El Museo del Prado presenta la exposición, EL TALLER DE RUBENS, que reúne más de treinta obras de su mano y de los colaboradores de su obrador, además de una teatralización o recreación del mismo en el centro de la sala 16B. A causa de la alta demanda de pintura en el siglo XVII por parte de coleccionistas, que incluían a las mismas casas reales de la época, los más afamados artistas, dispusieron de un taller con numerosos ayudantes, para poder afrontarla y cumplir con los encargos. Se creó, así, una auténtica imagen de marca de sus productos, como en la actualidad, donde la participación del maestro, mayor o menor, suponía proporcionarle un precio u otro al cuadro definitivo. Le sucedió a Pedro Pablo Rubens, uno de los pintores más afamados y demandados del momento, que estuvo al servicio de los gobierno, como de muchos coleccionistas privados de la época. Se conserva numerosa documentación que atestigua el trabajo del taller orientado a este floreciente mercado.
Conocemos diferentes imágenes de estampas y pinturas de cómo debería ser el interior de un taller con algunos ayudantes trabajando en las distintas etapas del proceso de elaboración. Una actividad que reivindica su consideración como un arte noble, distinta al gremio artesano. La imagen retratada del mismo Rubens es la de un personaje altivo y con los signos de la aristocracia. Su vivienda se parece más a un palacio que a una modesta residencia. La exposición muestra la forma de proceder del pintor a través de distintos ejemplos. En general, el maestro participaba en todos los cuadros que salían del taller, unos realizados totalmente de su mano, y otros, con un simple o varios retoques, para uniformizar la composición o rectificar algunas de sus partes, incluso para incluir alguna figura completa. Dos cuadros sin terminar nos informan de la manera de pintar de Rubens, que permitía la colaboración de ayudantes, a través de las distintas fases de realización.
La primera fase es la preparación del lienzo realizado con tela de lino; la segunda corresponde al dibujo directo o desde una representación en papel; la tercera el bosquejo que incluye el modelado con algunos tonos de color; la cuarta supone la aplicación del colorido en varias capas respetando el secado de una sobre otra; y la última, tras el retoque, está dedicada al barnizado. Este proceso permite el trabajo de los ayudantes en alguna fase del mismo o en casi todas. De esta manera, la exposición presenta varios cuadros del numeroso encargo realizado por Felipe IV para el pabellón de caza, la Torre de Parada. donde podemos conocer todas las variantes: una obra, Saturno devorando a un hijo, enteramente de la mano del maestro, mientras, Demócrito, el filósofo que ríe, es obra de un ayudante, salvo algún retoque mínimo. El Mercurio y Argos, del mismo encargo, fue una realización conjunta entre Rubens y sus colaboradores. La pincelada espontanea y empastada, junto a la intensidad creativa que demuestra, el primero, contrasta con las zonas más sumarias de los segundos.
Estos contrastes hasta cierto punto sutiles que se evidencian entre maestro y ayudantes lo observamos de nuevo en un cuadro de gran tamaño como es el Aquiles descubierto por Odiseo y Diomedes, como en los bocetos y modelos para tapices, La educación de Aquiles y La muerte del cónsul Decio. Por otra parte, los obradores producía versiones del mismo cuadro, especialmente retratos destinados a la venta o regalos entre gobiernos. Es el caso de las versiones de gran calidad sobre la efigie de Ana de Austria, reina de Francia, que observamos en la exposición. Una la del Museo del Prado, de Rubens enteramente, y otra de un ayudante. La primera se descubre porque el artista la va construyendo según aplica el color, fruto de su energía creativa, la segunda imita la primera tal como es, sin permitirse una duda o un cambio, aunque son de diferente tamaño. El maestro, además, se sirvió en otras ocasiones de pintores especialistas renombrados para la representación de animales, paisajes, flores o frutas, como en la obra, Filopómenes descubierto, realizada junto a Frans Snyders.
Finalmente, la exposición muestra los objetos significativos del taller. Observamos, cuadros inacabados y otros terminados, lienzos, marcos, herramientas, paletas, pinceles, caballetes, la trementina para el oleo, que proporcionaba un fuerte olor; ejemplos de esculturas clásicas de las que era coleccionista Rubens, y luego reproducía en sus pinturas; su peculiar sombrero de ala ancha junto a su capa y espada, signos de ennoblecimiento, y un escritorio y unos libros, para estudiar y dibujar sus bocetos. Para la ocasión, se ha elaborado un vídeo en colaboración con el pintor Jacobo Alcalde Gibert, que nos ilustra las fases del proceso de realización de una pintura en el obrador, a partir de la obra, Mercurio y Argos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario