RODIN Y GIACOMETTI

Alberto Giacometti posando con Los Burgueses de Calais de Rodin, 1950

La Fundación Mapfre de Madrid organiza la exposición, RODIN-GIACOMETTI, una muestra aplazada por el confinamiento establecido por el estado de alarma, y que en estos días, abre al público de nuevo. Una de las primeras exposiciones tras el cierre cultural impuesto por la pandemia. El público, todavía en su mayoría madrileño, puede otra vez reencontrarse con el arte. Quedan pocas horas para que las Comunidades Autónomas y las fronteras vuelvan a abrirse. De esta manera, llegarán aquellos turistas interesados más lejanos, y su viaje, no será en vano, pues la muestra madrileña tiene un alto interés, al demostrar los vínculos entre estos dos escultores separados por más de una generación.

August Rodin, Monumento a los Burgueses de Calais, 1889

Rodín fue el primer escultor moderno. Aquél que superó la mímesis de la realidad, el ya antiguo monumento conmemorativo, para crear un arte fruto de la indagación personal del artista. Radical e incomprendido en su tiempo, a finales del siglo XIX, y ya famoso a comienzos del siglo XX, influirá en los artistas posteriores. Así, la exposición madrileña, demuestra los vínculos entre este artista y el suizo Alberto Giacometti, y lo consigue, distribuyendo las obras de ambos en distintas secciones que los hacen muy próximos. El recorrido comienza con Los Burgueses de Calais, aquella escultura de Rodin, expuesta en un parque de París, donde fue fotografiado el suizo. A partir de este punto de entrada, todo son concordancias.

Giacometti, El claro, 1950

Las concordancias en común son numerosas. En principio su formación. La escultura antigua y primitiva. Los mármoles clásicos y las obras egipcias y mesopotámicas. Ambos las dibujaron de forma extraordinaria, porque manejaban esta técnica de forma virtuosa. Rodin, igualmente, estuvo muy influido por Miguel Ángel. Sin embargo, fue mucho más allá, por lo que recibió numerosos calificativos, impresionista, expresionista o simbolista. Crea una nueva manera de hacer arte, en este caso escultórico. Atiende al modelado y al fragmento, a la expresividad de la obra. El artista llega a dejar las huellas de su manos en la materia y no le importó exponer fragmentos como si fueran esculturas terminadas.

Giacometti, El hombre que camina II, 1960/ Rodin, El hombre que camina, 1907

Giacometti tiene las mismas características. Además, ambos transmiten sentimientos universales. Rodin expresa fuerza, dolor, angustia, soledad o vacío, primero a través de la deformación del rostro y el gesto, luego, con el paso de los años, con la representación de lo esencial. El artista suizo, por u parte, expresó mediante figuras alargadas y frágiles, toda la complejidad de la vida, una humanidad al borde del abismo, la crisis y desolación de la sociedad tras la Segunda Guerra Mundial. Finalmente, ambos repiten los motivos, trabajan mediante series, que se interpreta como un deseo de alcanzar la verdad, que resulta inalcanzable. Giacometti afirma que se siente incapaz a la hora de captar la esencia del modelo.


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