EL GRECO DE TOLEDO


 

El Museo del Prado presenta la pequeña pero imponente exposición, EL GRECO. SANTO DOMINGO EL ANTIGUO, que reúne las pinturas que forman parte de los tres retablos que el artista cretense diseñó para ese monasterio de monjas cistercienses de Toledo. La galería central dispone los lienzos en sucesión según te los encuentras en el templo. Primero, los pertenecientes a los laterales, luego aquellos que situados en el magnífico conjunto central. Constituyó un encargo bajo patrocinio de doña María de Silva, dama al servicio de la esposa de Carlos V, que costeó el nuevo edificio, y sobre todo, por Diego de Castilla, deán de la catedral, cuyo hijo, conoció al artista mientras trabajaba en Roma. Fue, además, en primer encargo que recibió el pintor en Toledo, junto al famoso, El Expolio. Nos encontramos, por tanto, con un estilo muy influenciado por la experiencia italiana, en sus formas y colores saturados, para mostrar los rasgos propios de su impronta.



Los tres retablos aluden aspectos fundamentales de la iconografía cristiana, como la Adoración de los pastores; la Resurrección de Cristo, en las disposiciones laterales, el comienzo y el fin; en el central, el gran lienzo de La Ascensión de María, junto a cuatro santos, san Juan, san Juan Bautista, san Benito, y san Bernardo, es decir una simbología que se relaciona con la Virgen, y los fundadores de las órdenes religiosas del cenobio. Finalmente, La Trinidad, a donde mira en su camino la protagonista, con Cristo, mostrando su anatomía, según las enseñanzas de Miguel Ángel, sostenido por Dios padre y el Espíritu Santo. El conjunto fue pintado entre 1577 y 1579, salvo La Santa Faz, que se añadió posteriormente, y sustituía a un escudo. El Greco tuvo que realizar numerosos dibujos y bocetos para luego llevar a cabo tanto los lienzos como las esculturas de los retablos, especialmente aquellas de la parte superior del central, que muestran una clara inspiración veneciana.



La procedencia de cada una de las pinturas nos permiten tratar la dispersión de la obra del Greco, que fue vendida a compradores particulares o a la propia Monarquía, desde comienzos del siglo XIX. In situ, solamente permanecen tres pinturas, la Resurrección y los santos juanes, a los que se les ha privado del marco; el Museo del Prado acoge, La Trinidad, que fue comprada en su momento por el rey, Fernando VII, y el san Benito; de más lejos provienen, La Ascensión, EEUU, y la reproducción del san Bernardo, de Rusia. El cretense fue muy apreciado en su época y durante todo el siglo XVII, y posteriormente, a comienzos del siglo XIX, sobre todo en el XX, cuando estuvo en el foco de los coleccionistas extranjeros.


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