor. El artista ya no reproduce exactamente lo que ve, sino un significado simbólico, como en las obras, El merendero de Montmatre, El restaurante de la Siréne en Asniéres, y El salón de baile en Arlés. En esta ciudad convive con Gauguin. Las influencias son mutuas, pero duran pocas semanas, pues éste último se trasladará a Pont-Aven, Bretaña, donde concretará una forma peculiar de pintar, sintética y esencial, para representar lo salvaje, lo primitivo del lugar, que elimina los detalles y contornea las formas planas de color. Se aleja de la naturaleza y se encamina hacia la abstracción.
Termina la exposición con un capítulo dedicado a los Nabis, a la obra de los pintores, Paul Sérosier, Pierre Bonnard, Émile Vuillard, Maurice Denis y Paul Ranson, caracterizados por un estilo intimista, expresión de lo enigmático de la existencia humana, apostando a la vez por lo decorativo dentro del ámbito del Art Nouveau. Por tanto un sólido recorrido por la pintura francesa de finales del siglo XIX donde germina la nueva concepción del arte de vanguardia que se desarrollará en las diferentes trayectorias en el nuevo siglo XX.

UNA COMEDIA DE ALMODÓVAR

El director y guionista Pedro Almodóvar vuelve a la comedia con LOS AMANTES PASAJEROS, ambientada en un ajetreado viaje en avión con destino a México que termina en Ciudad Real después de sobrevolar la ciudad de Toledo, tras sufrir problemas en el tren de aterrizaje. Los protagonistas son un grupo de pasajeros de bussines class y la tripulación, en especial, tres azafatos y dos pilotos. La comedia se desarrolla como una serie de situaciones que se encadenan donde van tomando protagonismo cada uno de los personajes relevantes: el director de una caja de ahorros que huye del país, una pareja de novios en luna de miel, una mujer con poderes paranormales o un asesino a sueldo. La mayoría ocurren en el avión salvo una serie de escenas en el centro de Madrid y aquellas del final en el aeropuerto donde se produce el aterrizaje. El accidentado vuelo nos informa de las relaciones peculiares que se viven entre los pasajeros, estimuladas por el consumo de alcohol y drogas y la práctica del sexo que oscila entre las diferentes orientaciones. El comandante, Älex (Antonio Latorre) está casado pero tiene una relación con el sobrecargo, Joserra, (Javier Cámara). El copiloto (Hugo Silva), se declara hetero, pero descubre su inclinación por un miembro del personal, Ulloa, (Raúl Arévalo). 
Las distintas situaciones cómicas que se suceden mantienen la atención del espectador, sobre todo las que protagonizan los tres asistentes de vuelo que se declaran maricas, especialmente la que se coreografía dentro del avión para entretener a los pocos pasajeros despiertos, pues la mayoría, de la clase turística(?), viajan dormidos por la ingestión de droga según las órdenes del comandante. Éste es el punto álgido de la historia junto al momento en el que se suman casi todos a sus respectivas experiencias sexuales. Como en otras películas del director, éstas juegan un papel relevante en el guión, en la motivación de los personajes, en el trama afectiva o sentimental de los mismos. También unas circunstancias vitales que aluden a las que muestran los medios de comunicación a diario, en relación con el mundo del corazón o del espectáculo, y lo que es más significativo, la crisis política y económica que estamos viviendo.
El avión de manera cómica sería como una metáfora de nuestro país, de nombre península, que averiado, va a la deriva, con la mayoría de la ciudadanía inconsciente por los gobernantes, que no encuentra un lugar para aterrizar, a pesar del gran número de aeropuertos construidos, algunos vacíos, inservibles, como el de Ciudad Real donde se produce el aterrizaje forzoso. La ciudadanía, los pasajeros están indignados y se dan cuenta del desprestigio y crisis a todos los niveles. Sin embargo, la vida continua y cada uno encuentra su propio destino en busca de la felicidad. Por tanto una comedia en clave española, cuidada de manera exquisita. En la animación en los créditos iniciales y en los títulos del final; en la selección del colorido, llamativo e intenso que destaca en los decorados y en el vestuario de los actores del diseñador, David Delfín; en la música de Alberto Iglesias de acuerdo con la estética pop, típica del director manchego; finalmente, en la luz cálida que refuerza la belleza de los primeros planos y la fotogenia de los actores.

LA ILUSTRACIÓN CONTRA EL ABSOLUTISMO

En la segunda mitad del siglo XVIII se difundieron por Europa las ideas de la Ilustración, provenientes de Francia y Gran Bretaña, que estuvieron en el origen de los fundamentos ideológicos del mundo contemporáneo. La llegada de la nueva época histórica no se va a producir de un día para otro, hasta el punto que el Absolutismo del Antiguo Régimen convivirá con la necesidad de aplicar las nuevas ideas para reformar una sociedad ya anquilosada. Se encontrará con numerosas resistencias, los privilegios de la aristocracia y de la Iglesia que sustentan el poder absoluto de los reyes. En este contexto histórico se desarrolla la película, UN ASUNTO REAL ( A Royal Affair) dirigida por el danés, Nicolaj Arcel, nominada a un premio Oscar a la mejor película de habla no inglesa en la ceremonia de este año, así como ganadora de varios premios en el pasado Festival de Berlín. El guión elaborado por Rasmus Heisterberg se basa en una combinación de hechos reales con la adaptación de dos novelas ambientadas en los sucesos de la monarquía danesa de finales del siglo XVIII.
Narra el joven matrimonio entre la princesa inglesa, Carolina Matilde, de 15 años,  hermana menor del rey Jorge III, con el rey danés, Cristian VII, de 17. Un matrimonio de conveniencia, de mal funcionamiento debido a la inmadurez excesiva, la abulia y la locura del monarca, frente a la belleza, la educación musical y literaria de la reina. Ésta escribe los hechos en flash back que suceden en la película cuando está apartada de la corte, lejos de sus dos hijos, Federico, el futuro rey y su hija, uno nacido de la obligación como esposa, la otra, de los amores tenidos con el amigo y luego primer ministro, el médico, Friedrich Struensee. Lo importante es que este personaje llevará a la corte danesa las ideas de la Ilustración francesa, Voltaire y Rousseau y la filosofía de Locke. Ideas que propiciarán una serie de reformas que extenderán la libertad de expresión, la reducción de la pena de muerte, la higiene pública y la limitación de la servidumbre.
De la misma manera que sucedió en España con el famoso Motín de Esquilache, en el que el estamento nobiliario más reaccionario, obligó al rey Carlos III, estimulando una revuelta popular, a la caída del ministro extranjero, y por tanto, de todas sus intenciones reformistas, los mismos grupos sociales en la película, favorecen la caida Struensee, aliados con la madrastra del rey y su hijo, justificando la medida con la incapacidad metal del monarca y la relación adúltera del ministro con la reina. Hechos históricos ciertos mostrados con moderación en la película que adquieren toques de gran romanticismo frente a la incapacidad del marido, más inclinado a frecuentar prostitutas. Tal motín nobiliario tendrá malas consecuencias para los protagonistas, pues Struensee será ejecutado, el rey apartado y la reina exiliada. Sin embargo, la película termina con su triunfo postergado. Ella se reencuentra con sus dos hijos, que conocen de su mano la verdad de lo sucedido y sus ideas. Así, Federico de 16 años se hará con el poder, gobernará 55 años, y llevará las medidas de la Ilustración hasta los límites posibles, prerrevolucionarios, en la época.
Junto con este magnífico argumento, el espectador podrá disfrutar de una ambientación exquisita, a la manera de otras realizadas por grandes maestros del cine como Stanley Kubrick o Stephen Frears, cuando trataron historias de este siglo libertino, en puertas de las revolución social y política que nos llevaría al mundo moderno. Se cuidan los más nimios detalles de mobiliario, de arquitectura, de vestuario o paisajes naturales que nos retrotraen a las pinturas rococó creadas por Watteau o Fragonard. La luz y el color son inolvidables unidas a unas interpretaciones memorables. La del rey, por Mikel Boe, la de la reina, Alicia Vikander, cuyo atractivo, se dice supera a la imagen que se conserva de su personaje, y la del médico, de gran relevancia, por el actor, Mads Mikkelsen, que a partir de ahora seguramente protagonizará películas fuera del ámbito nórdico. Todos los ingredientes forman un conjunto donde se exalta la libertad del individuo y del amor en la vida, en el que la perspectiva femenina sobresale, frente a las limitaciones impuestas por el privilegio de estamento, la religión y la moral tradicional.

LA DERROTA DE LA DICTADURA

Después de 15 años de dictadura militar, el general Pinochet decide convocar un pleibiscito en 1988 ante la presión internacional que ratifique su papel como presidente de Chile. Establece una campaña de 27 días en el que los partidarios del SI y del No dispondrían de un espacio de 15 minutos cada uno para defender sus posturas. Todo estaba de su parte por cuanto la televisión durante el resto del tiempo seguía bajo el control férreo del gobierno y el país carecía de libertades. La película, NO, dirigida y escrita por Pedro Larraín, cuenta cómo la oposición organizó la campaña para salir victoriosa. La dirigió un joven publicitario, René Saavedra, interpretado por el actor, Gael García Bernal, que va a emplear el lenguaje de los anuncios televisivos, con lo que tienen de superficialidad para ello. En un principio, va a suscitar auténtico rechazo, por cuanto los partidos opositores quieren que se recuerde los crímenes cometidos por la dictadura. Él en cambio apuesta por mostrar la alegría y la felicidad sobre todo, incorporando una música apropiada, un gingle. También en un momento dado, el humor y diferentes estrategias visuales que van a inquietar al gobierno, que llegará a utilizar distintos medios para atemorizar al protagonista y sus colaboradores, hasta el punto de que la campaña del si es una réplica de la del no, y ésta va a hacer que aquella se desvirtúe y se ridiculice así misma. Resulta, igualmente llamativo que el protagonista trabaja en la misma agencia que realiza la campaña oficialista, dirigida por su jefe, amigo del ministro de turno.
El director lleva a cabo la película con imágenes que mezclan la ficción cinematográfica con la realidad de aquella época incorporando fragmentos que aparecieron en la televisión. Así, confiere a las imágenes un movimiento continuo de cámara, en el hombro, descoloridas, y aparentemente mal grabadas, para que cuando se unan a las antiguas se integren de forma adecuada. Esta apariencia documental se completa con la participación de algunos personajes protagonistas, como el primer presidente democrático, o el presentador que conducía el programa de la oposición, los dos ya mayores. Constituye por tanto la película un auténtico acierto y merecedora de haber sido seleccionada para los premios Oscar. Por otra parte, tiene un valor histórico porque ilustra el fin de un régimen dictatorial con miles de víctimas, todavía impune, con muchos seguidores que veían como un logro, los éxitos económicos que experimentaba Chile fruto de la política ultraliberal aplicada, que confería el poder y la riqueza a unos pocos, en detrimento de la mayoría del pueblo. Desde aquella fecha, desde la victoria épica de la oposición, comenzó un largo proceso hacia la democratización del país, hacia la memoria de los desaparecidos y la justicia contra la represión.