Bienvenidos a todos los interesados en las CIENCIAS SOCIALES, el ARTE, la FOTOGRAFÍA y el CINE
EMIGRACIÓN DESDE PERÚ
LA MEMORIA COLONIAL
TRAS UN OSCURO PASADO
El pasado de una persona imprime el carácter del presente. Ya sea por dramático o trágico, ya sea por ser ideal y feliz. El primero tiende a ocultarse en una nueva vida, en un nuevo comienzo desde cero, pero de todas formas, acecha, porque, según determinadas circunstancias, es imposible soslayarle. Va inherente a la propia personalidad del sujeto y puede volverse a repetir. Es lo que le sucede al protagonista masculino de la película, ISLA PERDIDA, escrita y dirigida por Fernando Trueba. Un hombre ensimismado que elude el trato en una isla griega donde es propietario de un restaurante. Será una mujer, la nueva maître, quien al caer enamorada de él, se interese por sus circunstancias, descubra un pasado perturbador, de seres queridos olvidados y personajes que tuvieron un trágico final. También, un talento extraordinario para la música, pues fue compositor e intérprete de clarinete en una banda de jazz.
Álex llega medio perdida en busca de una oferta de trabajo a una aldea idílica de la costa griega un soleado verano. Se encuentra con que su plaza de maître ya ha sido ocupada en el restaurante de una pequeña isla frente a la costa. El dueño, un americano serio y distante, a pesar de ello, le ofrece ser camarera, pues necesita más empleados por la afluencia de clientes. Desde del principio, ella cae prendida de él y va a hacer todo lo posible para tener una relación íntima. Max es reticente y elude cualquier intento de relacionarse con ella, pero al final, cede a sus pretensiones y empezarán a vivir juntos en la isla. Todo marcha bien hasta que Álex quiera conocer más del pasado de Max, que lo único que dice que se estableció en el lugar par comenzar una nueva vida. Entre los libros viejos de la casa encuentra una fotografía con una mujer y un niño; luego un disco de título Cristina, y un clarinete, que a escondidas toca.
Chico, un joven empleado, que se ha hecho muy amigo de Álex, le ayuda en descubrir todo lo que su pareja le oculta mientras se divierten en la isla. Max, tras mucho insistir, cuenta que tuvo una pareja que abandonó junto a su hijo, una vida bajo la influencia de las drogas, y no ha vuelto a saber nada de ellos, sin embargo oculta todo lo relacionado con su talento musical. Chico, logra averiguar que su jefe fue un compositor e intérprete del clarinete en una banda de jazz, y que cambió de nombre, tras publicar un LP que llevaba de título, Haunted Heart. A ponerle en el tocadiscos del restaurante una noche, provoca su despido y su marcha con la prohibición de acercarse a ellos. Sin embargo, Chico, que está enamorado de Álex, descubre un pasado más perturbador de Max, que al enterarse éste, inicia el desenlace trágico de los personajes, donde el amor es sustituido por la violencia. Constituye el tercer capítulo, el invierno, cuando el restaurante está cerrado, y la luz radiante del verano ha desaparecido, sustituida por la lluvia y el resplandor de un fuego provocado como telón de fondo, que borra definitivamente cualquier vestigio del pasado.
LA FOTOGRAFÍA DE ELLIOTT ERWITT
La Fundación Canal presenta la exposición, LA COMEDIA HUMANA. ELLIOTT ERWITT, dentro del Festival PhotoEspaña. Reúne 135 originales provenientes de su estudio, 122 de las llamadas impresiones de trabajo, de pequeño formato destinadas a su posterior publicación, y 13 impresiones maestras, de gran tamaño para su exhibición en galerías y museos. A su vez, se organizan en un magnífico espacio decorado con paredes de color rosa, que contrastan muy bien con el blanco y negro de las imágenes, en tres secciones: personas, animales y formas. La más amplia es la primera, la que muestra la esencia del estilo del artista. Un estilo centrado en captar la esencia del ser humano a través de momentos cotidianos sintetizados por su mirada. Le gusta ser un observador solitario pero acompañado de las personas que le rodean. Emplea una técnica superior con composiciones armoniosas que no conducen la mirada al punto principal sin descuidar el conjunto.
Erwitt emplea de forma magistral la ordenación de los elementos en la imagen, que presenta un fondo profundo o no, según las situaciones. La luz sobresale en algunas fotografías, pero no es el tema de su experimentación, centrada en una narrativa visual sobre las personas que observa. A cada situación o momento corresponde el mejor encuadre al que se acoplan los elementos representados. Esta manera de proceder tiene como consecuencia el contraste, la paradoja, y por tanto, el humor, provocado por un momento efímero. Le gustan, además, los juegos visuales, tanto con las personas, como con los objetos. Una fotografía suya representa dos grupos, uno de cisnes a la izquierda y otro a la derecha, de mujeres vestidas de forma similar. En un museo, uno de los lugares preferidos por el fotógrafo, captura a un grupo mirando un sitio vacío con una cartela informativa mientras los cuadros expuestos están sin gente.
Las fotografías de la exposición pertenecen a varias décadas del siglo XX, principalmente entre los años cincuenta y ochenta, y fueron realizadas en distintas partes del mundo, en EEUU sobre todo, aunque también en Europa. Llama la atención una sección que nos habla de su sentido de humor, la que dedica a los animales, con dos subapartados destacados, perros y perspectiva perruna, donde el artista dota de personalidad al mejor amigo del hombre. Sabemos, a través de su objetivo, cómo y lo que miran, más bajo que la mirada humana, y ven, los pies de sus dueños y a otros animales, como ellos o diferentes. Constituyen verdaderos ejemplos de mimetización con el animal más próximo a nosotros.
Finalmente, Erwitt, se ocupa de las formas, cuyo objetivo son brillantes composiciones donde busca lo esencial en el juego de los elementos distribuidos en el encuadre, y también la abstracción, sin separarse de la realidad. Se interesa por las formas obtenidas en un proceso de depuración de lo que observa y que trata desde la cámara fotográfica. Nunca pierde la ironía, como aquella imagen que representa una el Monte Fuji de Japón que tiene enfrente una señal de tráfico con una flecha que parece indicar la preferencia hacia su cumbre.
HISTORIA DE LOS VÁNDALOS
Los años 60 fueron una época de profundas transformaciones sociales a causa del continuo crecimiento económico. Surgieron numerosas subculturas y contraculturas respecto a la oficial. Fue la época de la lucha por los derechos civiles en EEUU, de la ruptura de los jóvenes, por su manera de pensar, de vestir, y su música, el rock and roll, por ejemplo, frente a la generación de sus padres. Se pretendía una sociedad más abierta e igualitaria, que tuviese presente a los grupos menos favorecidos o las minorías raciales. En este proceso de apertura, el individuo busca desarrollar su libertad, concretar su identidad dentro del grupo, definida por su origen o sus gustos. En este contexto se desarrolla la película, BIKERIDERS. LA LEY DEL ASFALTO, escrita y dirigida por Jeff Nichols, inspirada en el libro de Danny Lyon, que hace un retrato del grupo de moteros, Los vándalos, localizados en un bar en Chicago, entre 1963 y 1973, a partir de un trabajo en la universidad basado en entrevistas y fotografías.
La conducción de motos de gran cilindrada en grupo y vestir una chupa de cuero y vaquera formaba parte de sus señas de identidad. Ganaban así fuerza y libertad, llegando a saltarse las normas de tráfico rodado. Los vándalos, y otros grupos de moteros, constituían un grupo cerrado encabezados por un líder al que respetaban. Vivían y se divertían juntos en un bar o punto de reunión, además de organizar excursiones para comer y beber mientras competían con las motos. De vez en cuando se enfrentaban a otros grupos que querían imponerse a ellos. La historia de los vándalos nos muestra estos aspectos. Nacieron a partir de la intención del líder, Johnny, aficionado a las carreras de motos y uno de sus amigos. Luego fueron incorporando a otros miembros como Benny, el protagonista. Quien cuenta la historia del grupo es Kathy, la esposa de éste, a partir de la entrevista del estudiante que hace el trabajo universitario.
Kathy conoció a Benny un día que quedó con su amiga en su bar de reunión. A los pocos días se casaron y su vida cambió al tener que convivir con el grupo de moteros. Fue testigo de su evolución a lo largo del tiempo desde principios de los 60. Al comienzo reunía a un grupo de amigos y luego fue ampliándose por capítulos en otras ciudades. Su éxito provocó su fracaso, sobre todo al término de la Guerra de Vietnam cuando numerosos soldados dejaron las armas y se incorporaron a la sociedad. Los nuevos moteros, más jóvenes se hicieron con el poder frente a los miembros fundadores. Uno de ellos desafió al líder y le mató de un disparo. Desde ese momento, Benny decidió dejar de montar la moto y dedicarse a otra vida junto a Kathy. Los tiempos habían cambiado. Los moteros jóvenes se convirtieron en bandas de criminales dedicados al tráfico de drogas y otros delitos. Entre esos límites quedaba un periodo de búsqueda de libertad y de la identidad individual al margen de la rutina diaria como simples trabajadores, de personas que buscaban algo más que formar una familia, y tener un poder que le daba la disciplina del grupo, si bien marginal y, a veces, enfrentados con la ley.
VÍCTIMAS DEL MACHISMO
La violencia de género se cobra víctimas casi a diario, y a veces, por partida doble con pocas horas de diferencia. Todas las medidas son pocas e insuficientes para proteger de esta lacra a las mujeres. Ningún sector social se libra de esta violencia, que afecta igualmente a la población inmigrante, que en algunos casos provienen de sociedades patriarcales más restrictivas como son las islámicas. Este es el caso de la protagonista de la película, SHAYDA, escrita y dirigida por Noora Niasari, que cuenta su experiencia en un centro de acogida para mujeres maltratadas, a donde huyó junto a su madre mientras tramitaba el divorcio. Estaba realizando estudios superiores junto a su marido en Australia cuando tuvieron que protegerla los servicios sociales ante el maltrato y la agresividad de carácter machista que sufría.
Hossein, el marido, no soporta la libertad individual de Shayda. Está atormentado por los celos, que le hacen enloquecer ante cualquier situación. Quiere ganarse a toda costa la predilección de su hija, que ha sido testigo de los malos tratos a su madre. Ahora se encuentran refugiadas en un lugar seguro, desconocido, junto a otras mujeres y sus hijos que viven una situación parecida. La película cuenta su vida diaria. Madre e hija disponen de una habitación donde pasar el tiempo. Luego comparten los espacios comunes como el salón y la cocina. Se ayudan unas a otras apoyadas por una trabajadora social que lleva sus casos. Puede seguir manteniendo sus antiguas relaciones sociales con amigas y amigos de su mismo origen. Shayda cuenta los horrores que ha padecido con vista al juicio de la custodia. Hasta esa fecha tiene que llevar a Mona a su padre para que comparta con ella unas horas.
Shayda enseña la lengua y la cultura iraní a su hija, sobre todo ahora que su marido apuesta decididamente por ello con el objetivo de regresar. Hossein, a pesar, que su mujer se ha separado de él, no deja de controlarla con quién sale, se divierte o conoce. Lo mismo con su forma de vestir y si lleva velo o su tipo de peinado. Shayda desea ante todo divorciarse, olvidar a un hombre tan agresivo con ella, que se escuda en las costumbres y en la moral de la dictadura iraní. De esta manera, su progresiva libertad e independencia recrudecen los celos y el machismo del marido que le llevará a agredirla primero, y luego a incendiar el centro de acogida, poniendo en riesgo la vida de más personas. La historia termina con Hossein en prisión. El día de la visita de su hija a que tiene derecho. La última imagen es la de Shayda esperando, y a salvo de una locura criminal de dominio y posesión sobre ella. La actualidad del tema y la carga emocional, hicieron merecedora a la película del Premio del Público en el Festival de Sundance.
LA FOTOGRAFÍA DE BÁRBARA BRÄNDLI
En la sala de exposiciones, CentroCentro se presenta la muestra, BÁRBARA BRÄNDLI. POÉTICA DEL GESTO, POLÍTICA DEL DOCUMENTO, con motivo del Festival PhotoEspaña. Una amplia retrospectiva del trabajo de esta fotógrafa nacida en Suiza, pero que desarrolló su carrera en Venezuela a partir de 1959, tras su matrimonio. Su larga trayectoria nos informa su primera actividad como modelo de moda y publicidad, a través de sus imágenes en portadas de revista y reportajes. Además sus estudios de danza clásica, le influyeron en la importancia de la expresividad del cuerpo. Estas experiencias serían fundamentales para su manera de entender la fotografía, que debía de ser documental, no sobre un objeto pasivo sino en movimiento. Pretendía no capturar la realidad simple del motivo, que no tendría mucho interés, sino aportar algo de lo que el ojo no ve. De esta manera, tras emprender su carrera profesional, se dedicó especialmente al mundo de la danza y al teatro, luego retratar las comunidades indígenas de la Amazonía y los Andes sujetas a procesos de modernización.
Brändli desarrolló una actividad fotográfica como profesional del medio, por una parte, donde se inscriben los retratos y reportajes realizados, y por otra, como autora con sus propios proyectos que se concretaron en libros donde la palabra, el texto, completaban las imágenes. Son proyectos de varios años, donde la artista, no se limita a cazar, por así decirlo, unas formas de vida, sino a establecer relaciones con las comunidades con las que entra en contacto. La fotografía, así, es una herramienta fundamental para construir vínculos humanos, al servicio de una documentación colaborativa, ética y afectiva de los modos de vida representados, construida desde el respeto, la complicidad y el reconocimiento entre el fotógrafo y el fotografiado. La muestra exhibe imágenes de Sistema Nervioso (1975), Los hijos de la luna (1974), Las manos (1979), y Los páramos van quedando solos (1981). La calidad y la constancia de su trabajo documental ha sido valorado por investigadores e historiadores. De tal manera que forma parte de las colecciones mas destacadas del mundo.
CONTRA UNA POLÍTICA INHUMANA
La práctica política debe tener en cuenta a los ciudadanos a quien va destinada. Debe respetar los más elementales derechos humanos y exponer claramente sus verdaderas intenciones. Sobre todo si va destinada a la población sin muchos recursos. La auténtica democracia impide gobernar para una élite, unos pocos privilegiados, frente a una mayoría carente de ellos. Estos días se celebran las elecciones a la Asamblea Nacional francesa. La estrella de la selección de fútbol ha llamado a la participación de la gente frente a las fuerzas políticas que tienen en sus programas ideas contrarias al lema republicano, de libertad, igualdad y fraternidad. Unos partidos que tienen como su principal enemigo a los migrantes, tanto legales como irregulares, la gran mayoría de bajo nivel económico, al borde de la exclusión, que viven en condiciones penosas en viviendas sociales degradadas. Este es el contexto de la película, LOS INDESEABLES, escrita y dirigida por Ladj Ly, que nos cuenta la problemática de los migrantes que residen en deteriorados edificios sociales en la ficticia ciudad de Montvilliers.
El ayuntamiento de Montvilliers pretende reformar los barrios pobres demoliendo los edificios normalmente altos, muy deteriorados por el paso del tiempo. Pretende expulsar a los vecinos proporcionándoles una pequeña indemnización que nos les permite afrontar la compra de una vivienda nueva. El nombramiento de un nuevo alcalde por la muerte prematura del anterior, va a endurecer esta medida con el agravante que se va a valer de todos los medios para echar a sus gentes, la mayoría inmigrantes. Un incendio de una vivienda será el pretexto para expulsar a todo un edificio sin ninguna consideración, sin tiempo para recoger sus enseres o buscarse una alternativa habitacional. No tiene en cuenta que el edificio esta ocupado por numerosas familias con niños en edad escolar. Además, coincide con la Navidad. Se vale que los vecinos son originarias de otros países poco involucrados en las elecciones que por esa época se celebran en la ciudad.
Haby, archivera del ayuntamiento, y activista de una asociación que ayuda a las familias pobres a encontrar una vivienda, hace frente a la política de reformar los barrios del alcalde. Cree, en principio, que no tiene en cuenta que muchas familias son numerosas, y las nuevas viviendas son pequeñas. Luego se opondrá a los métodos despiadados del alcalde provisional, que obvia claramente los derechos humanos al intentar expulsar a los habitantes por cualquier pretexto, sin ninguna notificación previa. Este hecho provocará la reacción violenta de su novio que asaltará la casa del regidor para quemarla en plena cena de Nochebuena. La protagonista piensa que la desesperación y la reacción vengativa no conducen a nada. Haby apuesta por la participación política para vencer en las urnas de manera democrática a los partidos que desprecian a los pobres y a los migrantes. Un mensaje de actualidad estos días ante la posible llegada de ideologías autoritarias al gobierno de muchos países de Europa.
LOS BARRIOS DE MADRID
La Sala El Águila de la Comunidad de Madrid presenta la exposición, BARRIOS. MADRID 1976-1980. JAVIER CAMPANO, que forman una selección de 90 imágenes tomadas por el autor en aquellos años, que documentan el estado de la periferia de la capital. Lo mismo que se vivía la Transición política, existió una transición urbanística entre lo rural y lo urbano en esas zonas. Muchas de las cuales fueron antiguos pueblos incorporados a la gran ciudad. Influyó el éxodo migratorio desde el campo a partir de la Guerra Civil, incrementado por el Desarrollismo de los años sesenta y el crecimiento demográfico. La población se encontró con la dificultad de conseguir una vivienda por lo que en principio se construyeron de manera informal. Luego los promotores edificaron grandes bloques bajo la protección del Estado. Hasta la llegada de la democracia, muchas construcciones carecieron de auténticos planes urbanísticos. De esta manera, convivieron chabolas o casas bajas y grandes bloques de ladrillo rodeados de descampados.
Este paisaje entre urbano y rural, documentó el fotógrafo autodidacta, Javier Campano por aquellas fechas. Un autor educado en el Photocentro y a través de revistas extranjeras o nacionales como Nueva Lente. Además, se ve la inspiración de autores como Robert Frank, con el trasfondo de Rayuela de Cortázar, y la música de Las Grecas y Bob Dylan. Constituyen un conjunto de imágenes realistas donde a veces prima el paisaje en planos generales; en otras, sus gentes y su modesta existencia, lo que constituyen, igualmente, en esta ocasión, paisajes, pero humanos. Todas las fotografías se exponen en gran formato y en blanco y negro, que registran distintos puntos de Madrid, tanto del norte, como Chamartín, Tetuán o el Barrio del Pilar, y Hortaleza, como el Sur, Vallecas, Orcasitas, el Pozo del Tío Raimundo, y más cercanos al centro, Legazpi y el Puente de Toledo.
En estas barriadas se descubre el paso del tiempo, la llegada de las distintas olas migratorias. Al principio se construyeron casas bajas, muchas de ellas chabolas, sin un plan concreto y sin servicios básicos. No existían ni calles, y el aspecto urbano era más bien rural, donde todavía existía la práctica del pastoreo. Luego, por aquellos años de finales de los años de 1970, se construyeron grandes bloques, que provocaron el desarrollo de unos barrios y el surgimiento de otros de la nada, en medio de un medioambiente áspero y sin apenas vegetación. Coincide con el fin de la dictadura franquista y la fortaleza reivindicativa del movimiento vecinal. Un movimiento cuya lucha sentaría las bases para la dotación de servicios y la mejora urbanística de estas zonas de la capital. Incluso la transformación radical de los mismos barrios. Javier Campano capta con su cámara todo este proceso. También la vida de sus gentes; los negocios de proximidad como las churrerías, los cines, los bares, hoy casi desaparecidos.
Hoy queda, por tanto, poco de aquellas imágenes que a modo de ventanas nos llevan al pasado. Sus gentes han envejecido y sus hijos no pueden recordar cómo fue aquello. Seguramente aquellos niños y adolescentes que juegan en sus calles, puedan dar cuenta de esos lugares, sobre todo los que han seguido viviendo en ellos, hoy muy transformados. Por eso, el valor de las fotografías de Javier Campano, porque no solo nos muestran un paisaje urbano, sino también, nos hablan de un trozo en la trayectoria de personas anónimas.
UN VERANO PARA RECORDAR
Habitualmente se dice que nada es lo que parece. Puede referirse a las personas como a las cosas. Si son las primeras, interviene lo que se quiere o la capacidad de comunicar las emociones, las inquietudes o los deseos. Todo se podría también complicar en un grupo de personas, cada una establece una relación con los demás de manera individual o con el conjunto. Así, conocer resulta una tarea compleja y depende de donde pongamos el foco de interés y el punto de vista desde el que se parte. Las relaciones personales suponen una cesión en favor de la convivencia. La experiencia resultante es provechosa o frustrante, digna de recordar o traumática, inspiradora o el comienzo de un sentimiento, es lo que le sucede al protagonista de la película, EL CIELO ROJO, escrita y dirigida por Christian Petzold, cuyo periodo de vacaciones en una casa en medio del bosque cercana a la playa para acabar una novela, se convierte en una experiencia fundamental de su vida.
Leon, el protagonista, un joven escritor que ultima su segunda novela, decide trabajar junto a un amigo en la casa que les presta su madre junto al mar Báltico. El entorno respira tranquilidad solamente alterado por los molestos insectos y la lucha contra los incendios. Sin embargo, nada mas llegar, se dan cuenta que van a estar acompañados por Nadja, una joven que vende helados en el puerto que reside en la casa, y por Devid, el socorrista de la playa. León se siente incómodo desde el primer momento. No puede dormir por los ruidos nocturnos que hacen sus compañeros. Además, su obsesión por el trabajo, le impide disfrutar del tiempo libre en la playa. Felix, su amigo, en cambio, alterna la realización de su portafolio fotográfico, con ocupaciones ocasionales como arreglar el tejado de la casa o hacer la comida.
Leon se siente atraído desde el primer momento por Nadja, que lleva una vida libre e independiente, abierta a los demás. Un día, se encuentran primero en el puerto, luego en el camino de regreso a casa. Hablan más tiempo que de costumbre y Leon le permite que lea el manuscrito de su nueva novela. Su opinión negativa hacia su escrito, hace que se redoble su interés por ella. Un día llegará el editor para revisar la novela. Descubrirá que Nadja no es lo que parece. Es una estudiosa de literatura bien formada y con criterio que entusiasma al editor. Al protagonista le crece el resquemor y la envidia. Mientras tanto la tragedia se caerá sobre el grupo. El incendio abrasa a Felix y a Devid en el bosque. Nadja, entonces, abandonará la casa. Meses después, Leon, visita a su editor, enfermo de cáncer, que alaba su nueva novela, inspirada en su propia experiencia. Un texto lleno de evocación y amor, que trata de la convivencia entre cuatro jóvenes diferentes en una casa a orilla del mar durante un verano caluroso y seco con la amenaza de un fuego incontrolable en la lejanía y la pasión desbordada de la juventud.
LA FOTOGRAFÍA DE GONZALO JUANES
La Sala Canal de Isabel II presenta la exposición, GONZALO JUANES. UNA INCIERTA LUZ, la primera antológica dedicada a este fotógrafo bastante desconocido que perteneció al grupo AFAL. Un desconocimiento fruto de su carácter tímido y autoexigente, además, por no centrarse profesionalmente en el medio, aunque muy vinculado por su labor crítica y su práctica solo publicitada a sus amigos. Fue influenciado por Cartier-Bresson y Robert Frank, y también por el trabajo de Nicolas Müller en sus inicios a quien llegó a tratar personalmente. La fotografía de Gonzalo Juanes no tiene una motivación narrativa externa a él, sino es el mismo y sus circunstancias lo que transmiten sus imágenes. Al principio de su carrera, se centró en el retrato y en la fotografía en blanco y negro. Luego abandonó tanto a uno como a otro al encontrar un estilo propio. Se cuenta que en un traslado perdió los negativos guardados en un armario. En la exposición se muestran algunos ejemplos que se conservan de finales de la década de los cincuenta. No volvería a ella hasta los años noventa, que también se exponen.
En los años sesenta se pasaría al color, en concreto a la diapositiva, a partir de carretes de la marca Kodacrome, que le ahorraron el trabajo y el tiempo en el laboratorio, bastante ingrato e impreciso para el fotógrafo, en su afán de perfección tonal. Coincide con su traslado a vivir a Asturias, su región natal, abandonando Madrid y su efervescencia cultural a la que volvería por motivos familiares, pues su mujer nació en la calle Vallehermoso. La capacidad de captar la riqueza del color y los matices lumínicos de esta técnica, le ayudaron a expresar claramente lo que pretendía fotografiar, la realidad del momento, su mundo circundante. Un estilo realista, centrado en documentar las costumbres, los paisajes urbanos y naturales, su propia vida, pero a la vez lírico y emotivo. Su obra está construida como lo refleja la exposición en series principales, como Asturias, El parque, Juegos, Crisis y Soledad o Punto Final que se extienden en el tiempo, y otras más concretas que realizó en un día, como El Descenso del Sella y La calle Serrano de Madrid.
A través de sus fotografías observamos por una parte, las gentes de Asturias con sus costumbres antiguas, en romerías y fiestas en las que participa el fotógrafo sin llamar la atención. En ellas, tiene un especial gusto por captar los grupos de personas sin una pose determinada, a veces atendiendo a un rostro con una mirada furtiva entre personas de espaldas. En otras, aparecen agrupadas informalmente ante el objetivo, o en momentos captados espontáneamente por la cámara. Por otra parte, los paisajes naturales, verdes y montañosos con esa luz neblinosa del norte. También paisajes urbanos de Gijón, centrados en la decadencia industrial y la fealdad de una ciudad descuidada con el paso del tiempo. Fuera de su región de nacimiento, destaca la pequeña serie que capta a un grupo de jóvenes en una terraza un domingo tomando el aperitivo en el Madrid burgués de la calle Serrano. Lucen tanto hombres como mujeres sus mejores galas para la ocasión. Captan un tiempo y una realidad pasada de forma original, como si la mirada se entrometiera en una realidad ajena, que se deja, de todas maneras, reflejar.
Al final, la vejez, la soledad, la enfermedad, la muerte, los objetos deteriorados por el tiempo, son los temas de su fotografía. Su maestría perdura en las que parecen sus últimas imágenes teñidas con una cierta desesperanza. Sin embargo, ya a comienzos del siglo XXI, llega un pequeño reconocimiento para esa actividad que pocas veces salió a la luz, en su ciudad natal y en el lugar donde estudió el Bachillerato. Después de una longeva vida, con la presente exposición podemos conocerla además de su obra artística, siendo un merecido y completo homenaje.
LA FOTOGRAFÍA DE DAVID GOLDBLATT
La Fundación Mapfre presenta la exposición, DAVID GOLDBLATT. SIN SEGUNDAS INTENCIONES, sobre la obra de este fotógrafo sudafricano a lo largo de siete décadas. En este periodo, y con espíritu crítico, retrataría su país bajo el régimen del apartheid, y su evolución posterior. Le favoreció ser blanco aunque de origen lituano judío para moverse con una cierta libertad en ese régimen que tuvo como política de Estado la segregación racial y la superioridad de la etnia europea de los colonizadores neerlandeses y alemanes desde 1948. Una minoría imponía su dominio económico sobre la mayoría indígena e inmigrante africana y asiática, que trabajaban a su servicio en la minería y en las explotaciones agrarias. También les desposeía de sus propiedades bajo las leyes segregacionistas. El régimen resultante impedía vivir juntos a los blancos con otras razas en zonas separadas. Esto fue origen de conflictos y de una fuerte oposición duramente reprimida.
David Goldblatt no capturó la violencia explícita del régimen, sino lo contenido, la inmanencia, lo alusivo de esa situación. Fue objetivo y a la vez crítico con un país y un régimen conflictivo basado en la injusticia sin respetar los derechos humanos más elementales. Lo observamos en la exposición que recoge toda su trayectoria. El título de la misma alude a su espíritu, cuando en 1970 colocó un anuncio breve en la prensa en la que deseaba fotografiar gratis a las personas en sus casas, sin segundas intenciones. Lo vemos en todas sus fotografías divididas temáticamente en seis apartados: Informalidad, Trabajadores, Extracción, Cerca/Lejos, y Congregación. Todos ellos aluden a diversas perspectivas de las imágenes. La primera alude a la economía al margen de las leyes y reglamento impuestos por el régimen y a la supervivencia, así, callada de la gente, que afronta y resiste las duras condiciones, que les impone la pobreza y un duro trabajo diario.
Ser trabajadores es la condición que les permite sobrevivir a las gentes discriminadas, incluso dentro de las propias labores diarias. Unos como servicio doméstico, otros albañiles o mineros. El régimen los segregaba, pero el trabajo aproximaba a las razas. Dejaba en evidencia la injustica e inhumanidad del sistema. El fotógrafo, de esa forma, capta su dignidad. La minería es una de las principales riquezas de Sudáfrica. Se encontraban en manos de los blancos. Los trabajadores negros eran los empleados en las explotaciones de oro y platino. David Goldblatt hizo un libro de estos ambientes cuando trabajaba para estas empresas. Años después tras la caída del régimen, volvió a los lugares contaminados y llenos de residuos. Fue testigo de este legado tóxico y su incidencia en las comunidades negras.
El apartheid pretendía separar a las gentes. Formar núcleos urbanos blancos exclusivos, pero se vio como una situación complicada, ya que se necesitaba la mano de obra negra. El fotógrafo captura esa peculiar proximidad con ironía entre comunidades segregadas pero a la vez muy próximas tanto en espacios públicos como privados. Esta falta de lógica produjo un escepticismo generalizado y situaciones de autoengaño en sus perpetradores. Goldblatt plasmó visualmente la incredulidad de los beneficiarios del régimen con imágenes de sus templos religiosos grandilocuentes o absurdas escenas de ocio suburbano en zonas de blancos. Un sistema racista que conoció una creciente oposición duramente reprimida, y que tras su caída, se fue desposeyendo de los símbolos que le identificaban en favor de la inclusión y de otros de carácter democrático.