LOS RETRATOS DE REMBRANDT

Rembrandt, Autorretrato con gorra y dos cadenas, 1642-1643

El Museo Thyssen de Madrid organiza la exposición, REMBRANDT Y EL RETRATO EN ÁMSTERDAM, 1590-1670, un motivo para que el visitante entre en contacto con la pintura del Siglo de Oro holandés. La muestra se divide en unas 8 secciones, que reúne unas 20 obras del genio neerlandés, y un conjunto significativo realizado por sus competidores. En el primer apartado del recorrido, denominado, Tradición e Innovación, podemos observar obras provenientes del manierismo, cuando Ámsterdam se está configurando como una ciudad comercial cada vez más rica y con mayor demanda artística, proveniente de la clase urbana adinerada, de las instituciones cívicas y de caridad.

Rembrandt, Retrato de un hombre en un escritorio, 1631

Holanda en la primera mitad del siglo XVII va a desarrollar un imperio comercial. Ámsterdam es el centro de tal emporio económico que se extiende hasta Oriente. Frente al mecenazgo de la Iglesia católica para decorar sus templos, en la capital holandesa, la demanda de pintura se concentra en las instituciones civiles y en la rica burguesía urbana, de predominio protestante, aunque con diversidad religiosa. Numerosos artistas, la llamada, nueva generación, como Cornelis van der Voort, Nicolaes Eliasz. Pickenoy y Thomas Keyser, satisficieron esta creciente demanda de retratos individuales y de grupo, una característica propia de este país. 

Thomas de Keyser, Síndicos de orfebres de Ámsterdam, 1626-1627

En la siguiente sección, los Primeros retratos de Rembrandt, conocemos las obras del artista recién llegado de Leiden con 25 años. En un primer momento vivirá con el artista y marchante, Hendrick Uylenburgh, que le convertirá en el pintor más respetado del momento. La principal actividad del genio son los retratos de grupo, los autorretratos y retratos, entre los que se encuentran los llamados tronies, cabezas que no representan a una persona individual, sino la pose o una característica especial, como el Busto de anciano con traje de fantasía. Rembrandt, a diferencia de sus contemporáneos, ya destaca porque retrata lo más profundo de la personalidad humana, no una simple descripción del modelo. Además, se vale del claroscuro, de la luz y de las percepción de las calidades del atuendo.

Rembrandt, Busto de anciano con traje de fantasía, 1635

Muchos jóvenes artistas llegan al mercado artístico de Ámsterdam ante la creciente demanda de retratos. La competencia se hace cada vez mayor en la década de los treinta. Es el periodo cuando contrae matrimonio con Saskia Uylenburgh, que aparece retratada en Joven disfrazada, un periodo de prosperidad, por la pequeña fortuna que tenía y su buena educación. Las dificultades artísticas y financieras llegaron con su muerte en 1642. En Cambios de estilo, otra sección del recorrido, durante esta nueva década, observamos cómo la moda del retrato procede de otros países, se hace más colorista y la pincelada más suave. Las influencias de Rembrandt, sin embargo perduran en un grupo de artistas como Bartholomeus van der Helst, Ferdinand Bol y Govern Flinck.

Rembrandt, Retrato de un caballero, 1654-1655

Rembrandt en la década de los cincuenta vuelve al retrato de encargo, pero mantuvo su sello personal, a cambio de pérdida de popularidad. De esta época son los Retratos de un caballero y de  una dama, de calidad excepcional, por los efectos conseguidos a larga y corta distancia, según la combinación de pinceladas finas y gruesas. Nos encontramos en la sección, Caminos divergentes. Por otra parte, en los últimos años, decayó drásticamente su producción, relacionada por su mala situación económica, que continuaba desde que murió Saskia, la propia crisis del mercado artístico como consecuencia de la decadencia de Holanda en el comercio internacional, y por el cambio gusto, ahora influenciado por Van Dyck.

Rembrandt, Mujer con capa de piel posiblemente Hendrickje Stoffels, 1652

Rembrandt se centra en escenas de la intimidad familiar. Un retrato de Tito y otro de Hendrickje y Cornelia, su hija, como Venus y Cupido, le sitúan en un mundo cotidiano y anecdótico a los que proporciona un carácter transcendental. Finalmente, la exposición se cierra con los retratos y grabados, según la técnica del aguafuerte, donde mostró su genialidad.  Unos retratos, en este formato, no destinados al gran público, sino al círculo íntimo de familiares y amigos, siendo el mismo, el modelo más recurrente, donde da rienda suelta a su destreza técnica y a su capacidad de plasmar la más profundo del alma humana.

RODIN Y GIACOMETTI

Alberto Giacometti posando con Los Burgueses de Calais de Rodin, 1950

La Fundación Mapfre de Madrid organiza la exposición, RODIN-GIACOMETTI, una muestra aplazada por el confinamiento establecido por el estado de alarma, y que en estos días, abre al público de nuevo. Una de las primeras exposiciones tras el cierre cultural impuesto por la pandemia. El público, todavía en su mayoría madrileño, puede otra vez reencontrarse con el arte. Quedan pocas horas para que las Comunidades Autónomas y las fronteras vuelvan a abrirse. De esta manera, llegarán aquellos turistas interesados más lejanos, y su viaje, no será en vano, pues la muestra madrileña tiene un alto interés, al demostrar los vínculos entre estos dos escultores separados por más de una generación.

August Rodin, Monumento a los Burgueses de Calais, 1889

Rodín fue el primer escultor moderno. Aquél que superó la mímesis de la realidad, el ya antiguo monumento conmemorativo, para crear un arte fruto de la indagación personal del artista. Radical e incomprendido en su tiempo, a finales del siglo XIX, y ya famoso a comienzos del siglo XX, influirá en los artistas posteriores. Así, la exposición madrileña, demuestra los vínculos entre este artista y el suizo Alberto Giacometti, y lo consigue, distribuyendo las obras de ambos en distintas secciones que los hacen muy próximos. El recorrido comienza con Los Burgueses de Calais, aquella escultura de Rodin, expuesta en un parque de París, donde fue fotografiado el suizo. A partir de este punto de entrada, todo son concordancias.

Giacometti, El claro, 1950

Las concordancias en común son numerosas. En principio su formación. La escultura antigua y primitiva. Los mármoles clásicos y las obras egipcias y mesopotámicas. Ambos las dibujaron de forma extraordinaria, porque manejaban esta técnica de forma virtuosa. Rodin, igualmente, estuvo muy influido por Miguel Ángel. Sin embargo, fue mucho más allá, por lo que recibió numerosos calificativos, impresionista, expresionista o simbolista. Crea una nueva manera de hacer arte, en este caso escultórico. Atiende al modelado y al fragmento, a la expresividad de la obra. El artista llega a dejar las huellas de su manos en la materia y no le importó exponer fragmentos como si fueran esculturas terminadas.

Giacometti, El hombre que camina II, 1960/ Rodin, El hombre que camina, 1907

Giacometti tiene las mismas características. Además, ambos transmiten sentimientos universales. Rodin expresa fuerza, dolor, angustia, soledad o vacío, primero a través de la deformación del rostro y el gesto, luego, con el paso de los años, con la representación de lo esencial. El artista suizo, por u parte, expresó mediante figuras alargadas y frágiles, toda la complejidad de la vida, una humanidad al borde del abismo, la crisis y desolación de la sociedad tras la Segunda Guerra Mundial. Finalmente, ambos repiten los motivos, trabajan mediante series, que se interpreta como un deseo de alcanzar la verdad, que resulta inalcanzable. Giacometti afirma que se siente incapaz a la hora de captar la esencia del modelo.