La película DE TU VENTANA A LA MÍA, escrita y dirigida por Paula Ortiz, recibió el premio a la Mejor Dirección Novel en el pasado Festival de Cine de Valladolid y el Goya por la misma razón. Estos premios constituyen un acierto ante una película que cuenta la historia de tres mujeres, Inés, Violeta y Luisa, pertenecientes a tres épocas de la historia, los años veinte, los cuarenta y los setenta, que corresponden a tres edades diferentes: la juventud, la madurez y la vejez. Los tres relatos se cuentan interrelacionados porque todas las protagonistas sufren en tanto que tienen relaciones afectivas reales o imaginarias con el hombre. Unas relaciones de sufrimiento y de alegría, en unos contextos históricos que refuerzan la perspectiva del argumento.
Violeta vive apartada en los Pirineos junto con su padre, profesor universitario dedicado al cultivo de flores, mientras ella cría gusanos que serán mariposas, hasta que conoce a un joven estudiante que quiere escapar del servicio militar durante la dictadura de Primo de Rivera, de la guerra de Marruecos. Cuando huye a Francia la sumirá en un profundo amor romántico. Inés trabaja en las duras condiciones del campo aragonés en la posguerra, a la vez que tiene una relación amorosa con un guerrillero con el que contraerá matrimonio y tendrá un hijo. La represión franquista llevará al marido a la muerte. Finalmente, Luisa, nunca ha encontrado el amor de su vida, mientras está enamorada de los actores y de las películas que echan en televisión. En los tiempos de la Transición a la democracia, le descubren un cáncer de mama del que se recupera, como una nueva libertad pareja a la que vive o a la que aspira el pueblo en la calle.
La directora utiliza una forma de narración poética, a pesar del trasfondo histórico realista, como si la parte amorosa requiriese el tipo visual y el tono adecuado de las imágenes, una sensibilidad femenina singular conjugada con la parte material, que a su vez es histórica o evolutiva en la propia mujer. De esta manera, el amor romántico o ideal, es propio de la adolescencia, pero el sufrimiento de lo no vivido y la necesidad de ello, de la vejez, mientras la maternidad y la sexualidad, de una primera juventud madura en unos tiempos que exigen compromiso, que te vinculan con la dura existencia, que en el fondo son todos. El hombre, y la realidad histórica, tras este enfoque, aparece como un referente con el que la mujer, modifica o cambia el significado o el rumbo de su vida.