El terrorismo de ETA empezó al final de la dictadura franquista. Luego se convirtió en uno de los principales problemas de la transición, para continuar con los gobiernos de la democracia hasta la disolución de la banda en 2018. Una larga trayectoria de violencia cuyos objetivos fueron la policía, el estamento militar, los jueces, para afectar a los políticos de distintos partidos. En cincuenta años sumó más de 800 muertos y atentados de diverso tipo, con pistola o bomba, para dirigidos a una persona en concreto o a un colectivo. Por otra parte, la banda se financiaba con los recursos provenientes de la extorsión a los empresarios y los secuestros. Los años de su existencia, especialmente, los demás actividad terrorista fueron denominados, años de plomo. Un duro periodo donde se incluía un terrorismo de baja intensidad, constituido por los disturbios en la calle y las amenazas a las gentes que se opusieran a esta estrategia de terror. Este es el contexto de la película, LA INFILTRADA, dirigida y escrita por Arancha Echevarría, basándose en hechos reales.
La película se ambienta en los años noventa, cuando una joven recién salida de la academia de policía, le ofrecen la misión de infiltrarse dentro de la banda terrorista. No ser un agente encubierto y protegido por los jueces, sino introducirse en su mundo, y con el paso de los años, entrar en la banda para informar de posibles atentados. Una misión difícil y arriesgada que suponía abandonar su vida normal, sus proyectos y la familia. Tendría que participar en los movimientos antimilitaristas, y de allí trasladarse al País Vasco. Así lo hizo Aránzazu Berradre, que desde Logroño se trasladó a San Sebastián, donde vivía sola, mientras trabajaba en una carnicería y servía copas en un bar. Pronto se rodeó de un grupo de amigas jóvenes con las que se divertía. Fue en el bar, a través de su jefe, donde le pusieron en contacto con la banda. Un miembro destacado de la misma, Kepa Echevarría, le pidió que le alojara en su casa y le hiciese varios encargos. Desde ese momento, la policía nacional, montó un operativo en otra vivienda próxima que grababa sus conversaciones y estaba pendiente de sus planes.
La infiltrada tenía que fingir a todas las horas del día, más ahora que tenía que convivir con un terrorista, salvo el periodo de tiempo que se reunía en secreto con el inspector jefe al mando de la misión en un hospital para evitar sospechas. La convivencia entre Arancha y Kepa, salvo las primeras suspicacias del principio, fue cada vez más estrecha hasta llegar a intimar, aunque para la primera, era un fingimiento atroz. En una ocasión casi la descubre cuando le llevaba en su coche y fue parada por la Guardia Civil por causa de un accidente, al tener que enseñar su documentación a nombre de otra mujer. Llegó un tiempo que Kepa se impacientaba por su inactividad. Un día le pidió a Arancha que fuese tras la frontera a pedir instrucciones. La respuesta fue la llegada de Sergio Polo, un miembro violento de la banda, que se alojaría en la casa, con una carpeta instrucciones y objetivos a realizar. Desde ese momento, la situación entre ellos se deteriora, por la actitud desconfiada y de auténtico psicópata que tiene con la infiltrada.
En ese periodo, donde la protagonista sufre el comportamiento del nuevo huésped, la banda decide un tregua, pero que según observa ella, es una falsedad para reorganizarse y armarse para nuevos atentados. Siempre apoyada por el inspector jefe, a pesar de las dudas que tienen de su misión en las altas esferas, ella decide colaborar. Pero un día ponen fin a una misión, cada vez más peligrosa tras obtener información valiosa. Será, tras una persecución cerca de la frontera y tras un intenso tiroteo, que sean detenidos los dos miembros de ETA. En los títulos de crédito nos informa que la policía infiltrada sigue en activo destinada en el extranjero. Kepa salió de la cárcel en 2019 tras cumplir condena de veinte años y ahora se dedica a la ilustración de libros infantiles. Sergio Polo continúa preso y se prevé su salida en 2029.
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