LA PINTURA DE GABRIELE MÜNTER


 

El Museo Thyssen presenta la exposición, GABRIELE MÚNTER. LA GRAN PINTORA EXPRESIONISTA, que reúne fotografías, pinturas, grabados y dibujos de esta artista alemana, una de las pocas mujeres artistas que en su época consiguieron dedicarse al arte al mismo nivel que sus compañeros varones, y lograr una cierta fama. Independiente a un destino determinado por las obligaciones familiares del cuidado de la casa y de la prole, consiguió su sitio en la historia del arte. Múnter mostró pronto su talento. Lo demostró primero a través de la fotografía a finales del siglo XIX cuando adquirió en su viaje a EEUU, lugar donde habían emigrado sus padres, una pequeña cámara portátil. Esas imágenes serán llevadas con un criterio propio a sus pinturas. La presente exposición tiene un recorrido cronológico y temático. La artista se formó en Münich y París, y viajó por Europa en diversos momentos de su vida, así como residió en distintos países.



La trayectoria profesional y artística de Múnter está registrada desde muy joven, y la exposición la divide en distintos apartados. Se conservan las antiguas fotografías que tomó de su viaje por EEUU a finales del siglo XIX, y luego otras a comienzos del XX, en Alemania, Francia y Túnez. El primer estilo de la artista pertenece a un impresionismo tardío con la aplicación empastada del color. Luego, tras su formación viajera, y el conocimiento de las vanguardias emergentes, al expresionismo, un estilo que pretende simplificar el tema representado, mediante el color plano y el subrayado lineal. Un tema entendido como un extracto, una simplificación, que mira al interior o espiritualidad del artista, que supone, una busqueda de lo auténtico, en la naturaleza y en los dibujos infantiles. También en la pintura popular de Baviera hecho sobre cristal. Fue miembro y fundadora del grupo vanguardista, El jinete azul, junto a su pareja, Wassily Kandinsky, además de Franz Marc, August Macke  y Paul Klee.



Münter conoció a Kandinsky muy a comienzos del siglo XX, siendo ella alumna de la escuela privada Phalanx, y él, profesor. Desde allí no se separaron, y viajaron juntos entre 1904 y 1908 por Europa y el norte de África. Vivieron un año en París, luego se instalaron en Murnau en las estribaciones de los Alpes bávaros. De ahí, a la renovación del arte de Münich, con la formación del grupo expresionista. El estallido de la Primera Guerra Mundial, hizo que se exiliara en 1915 a Escandinavia. Conoció en este periodo el éxito, hizo viajes, pero también, pasó por dificultades económicas que le obligaron a realizar retratos por encargo. En 1920 regresó a Alemania. Se inicia un periodo sin domicilio fijo y se dedica mucho a dibujar a mujeres libres y emancipadas que frecuenta en el periodo de la República de Weimar. En 1931, se instala de nuevo en Murnau. La dictadura nazi le obliga a reducir su actividad pública ante un régimen político que considera su arte como degenerado. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, se produce un redescubrimiento de su arte y la reivindicación de su figura.



Los temas de su pintura son variados. Paisajes naturales y urbanos; escenas de interior; naturalezas muertas y retratos, unas obras que ella consideraba como las tareas más audaces y difíciles, las más espirituales y extremas. Cualquier observador se sorprenderá de la fuerza y captación psicológica de los mismos, de su fuerza por su ejercicio de introspección. Lo podemos aplicar a sus autorretratos o al sobresaliente de Marianne von Werefkin, y otros muchos, en interiores con floreros o próximo a una ventana, o incluso, en exteriores. Su estilo de pintura propio fue siempre el expresionismo, superando sus inicios de un impresionismo tardío, y ciertos ejemplos, posteriores, en la abstracción a la que evolucionará Kandinsky, o la Nueva Objetividad.


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