El Museo ICO de Madrid presenta la exposición, PUEBLOS DE COLONIZACIÓN. MIRADAS A UN PAISAJE INVENTADO, fruto de una investigación de ocho años, que se nota en la calidad de sus numerosos documentos, maquetas, utensilios de labranza, fotografías antiguas y actuales, que dejan pequeño el espacio expositivo. Un espacio que se haya dividido en una primera parte histórica en el primer piso, y una segunda, actual, elaborado en los últimos años, y centrada en las vidas y costumbres actuales de los colonos. Entre 1943 y 1971 se construyeron casi trescientos pueblos, principalmente en zonas despobladas y baldías. Respondía a una política de la España autárquica de la dictadura que pretendía la autosuficiencia económica, tras quedar aislada en el contexto internacional después de la guerra mundial. Igualmente, a la necesidad de aumentar la superficie cultivable del regadío, para incrementar la productividad. Para ello era necesario la creación de infraestructuras hidráulicas. Seguía la tradición histórica del regeneracionismo de principios de siglo, y luego los proyectos de reforma agraria de la Segunda República.
Numerosos pueblos fueron construidos en este periodo seleccionando a unos habitantes procedentes de lugares cercanos o de antiguas poblaciones inundadas por nuevos embalses entorno a los ríos más importantes del país, especialmente en Extremadura y Andalucía. Destacará su arquitectura racional, que combinará la modernidad estilística, con los materiales tradicionales. Igualmente, se planificará el urbanismo rural para atender los servicios de la población. Lo más destacado la dirección arquitectónica encabezada por José Tamés, y sobre todo por el arquitecto y mecenas impulsor artístico, José Luis Fernández del Amo, que supo rodearse de otros profesionales jóvenes en aquellos momentos, que aprovecharon el reto de diseñar y construir pueblos desde cero, sin apenas cortapisas. Participaron, así maestros como Alejandro de la Sota, José Borobio, José Antonio Corrales, Antonio Fernández Alba y Fernando Terán. Las consecuencias fueron diseños originales en cada localización alcanzando la excelencia entre la modernidad y la arquitectura vernácula.
Un apartado especial de la exposición, siguiendo el recorrido, lo constituye el mecenazgo artístico impulsado por José Luis Fernández del Amo, que fue también director del Museo de Arte Contemporáneo en los años cincuenta. Apostó por este arte, frente al académico y tradicional, no sólo en la arquitectura, sino también en las artes plásticas que tenían que decorar con pinturas, cerámicas, esculturas y vidrieras, las iglesias y plazas de los nuevos pueblos. En consecuencia, nos encontramos obras del informalismo o la abstracción, junto a la figuración estilizada en estos lugares. Artistas renombrados como Manuel Hernández Mompó, José Guerrero, Manuel Mampaso, José Luis Sánchez, Pablo Serrano, y otros muchos, con gran cantidad de mujeres, estuvieron bajo su patrocinio, que les permitió unos ingresos al servicio del Estado, para luego ellos trabajar con libertad artística. Queda por inventariar muchas de estas obras, algunas deterioradas, sin firmar y fuera de sus catálogos. Algunas crearon controversia con los curas, que preferían el Arte Barroco tradicional para la imágenes y pinturas.
Una habitación se dedica a las fotografías del fotógrafo norteamericano, W. Eugene Smith, que en los años cincuenta hizo un reportaje para la revista Life, que retrataba la pobreza de la población campesina bajo la dictadura. Se oponía a los incipientes tratados de EEUU con Franco en pleno periodo de la Guerra Fría. Dicho reportaje fue contestado por periodistas y escritores al servicio del régimen, defendiendo las bonanzas de la situación del campesinado, poniendo como ejemplo los recientemente construidos pueblos de colonización, que no necesitaron, decían, los fondos del Plan Marshall. Se llega, así, al segundo piso tras atravesar un pasillo decorado con un mural realizado con utensilios de labranza. Nos encontramos con los pueblos de colonización y sus habitantes en la actualidad. Son los protagonistas, capturados en vídeo y en excelentes fotografías, realizadas por los comisarios de la exposición, Ana Amado y Andrés Patiño, que han dejado constancia durante ocho años, del estado de estos lugares, del sentir de sus gentes. Unas gentes que ven reconocido su trabajo, felizmente recompensado con la propiedad de sus casas y sus fincas, desde unos inicios, tras emigrar, de una vida en precario, como la mayoría de los campesinos de aquella época. Queda mucho por saber e investigar, y los comisarios ofrecen al público que hagan sus propuestas en una pequeña tarjeta a cambio de la reproducción de alguna de las fotos expuestas.
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