El Museo Reina Sofía presenta la exposición, MARUJA MALLO. MÁSCARA Y COMPÁS, una retrospectiva amplia de la trayectoria y la obra de esta artista integrante de la Generación del 27, y representante del prototipo de mujer moderna, activa, libre y profesional. La componen numerosas pinturas, dibujos, documentos y objetos, que se presentan de manera cronológica en series, que trazan toda su carrera: desde el realismo mágico y las composiciones surrealistas de sus primeros años hasta las configuraciones geométricas de las últimas obras; desde los barrios populares de Madrid en los años veinte, hasta las lejanas tierras y playas de Galicia y América del Sur, para terminar en una reflexión superior donde se une ciencia, arte y mitología, evolucionando, como ella decía, de la geografía a la cosmografía. Mallo fue una artista intelectual, fundamentada en sus escritos y estudios prolijos conservados en su archivo. Desde joven estuvo vinculada a la prestigiosa Revista de Occidente, dirigida por el filósofo José Ortega y Gasset, a quien conoció, y para quien trabajó.
Fue una artista visionaria que logró reflejar las preocupaciones de su tiempo y anticipar las del futuro. El poder del arte permite revelar aspectos desconocidos de la realidad, considerada como un sistema ecológico integrado, desde una perspectiva humana, más allá de las diferencias económicas, raciales y de género. Su producción artística es bastante personal y heterogénea, donde se difuminan los límites entre lo popular y lo vanguardista. Lo popular entendido como expresión de la fuerza creadora del ser humano. De esta manera lo representa en sus primeras series, Estampas y Verbenas (1927-1928), en las que hace un retrato de la realidad política y social de la época, repleto de detalles concretos y presencias irreales. En Cloacas y Campanarios (1929-1932) tiene una visión totalmente diferente, apocalíptica, de paisajes oscuros, abandonados y secos, a veces poblada por esqueletos. Por aquella época, Mallo, se acerca al surrealismo, a cuyo grupo de autores conoce en París, donde expone con éxito e interés. Sin embargo, a pesar de él, prefiere regresar a España y comprometerse con el ideal pedagógico de la Segunda República.
En estos años, trabaja como profesora de dibujo en Arévalo, y se relaciona con artistas de la Escuela de Vallecas, como Benjamín Palencia y Alberto Sánchez. Igualmente, con el Grupo de Arte Constructivo de Joaquín Torres García. Además, crea una serie de platos para la Escuela de Cerámica de Madrid con decoraciones geométricas, producto de sus estudios matemáticos. El inicio de la Guerra Civil coincide con su estancia en Galicia, de la que logra partir al exilio argentino. Instalada a principios de 1937 en Buenos Aires, desarrolla la serie La religión del trabajo (1936-1939), formada por un conjunto de retratos de gran formato en honor a la mujer trabajadora, campesina y marinera. En el exilio practica el muralismo, la escritura y el teatro. Entra en contacto con otros escritores y artistas en su misma situación. Se siente fascinada por la diversidad de razas y las formas de la naturaleza marina. Las siguientes series son consecuencia de ella: Cabezas de mujer (1941-1952), Máscaras (1948-1957) y Naturalezas Vivas (1941-1944). Así, persigue la comunión entre naturaleza y arte, difuminando fronteras entre lo popular y lo culto. En 1945, Mallo se fotografía en Chile con un manto de algas. Expresa la simbiosis entre la forma humana y vegetal o animal.
Los cuadros de máscaras y sus sombras en paisajes de playa presentan una dimensión sombría del exilio que cada vez pesa más en sus protagonistas. En sus últimas series, culmina su trayectoria artística e intelectual. En Moradores del vacío (1968-1980) y Viajeros del éter (1979-1982), supera el tiempo y el espacio terrenales, la misma naturaleza para convertirla en signo, una manifestación que supera las dicotomías tradicionales entre lo natural y la máquina, lo local y universal, lo humano y lo animal, para crear una imagen visionaria de la realidad, nuevos principios expresivos y una nueva mitología. Maruja Mallo vivió la Transición, y en 1979, hizo su primera exposición antológica en Madrid, a la que siguieron otras en galerías y museos, que dieron a conocer su obra. La entrevista de Paloma Chamorro para televisión en esa fecha, es excelente todavía para conocer su trayectoria y su personalidad.



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