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El Archiduque Leopoldo en su galería de pintura, D. Teniers |
El Museo del Prado organiza una amplia exposición titulada
LA BELLEZA ENCERRADA. De Fra Angelico a Fortuny que reúne 281 obras de sus propias colecciones con unas características especiales. Forman un conjunto compuesto por cuadros de gabinete, de devoción, bocetos preparatorios, pequeños retratos, esculturas y relieves, en general de reducido formato, la mitad de los cuales no se han visto por el público en el Prado en los últimos años. Se encontraban conservadas en los almacenes o depositadas en insitituciones. De ahí el título de la muestra, aunque en su origen tuvieron igual situación. Las obras se ordenan en 17 salas en un recorrido cronológico intenso y extenso que comienza a fines del siglo XIV y principios del siglo XV, y termina a finales del siglo XIX en España. En determinados momentos la agrupación presenta un caracter temático. El espectador puede comprobar la evolución estilística de la pintura a lo largo del tiempo y el contraste o interpretación diferente del mismo por los artistas de distinta procedencia geográfica.
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Atenea Partenos, s. II, Museo del Prado |
Contituye una exposición muy valiosa para el aficionado o el estudioso de la historia del arte. Para el Museo del Prado ha sido un gran esfuerzo de organización de estos fondos no expuestos habitualmente. Despierta el interés por dos razones: por la calidad de la obra conocida a nivel de entendido en pintura o escultura, o totalmente desconocida para el público en general, por la forma en la que se exponen al público. Se converva el sentido íntimo, de gabinete o devocional, de taller del pintor, que tienen. Arranca la muestra con una pequeña escultura de Atenea Partenos, copia del siglo II en marmol, símbolo de la Sabiduría y de las Artes. En las salas se juega con la perspectiva uniendo los espacios y la colocación de las piezas. Algunas de ellas se ven en pequeños receptáculos en el que el visitante tiene que estar sentado, como los frontales de las arcas representando
El rapto de las sabinas de los Aspertini; otras a través de un orificio, en una cámara oscura, como el cuadro de Luis Paret de una muchacha durmiendo en una hamaca.
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Muchacha durmiendo, 2ª m. s. XVIII, Luis Paret |
A pesar del pequeño formato o su desconocimiento, aunque algunas siempre han sido expuestas en las salas del museo, forman un conjunto de obras maestras de diferentes géneros y de los artistas más renombrados de la historia del arte europeo. Te encuentras pintura de devoción en todas las épocas hasta incluso el siglo XIX, especialmente a finales de la Edad Media y comienzos del Renacimiento. Puedes contemplar a los grandes maestros, Fra Angelico, Mantegna, piezas de seguidores del Bosco, Gerard David, Patinir, Hans Memling, Robert Campin o Juan de Flandes. Según avanza la cronología, de Rafael, Andrea del Sarto, piezas curiosas de Guido Reni o Correggio y atractivas obras de El Greco. El paisaje, la mitología y la alegoría completan el conjunto. Un capítulo especial lo forma la obra de Rubens y la de Jan Brueghel el Viejo. Los maestros españoles de esta época brillan especialmente, Velázquez, Zurbarán y Murillo. Éste último con los bocetos de las pinturas del
hijo pródigo, junto a numerosas obras de género de David Teniers,
la historia de Reinaldo y Armida, o el conjunto satírico representando escenas con monos.
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Martirio de Santa Apolonia, Guido Reni, 1600 |
En el tránsito al siglo XVIII sobresalen cuadros y bocetos de Luca Giordano. Atraen sobremanera, ya en este siglo, dos cuadros de Jean-Antoine Watteau. La decoración del nuevo palacio real se encuentra representada por los bocetos de Giaquinto, Tiépolo, Bayeu y Rafael Mengs. El éxito del pintor Luis Paret en la época al reflejar la vida alegre y divertida de la sociedad del Antiguo Régimen las puede contemplar el visitante en algunas obras reunidas. La selección de las pinturas de Goya impacta por su extraordinaria calidad. Primero con su pequeño autorretrato, luego con pequeños bocetos para los cartones destinados a la fabricación de tapices y obras de devoción, o las geniales,
La duquesa de Alba y su dueña, Vuelo de brujas, y
Los cómicos ambulantes. De mediados y fines del siglo XIX, sobresalen las piezas que tienen a la mujer como protagonista, como la pintura de Vicente Palmaroli, muy reproducida,
En vue, y las obras de Fortuny, sin duda las más conocidas.
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La duquesa de Alba y su dueña, Goya, 1795 |
Destacan igualmente las pinturas de la exposición por la variedad de los soportes, tabla, lienzo, cartón, lámina de cobre, muchos de ellas, hojalata, bronce, papel, y pizarra y venturina, como una
Natividad de Pietro da Cortona, lo que da idea de la esquisitez de las piezas. Sobresale, por otra parte el capítulo de los retratos y autorretratos, especialmente de artistas, como el famoso de Durero o Goya, o los no tan conocidos, de Luis Paret, Pedro Orrente, Solimena, Francisco Domingo Marqués y Alonso Sánchez Coello. Finalmente, la exposición termina con una postal de 1900 que reproduce el
Retrato de Mona Lisa, situada en un cristal frente a la puerta de salida. Se alude así, a las nuevas formas de disfrutar, estudiar, difundir, y conocer el arte en el siglo XX. En este sentido esta muestra la puede visitar cualquier interesado, ya en nuestra época en el catálogo interactivo de la página web del museo.
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El mono pintor, David Teniers, 1660 |
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