LA DERROTA DE LA DICTADURA

Después de 15 años de dictadura militar, el general Pinochet decide convocar un pleibiscito en 1988 ante la presión internacional que ratifique su papel como presidente de Chile. Establece una campaña de 27 días en el que los partidarios del SI y del No dispondrían de un espacio de 15 minutos cada uno para defender sus posturas. Todo estaba de su parte por cuanto la televisión durante el resto del tiempo seguía bajo el control férreo del gobierno y el país carecía de libertades. La película, NO, dirigida y escrita por Pedro Larraín, cuenta cómo la oposición organizó la campaña para salir victoriosa. La dirigió un joven publicitario, René Saavedra, interpretado por el actor, Gael García Bernal, que va a emplear el lenguaje de los anuncios televisivos, con lo que tienen de superficialidad para ello. En un principio, va a suscitar auténtico rechazo, por cuanto los partidos opositores quieren que se recuerde los crímenes cometidos por la dictadura. Él en cambio apuesta por mostrar la alegría y la felicidad sobre todo, incorporando una música apropiada, un gingle. También en un momento dado, el humor y diferentes estrategias visuales que van a inquietar al gobierno, que llegará a utilizar distintos medios para atemorizar al protagonista y sus colaboradores, hasta el punto de que la campaña del si es una réplica de la del no, y ésta va a hacer que aquella se desvirtúe y se ridiculice así misma. Resulta, igualmente llamativo que el protagonista trabaja en la misma agencia que realiza la campaña oficialista, dirigida por su jefe, amigo del ministro de turno.
El director lleva a cabo la película con imágenes que mezclan la ficción cinematográfica con la realidad de aquella época incorporando fragmentos que aparecieron en la televisión. Así, confiere a las imágenes un movimiento continuo de cámara, en el hombro, descoloridas, y aparentemente mal grabadas, para que cuando se unan a las antiguas se integren de forma adecuada. Esta apariencia documental se completa con la participación de algunos personajes protagonistas, como el primer presidente democrático, o el presentador que conducía el programa de la oposición, los dos ya mayores. Constituye por tanto la película un auténtico acierto y merecedora de haber sido seleccionada para los premios Oscar. Por otra parte, tiene un valor histórico porque ilustra el fin de un régimen dictatorial con miles de víctimas, todavía impune, con muchos seguidores que veían como un logro, los éxitos económicos que experimentaba Chile fruto de la política ultraliberal aplicada, que confería el poder y la riqueza a unos pocos, en detrimento de la mayoría del pueblo. Desde aquella fecha, desde la victoria épica de la oposición, comenzó un largo proceso hacia la democratización del país, hacia la memoria de los desaparecidos y la justicia contra la represión.

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