SOLIDARIDAD CON LOS REFUGIADOS


 

Hubo un tiempo en el que la solidaridad de los trabajadores permitió afrontar las duras condiciones de las explotaciones mineras. Muchos pueblos fueron construidos en Inglaterra alrededor de las mismas. Durante la década de los ochenta el gobierno conservador de Margaret Thatcher ordenó su cierre en favor de la rentabilidad. Desde entonces comenzó el empobrecimiento y la degradación de los pueblos construidos para alojar a los mineros. Unos mineros que iniciaron una lucha contra las medidas de recorte y cierre basadas en la huelga. Las duras condiciones fueron afrontadas con la ayuda mutua entre los trabajadores. Uno de sus lemas fue que si comes juntos permaneces unidos. Hoy aquellos pueblos mineros son sociedades fracturadas, empobrecidas, sin apenas servicios públicos, donde las casas cada vez valen menos. Lo único que permanece son viejos recuerdos. En este contexto se sitúa la película EL VIEJO ROBLE, de Ken Loach, escrita por su colaborador, Paul Laverty.



Las guerras y la penuria económica en el mundo continúan hoy. Causan enormes movimientos de población inmigrante y refugiados políticos que huyen de la miseria y la violencia. Loach nos cuenta cómo un grupo de refugiados sirios son instalados en una población de antiguos trabajadores mineros. El gobierno les proporciona vivienda y ayuda para poder vivir. Un sector de la población les ampara, otra, les rechaza. Muestra racismo y xenofobia que a veces se traduce en violencia. Todo se dirime en el antiguo pub del pueblo llamado El viejo roble dirigido por T.J. Balllantyne, hijo de familia minera, que está a favor de que sean acogidos y puedan ganarse la vida. En cambio, un sector de sus clientes muestra un claro rechazo y los ve como competidores en el trabajo y desde el punto de vista cultural. El protagonista, tras la muerte de su mascota, decide implicarse en su colaboración cediendo el local abandonado del pub para dar de comer no solo a los refugiados, sino a las familias necesitadas del pueblo.



Sin embargo, un día, el grupo de vecinos xenófobos, boicotean el local, que hace costosa su reparación. Entonces se frena la importante labor social de proporcionar alimento a la población refugiada y a los pobres. Llega el momento de invocar el lema de los sindicatos mineros basado en la efigie de un árbol, el roble, centenario, que dice, solidaridad, fortaleza y resistencia, ahora interpretado en la lengua de los refugiados. Una solidaridad y cooperación frente al odio que surge en las sociedades occidentales, basado en bulos y propaganda racista, que identifica un chivo expiatorio para oprimirle. Si hubo solidaridad en la lucha contra el fascismo en los años treinta del siglo XX, ahora, esa debe ser la respuesta de las clases trabajadoras, empobrecidas, de nuestros días, para acoger a gentes que escapan de la violencia y la discriminación. Loach muestra la victoria de la convivencia al final de la película. La cooperación y solidaridad, una vez más, cuando la familia protagonista se entera que su progenitor ha muerto. Finalmente, en el desfile que conmemora las luchas antiguas y las modernas, hoy con nuevas reivindicaciones y visión multicultural.



UNA PROMESA TRUNCADA


 

Una de las medidas más exitosas de la Segunda Republica española fue la mejora de la educación a través de la construcción de multitud de escuelas de primaria y la formación de los maestros encargados de las mismas. El país sufría un atraso inmemorial en la formación de la población, mayoritariamente campesina. Solamente las élites disfrutaban de una educación adecuada. Esta situación lastraba los avances sociales y políticos de la nación. De esta manera el régimen republicano centró muchos de sus esfuerzos en llevar la cultura a las capas más bajas de la población rural y urbana. Jóvenes maestros formados en métodos pedagógicos asociados al nuevo régimen laico y democrático realizaron una labor encomiable cuyo recuerdo todavía perdura. Una labor malograda por el golpe de los militares rebeldes contra la República, que tuvo a los maestros y maestras como uno de sus objetivos a eliminar.



Uno de los casos más famosos de maestros que perdieron su vida por la represión feroz del bando rebelde con motivo de la Guerra Civil fue el de Antonio Benaiges. Su último año de vida lo cuenta la película, EL MAESTRO QUE PROMETIÓ EL MAR, dirigida por Patricia Font con un guion de Albert Val, basado en la novela de Francesc Escribano. El mismo día prácticamente del golpe de Estado, fue apresado por un grupo de falangistas, torturado y asesinado. Su cuerpo no se ha encontrado nunca, como muchas de las víctimas de la represión, todavía enterradas en fosas anónimas. Es el caso del padre del abuelo de la protagonista que vive en una residencia de Barcelona frente al mar, que un día recibe una carta que le informa que en Burgos están excavando una fosa donde podían estar los restos de Bernardo, su antepasado.



Su abuelo, apenas habla y no le puede informar de mucho. En Bañuelos de Bureba podrá enterarse de los hechos ocurridos en los meses anteriores antes del estallido de la Guerra Civil, aquellos en los que la escuela estaba regentada por un nuevo maestro venido de Tarragona, Antonio Benaiges, cuyo método pedagógico vino a revolucionar el antiguo, basado en la disciplina por otro centrado en los alumnos a través de la construcción del aprendizaje y de sus necesidades y deseos. Empleaba una imprenta rudimentaria donde los alumnos editaban sus trabajos elaborados de manera colaborativa. Se interesaba por la música, y las matemáticas las enseñaba desde casos prácticos de la vida diaria. Este método chocó desde el primer momento con el antiguo maestro que era el cura párroco. Igualmente que sus ideas socialistas frente a una sociedad rural conservadora, que él publicó en una pequeña publicación local.



La trama de ficción de la película nos hace ver que la protagonista descubre que el niño que vivía con el famoso maestro, era su abuelo. Por aquel entonces, su padre se encontraba en la cárcel, un personaje que luego compartiría celda con aquel, ya moribundo. Seguramente, sería ejecutado días después, y enterrado en la fosa junto a más de un centenar de víctimas excavada ochenta años después. Se pudo entrevistar con dos de los que fueron sus alumnos, que le enseñaron los trabajos que hicieron con Antonio Benaiges, además de la única fotografía conservada, todo ello oculto, pues sus asesinos procuraron hacer desaparecer cualquier objeto o publicación resultado de su labor educativa. Y sin duda,  truncaron su último proyecto, llevar a los alumnos a ver el mar.

MUJERES ARTISTAS


 

El Museo Thyssen nos trae una exposición imprescindible, requerida en la actualidad desde amplios sectores de la sociedad, profesores, estudiantes y público en general, que se incluya la obra de las mujeres en el canon de la Historia del Arte, hasta nuestros días, borradas prácticamente. Esta exposición se titula, MAESTRAS, constituido por un recorrido feminista por la contribución de artistas mujeres desde finales del siglo XVI a las primeras décadas del siglo XX. Un recorrido formado por ocho temas o apartados que suponen la conjunción entre los periodos históricos y lo géneros artísticos. Las mujeres no gozaron de la igualdad con los hombres, que instituyeron una sociedad patriarcal, por ello, no conocíamos suficientemente sus miradas propias y sus nuevas iconografías. Esta muestra viene a remediar esa carencia, una exposición de mujeres que representan a mujeres y sus intereses



Las obras de arte se componen sobre todo de pinturas y esculturas. Se exhiben sobre el color feminista, violeta oscuro en una distribución a veces abigarrada. El recorrido comienza de forma excelente con los cuadros de Artemisia Gentileschi, artista que sufrió en su propia existencia la violencia machista. Representan heroínas bíblicas y personajes históricos, centrados sobre todo en Judit con la cabeza de Holofernes, o Susana y los viejos. Muestra una versión nueva de estos temas, que observamos de la misma manera en pintoras como Lavinia Fontana, Fede Galizia y Elisabetta Sirani. Este primer apartado se denomina Sororidad I. La causa delle donne, que alude desde este concepto a la solidaridad entre las mujeres en su lucha por sus derechos, la llamada querella de las mujeres.



La segunda perspectiva, Botánicas. Conocedoras de maravillas, parte del progresivo desarrollo científico, que supera el saber ancestral que tenían las mujeres sobre los beneficios de las plantas. En este momento surgirán un grupo de artistas pioneras del bodegón y de la ilustración botánica apoyadas por mecenas mujeres. Tenemos ejemplos en Italia con Fede Galizia y las hermanas Rachel y Ann Ruysh en Holanda. Aportan un sentido holístico a sus iconografías, unas visiones de ecosistema donde las plantas se unen a pequeños animales donde se supera el sentido religioso de la naturaleza muerta como vanitas. La sección, Ilustradas y académicas, muestra la influencia de la Revolución francesa en la lucha de las mujeres por sus libertades. Ser ciudadanas las equipara a los hombres, lo mismo que su visión artística. Pintoras como Élisbeth Vigée-Le Brun y Angelica Kauffman, y escultoras como Marie-Anne Collot destacan en el género del retrato, expresión de la afirmación de la individualidad femenina.



En el apartado, Orientalismo/costumbrismo, las mujeres dejan su huella el la representación de territorios no occidentales o de costumbres nacionales. Lo hacen con respeto y sin la sexualización degradante de sus modelos por parte de sus colegas masculinos. Además pintoras como Henriette Browne y Alejandra Gessler pueden entrar en los harenes dando una visión distinta. Esta mirada propia se observa en las iconografías de Trabajos, cuidados, que representan a la mujer en el campo o en la ciudad. Son igualmente consumidoras o pescadoras. La pintora Henriette Browne inmortaliza a las cuidadoras de enfermos. Se reivindica así un trabajo no remunerado, no suficientemente valorado. Una de las mejores secciones corresponde a la titulada, Nuevas maternidades, ejemplo de la visión diferente de pintoras como Mary Cassat o Suzanne Valadon, entre las más conocidas. Una mirada de la dependencia absoluta del bebé desde la ternura, pero también de la dureza de la crianza y las labores domésticas.



El apartado Sororidad II. Complicidades, expone nuevas iconografías de la confianza y la amistad entre mujeres, un mundo propio al margen de la mirada masculina. Las obras de Berthe Morisot y Marie Bracquemond son un ejemplo. Unas amistades de las mujeres, que además superan los lazos personales y privados, son una forma de poder social y político en favor de una comunidad feminista. Por tanto, representar las relaciones entre ellas de apoyo mutuo, compañerismo y lealtad, supone rechazar la masculina de carácter sexual, que objetualiza sus cuerpos. La última sección, Emancipadas, corresponde a las artistas de vanguardia, después de los avance en derechos de comienzos del siglo XX. Muestran la sororidad con nuevos lenguajes artísticos. Nos encontramos con un numeroso conjunto de obras realizadas por mujeres que luego fueron borradas por el canon, que hoy se trata de cambiar. Artistas como María Blanchard, Camille Claudel, Natalia Goncharova, Sonia Delaunay, Maruja Mallo, Frida Kahlo y Ángeles Santos.


LOS AÑOS 20 EN MADRID




La Comunidad de Madrid organiza en la Sala de Exposiciones Cristóbal Portillo del Archivo Regional, la muestra, LOS 20 DEL XX. UN GARBEO POR MADRID, que presenta un recorrido interactivo guiado por personajes de la época a través de unos monólogos teatralizados, a los que se une un conjunto amplio de materiales, fotografías, vídeos, carteles, cartas, postales y otros objetos que nos describen cómo fue aquella época. Madrid se transformó en pocos años desde sus edificios hasta el vestuario, pasando por las costumbres más cotidianas de sus gentes. Todo esto nos lo cuenta la exposición organizada en seis secciones. La primera titulada Una metrópoli moderna, alude a sus cambios urbanísticos, centrados en la terminación de la primera parte de la Gran Vía, iniciada en la década anterior. Supuso la destrucción de muchos edificios, para abrir una vía ancha para el tráfico en el casco histórico de la ciudad. Allí se construyeron inmuebles de monumentales fachadas de estilo ecléctico historicista y racionalista. Las clases sociales más modestas se desplazaron a la periferia, y las altas al ensanche.






La Gran Vía fue el lugar para el desarrollo de las nuevas costumbres de los años XX, la ampliación del tiempo del ocio, ya sea con el cine y el teatro, y el consumismo en masa, con grandes almacenes y tiendas. La sección, Un nuevo estilo de vida, nos habla de una ciudad que cada vez crece más en población hasta acercarse al millón de habitantes. Allí llegan desde el campo numerosos emigrantes, atraídos por la información proveniente de los medios de comunicación, la prensa, la radio, los anuncios publicitarios protagonizados por hombres y mujeres, que muestran su nuevo estatus social con ropas a la última moda. Aunque existe una brecha de desigualdad económica, esta se atenúa con el crecimiento de la clase media asociada a las nuevas actividades laborales de la época. Son Tiempos de cambio, como se llama la tercera sección, donde se observa el protagonismo del proletariado que consigue la jornada de ocho horas, el descanso dominical y el aumento de los salarios. 






Además, la extensión de la cultura y la educación a cada vez más capas de la sociedad. Es la época dorada de la Residencia de Estudiantes o la Residencia de Señoritas. La mujer se incorpora al conocimiento y todo tipo de actividades antes protagonizadas por hombres. Igualmente, se empieza a construir la Ciudad Universitaria. El cuarto apartado, Todo es innovación, destaca el desarrollo de la aviación como medio de transporte y del uso de la electricidad los hogares, permitiendo la utilización de aparatos que mejorarán a vida cotidiana. También el uso cotidiano de los automóviles y el tren subterráneo para atravesar la ciudad más fácilmente. Por estos años se realizó la primera llamada telefónica al continente americano. La radio, de esta manera, se convertirá en uno de los más importantes medios de comunicación.


 


Se constituye, La sociedad del ocio, el nombre de la quinta sección, que describe una ciudad protagonizada por numerosos espectáculos teatrales de todo tipo, desde obras clásicas a modernas. Corresponde con la época dorada de las grandes divas de ese espectáculo en nuestro país, como Margarita Xirgu, Catalina Bárcena, María Ladrón de Guevara o Laura Pinillos. De autores destaca, Jacinto Benavente, Pedro Muñoz Seca o Carlos Arniches. Igualmente, son los tiempos álgidos del folclore y las revistas, sobresaliendo artistas como Pastora Imperio, Conchita Piquer, Celia Gámez y Raquel Meller, entre muchos nombres. Hay una cultura del entretenimiento donde si inscriben los espectáculos de circo, lucha libre y boxeo, por no decir, el mismo espectáculo cinematográfico, ahora favorecido por la construcción de espectaculares salas de proyección. 



Estos profundos cambios de todo tipo en la sociedad no podrían funcionar sin que la población tuviese un conocimiento de los mismos, es el tema de la última sección, Ávidos de información, que nos da cuenta de la existencia de numerosas cabeceras de prensa diaria matutina y vespertina. Entre ellas destaca la editora del periódico El Sol, donde escribían las mejores plumas del momento. Su propietario, el empresario Nicolás María de Urgoiti y Achucarro, del que el Archivo Regional conserva sus documentos, fue un emprendedor de éxito, propietario de la editorial Calpe que mantuvo estrecha relación con el grupo de intelectuales conocido como Generación del 14.

LA MIRADA DEL ADIÓS

 

 

El cine dentro del cine puede ser un recurso para contar una historia del pasado. Es lo que hace el director Víctor Erice en su última película, CERRAR LOS OJOS, treinta años después del Sol del membrillo. Convertido en un director de culto en nuestro país sorprendió ya octogenario en el pasado Festival de Cannes. El argumento empieza y termina con las supuestas imágenes de una película inconclusa ambientada en la posguerra. El espectador al principio se deja engañar. Un judío sefardí que había ayudado a otros de su condición a pasar la frontera huyendo de los nazis, pide a un antiguo anarquista en una villa al sur de Francia, que busque a su hija en China ya que se encuentra enfermo y le gustaría tenerla cerca y cruzar su mirada con ella por última vez. Le confía este trabajo porque es un hombre de acción que seguro lo llevará a cabo. A los espectadores les hubiera gustado que esta fuera la película realizada por Erice, pero es un fragmento de una película frustrada cuando el actor principal, el que hacía de investigador, Julio Arenas, un actor famoso en su momento, desapareció del rodaje y no se supo nada de él nunca más. 



Miguel Garay, el frustrado director, amigo de juventud del actor desde sus años en la mili en la marina, será quien se encargue de revivir el rodaje y contar su historia a partir de unos pocos objetos conservados. Una periodista de televisión va a presentar su caso en su programa de desaparecidos. Este director, dejó la profesión a raíz de aquello, y se refugió en la costa de Almería para dedicarse a la traducción y a la pesca. Al revivir el misterio de su desaparición le obligará a contactar con su hija, el montador de la película fallida, y una de sus novias. Todos se preguntan el por qué de los sucedido. Se sabía que días antes de su desaparición se encontraba alterado. Bebía mucho. Se decía que estaba con una mujer casada. Sólo se encontró su coche al borde de un acantilado, sus zapatos y sus ropas, como si hubiera caído al mar o se hubiera suicidado. Un día, una asistente social de un asilo en la costa andaluza llama a la periodista televisiva que hay un hombre que podía ser el famoso Julio Arenas.



El supuesto actor fue encontrado como un indigente tras sufrir una insolación sin documentación ninguna, ni recordar nada de su pasado ni de su identidad. Fue llevado a un asilo, donde vive haciendo pequeños arreglos a las monjas que dirigen el establecimiento. Lo único que ha logrado contar es que ha viajado por todo el mundo, y guarda con mucho celo una fotografía de una joven vestida de china. Miguel le identifica fácilmente como su amigo, aunque éste no, incluso cuando le muestra la imagen de ellos juntos en la mili. Tampoco reconocerá a su hija, que era una niña cuando desapareció. La fotografía que cuida con mimo es de la película, de la joven que tiene que buscar. Por ello, Miguel piensa hacerle reaccionar proyectando el fragmento final de su película. El momento cuando trae de regreso de China a la joven para que el padre anciano puede despedirse de su hija tras muchos años separado. Será el momento de su muerte, y el desconsuelo de ella, su última mirada.



De esta manera, termina la larga película de Víctor Erice, con el primer plano de Julio Arenas y la joven, en la titulada película, La mirada del adiós,  luego solo el primero con los ojos abiertos para ser cerrados inmediatamente, ya en tiempo presente. Un juego de muchos que aparecen a lo largo del metraje que aluden al propio autor, que no llegó a realizar todos los proyectos cinematográficos por el tipo de cine, poético y artístico que quería hacer tras El espíritu de la colmena y El sur. Una preocupación estilística que se observa en Cierra los ojos, que muestra momentos de gran belleza, en planos generales y primeros planos sostenidos frente al espectador, con un ritmo lento, donde sobresale la palabra de los actores demostrando un soberbio trabajo. Se juega con el tiempo, y se recuerda con nostalgia el pasado, el real y el imaginario de los argumentos de dos películas en una, comprendidas como una búsqueda que nosotros interpretamos como un proceso difícil para recuperar la inspiración y el talento artístico.