ESCENAS DE LA POSGUERRA


 

El silencio y la represión se impuso tras la Guerra Civil. La población enmudeció ante las dificultades diarias como la falta de alimentos y los trabajos mal pagados. Un buen número de población se encontraba encerrada en las cárceles. Las calles de los pueblos parecían desoladas; se oían disparos en la lejanía, y los perros ladraban sin control. Sobrevivir era un reto cotidiano. Los apoyos que proporciona la familia eran fundamentales para alcanzar la felicidad en este ambiente de tristeza. Este es el contexto de la película, LA BUENA LETRA, escrita y dirigida por Celia Rico Clavellino, sobre una novela de Rafael Chirbes, centrada en la experiencia de Ana, una madre de familia con una hija, que trata de salir adelante en momentos difíciles, frente a los distintos personajes que le rodean, donde se contrapone generosidad y egoísmo. 



La historia se divide en cuatro capítulos, todos protagonizados por Ana. El primero, relacionado con su cuñado, Antonio, de cual decían que había marchado a Buenos Aires para consolar a la abuela, que le echaba de menos y temía por su vida. Ana, imitando su letra, llega a escribir cartas ficticias dese ese lejano destino. Un día, de repente, vuelve traumatizado, tal vez de la cárcel, pues se tiene que presentar periódicamente ante la Guardia Civil. De todas las maneras, lo supera poco a poco con la ayuda de todos. Le consiguen trabajo, pero su carácter extrovertido e inquieto, no está hecho para las rutinas sin futuro. Por ello, la convivencia se resiente, y decide marcharse. Sin embargo, no tardará en volver, esta vez acompañado de Isabel, a quien había conocido en el puerto de Valencia, que regresaba de Londres, donde había estado trabajando. Este es el segundo capítulo, la relación de Ana con su cuñada, que está embarazada, una mujer independiente según las modas británicas, que no quiere hacer las tareas de casa.



En el tercer capítulo de la historia, vemos la desesperación de Tomás, el marido de Ana, un hombre acostumbrado a la fuerza a un trabajo rutinario y duro, que se emborracha frecuentemente, y apenas se relaciona con su mujer. El éxito de su hermano Antonio, incrementará su dolor y falta de felicidad, sobre todo, cuando se enriquezca con los negocios junto a un amigo falangista. Pasa de ayudarle, a tener que ser ayudado por él, pues apenas tiene dinero para pagar el convite de la primera comunión de su hija. Su entereza personal no lo puede aceptar, y un día, se produce la tragedia. En el último capítulo, Ana se queda sola junto a su hija y la abuela. Viste de negro, y recuerda aquellas palabras de Tomás, que contaban que había marineros que no aprendían a nadar, porque si algún día naufragaban, se hundían más rápido.

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