LA ILUSIÓN DE LA VIDA


 

Al volver la mirada al pasado reciente nos encontramos con cambios importantes en la forma de experimentar la cultura, la música y el cine. Todas están relacionadas con las transformaciones políticas y sociales del momento. También con los avances tecnológicos de los últimos años. Hubo una época que el cine se veía en grandes salas con muchas butacas. Los edificios que las contenían eran auténticos palacios que unía a los espectadores en una única obra cinematográfica. Constituía un acto social y a la vez cultural. Luego, esos edificios se dividieron en salas más pequeñas o se reconvirtieron en otras actividades, fueron cerrando progresivamente según pasaron los años y el mundo analógico dio paso al digital con numerosas pantallas. Las personas de una cierta edad recordarán los numerosos locales que poblaban el centro de las ciudades, a veces varios en unos cientos de metros. Hoy se ha perdido casi todo eso según ha evolucionado el ocio de la gente.



Recordar un momento concreto del pasado a través de la experiencia del cine es lo que hace la película, EL IMPERIO DE LA LUZ, escrita y dirigida por Sam Mendes, un periodo de la vida de su autor a comienzos de la década de los ochenta, una época de importantes cambios políticos y sociales que afectaron a la cultura. La historia se sitúa en una ciudad costera del Reino Unido en un cine frente a la playa. Los empleados, gerentes, taquilleros y acomodadores son los protagonistas. Sobre todo destaca la regidora, Hilary, interpretada por Olivia Colman, una mujer con problemas mentales, atenazada por la soledad, que va a tener una relación amorosa con Stephen, el nuevo empleado negro, un joven estudiante que quiere entrar en la universidad y que sufre el racismo de la sociedad británica, especialmente de los cabezas rapadas.



El título de la película alude a dos aspectos de la historia. Imperio es el nombre del cine donde se desarrolla la acción. La luz se entiende como homenaje a la esencia del cine, de las cámaras que proyectan las imágenes en movimiento a través de fotogramas. Sam Mendes exalta el valor del cine sobre las personas, su poder curativo, porque la vida es un estado mental que puede ser estimulado por la ilusión cinematográfica. Es el remedio que al final acepta Hilary, el visionado de una película que le hace feliz, Bienvenido, Mr. Chance, porque antes se negaba a ver películas a pesar de estar cerca de ellas, fruto de su demencia y desesperación. Ha superado el acoso y las humillaciones del gerente Sr. Ellis, al revelar la verdad de sus infidelidades el día de la premier de la película, Carros de fuego, cuando estaban presentes su mujer y el alcalde. Stephen ha sido aceptado en la universidad para estudiar arquitectura, después de sufrir el acoso diario y la violencia racista. El presente se vuelve de su parte, en una época difícil y de confrontación que hicieron retroceder las libertades.

No hay comentarios:

Publicar un comentario