Ser joven, tener un cuerpo lleno de energía y belleza está sobrevalorado en nuestra sociedad. Lo sufren especialmente las mujeres a causa de la mirada y el deseo masculino. Debido a esta exigencia cultural, muchas se sienten encerradas o a disgusto con su anatomía. El envejecimiento es inevitable y tarde o temprano la belleza o el atractivo que tuvimos empieza a desaparecer. En las actrices o personas que dependen de una imagen sometida a las leyes del mercado, se puede observar el fenómeno, que el interés empresarial por contratarlas, disminuye según pasan de una determinada edad. Les resulta encontrar papeles adecuadas a su edad o campañas publicitarias que antaño conseguirían fácilmente. Este es el contexto de la película, LA SUSTANCIA, escrita y dirigida por Coralie Fargeat, que es un fábula sobre la obsesión por el cuerpo de la mujer de nuestra sociedad, amplificada por los medios de entretenimiento audiovisuales.
La historia está protagonizada por Elisabeth, una actriz de televisión, que practica aerobic ante la cámara, y un día escucha indirectamente que va a ser sustituida por una mujer joven. A la vez, recibe el mensaje que puede volver a ser joven mediante la inyección de una sustancia novedosa. Un líquido que crearía una versión o copia de ella bella y sexy. De esta manera, lo hace la protagonista, que no puede resistirse en adquirir en una dirección secreta, el kit con todo lo necesario para realizar el proceso para tener una doble sin signos de envejecimiento. El problema radica en que tendrá que compartir su vida. Una semana estará protagoniza por ella joven y otra, seguirá con su vida normal. En el tiempo que la versión joven vive, por así decirlo, tendrá que vegetar, mientras se alimenta de un líquido intravenoso. Por otra parte, la primera, tiene que inyectarse otro líquido que produce su médula espinal. Las dos son distintas aparentemente, pero en el fondo, son una sola. Si ese proceso no se lleva a efecto sin excepciones, ambas mueren de alguna forma.
La película nos muestra en detalle el proceso de nacimiento de la copia joven a partir de la espalda de la mujer original, que le provocará una cicatriz en toda la espalda. El espectador conoce cómo es Elisabeth, sus deseos de no envejecer, de ser siempre bella y ágil para la actividad física, pero se encuentra sola en su lujoso apartamento de Los Ángeles viviendo de sus recuerdos. Al principio, Sue, su copia, respeta a su progenitora, que le ayuda a recuperarse tras el traumático alumbramiento. Luego, cambiará el apartamento y tratará de borrar toda huella de ella. Quiere subvertir las normas que han propiciado su existencia cuando alcanza el éxito televisivo. Desea vivir más que siete días alternos. Para ello, en vez de extraer una dosis diaria de la médula, llega un día, que obtiene más, sin pasar a la situación vegetativa. Las consecuencias, a pesar de las advertencias de las instrucciones, es que Elisabeth envejece a mayor velocidad. Su cuerpo se deteriora progresivamente, pareciendo una anciana decrépita.
Llegará, así, el momento, en que una y otra tratarán aniquilarse. Será un desenlace sorpresivo para esta fábula sobre el cuerpo de la mujer. Coincidirá con la gala de fin de año de una televisión que tienen en Sue la estrella para obtener mayor número de espectadores. Sin embargo, no había atajos para superar las condiciones impuestas por la sustancia, pues se convierte en un monstruo abocado a su propia desaparición en un trágico final ante millones de testigos. Este argumento en favor de la aceptación del envejecimiento como natural e inevitable, así como de la consideración negativa de la explotación del cuerpo femenino considerado como un objeto, le supuso el Premio al Mejor Guion en el pasado Festival de Cannes.
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