EL DETERIORO DE LA MEMORIA


 La capacidad cognitiva del ser humano tiene en la memoria un elemento fundamental. Llegamos a conocer, si recordamos en primer lugar realidades del pasado que podamos relacionar con las que descubrimos en el presente. El razonamiento necesita manejar información acumulada para deducir una interpretación correcta de cualquier circunstancia nueva. Según envejecemos, la memoria se va deteriorando, sobre todo la inmediata, mientras conservamos más fielmente la acumulada desde hace años. Sin embargo, existen enfermedades de nuestro cerebro  que provocan casi la completa pérdida de la misma, incluso la capacidad de discernir. Es lo que le sucede al protagonista de la película, EL PADRE, del director británico, Florian Zeller, sobre una obra de teatro del mismo autor.



Anthony, el protagonista, es un hombre mayor, que tiene que dejar de vivir sólo, e incluso de recibir ayuda de una asistenta, por la progresiva pérdida de la memoria. A su única hija no le queda otra solución que llevarle a vivir con ella. Pero el deterioro metal se incrementa hasta tal punto que llega a perder la noción de realidad; a discernir qué es lo verdadero y falso; quién es quién, la identidad de cuantos le rodean; el lugar dónde se encuentra, si en su casa o en la de su hija; el por qué desaparecen objetos de la casa o se acumulan. Todo ello lo va experimentando Anthony ante la cámara, y el propio espectador, que observa atento la acción de la película desde el punto de vista de lo que siente el protagonista. Un punto de vista que nos provoca confusión como la que tiene en su mente.



Sabemos al final, que su hija ha tenido que irse de Londres para vivir con su pareja en Francia. Que Anthony está ingresado desde hace unos meses en una residencia, que le proporcionan todos los cuidados necesarios. Ya apenas puede valerse por sí mismo. El deterioro cognitivo se ha incrementado. Sufre una auténtica regresión a la infancia, de ser un veterano ingeniero que tuvo dos hijas, una de las cuales murió en accidente, y a quien echa especialmente de menos. Tiene miedo porque incluso ya no se conoce a sí mismo. Apenas podrá disfrutar de los cortos paseos por el jardín, de los excepcionales días soleados y el movimiento de las hojas de los árboles por el viento.

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