En la posguerra española se produjo un intenso proceso de éxodo rural hacia las grandes ciudades y las zonas industriales. Numerosos contingentes de antiguos campesinos sin muchos recursos, jornaleros, fueron desplazados por la progresiva mecanización del campo. Pero los lugares de llegada, no estaban preparados para acogerlos. No tenían suficientes viviendas para alojar a las numerosas familias, ni servicios para satisfacer sus necesidades. Muchas de ellas se vieron abocados a construir a finales de los años cincuenta, sus propios alojamientos de manera precaria. Auténticas chabolas en periferias muy alejadas del centro urbano sin agua, luz, alcantarillado, escuelas o establecimientos sanitarios. Surgieron barrios improvisados sin asfaltar y sin buenas comunicaciones que los uniera a la ciudad. La historia de uno de estos barrios nos la cuenta la película, EL 47, dirigida y escrita por el director Marcel Barrena.
Al padre de Manolo Vital le fusilaron los falangistas en 1936. Solamente le dejó como herencia un reloj. Llegó desde un pueblo de Cáceres a Barcelona en 1958 sin apenas medios. Tenía una hija pequeña. Junto con otros emigrantes, principalmente de Andalucía, se asentaron en el monte situado junto a Torre Baró, un lugar alejado del centro. Con grandes dificultades construyeron un barrio chabolista, a pesar que las autoridades les obligaban a construir y techar su vivienda en un día. Veinte años después, en plena Transición política, apenas habían cambiado las cosas. Las calles seguían sin asfaltar; no tenían servicios educativos ni sanitarios, incluso agua corriente en las casas, y la electricidad se cortaba cada poco. Desplazarse al centro de la ciudad era difícil. No llegaban los autobuses urbanos. Y el abastecimiento de alimentos era irregular.
Por aquellos años, y ante la precariedad de la vida diaria en esos barrios, surgieron asociaciones de vecinos para organizar sus reivindicaciones. Una de ellas fue la organización de Torre Baró, cuyo líder fue Manolo Vital, que estaba empleado en la compañía de autobuses municipal. Conducía en la línea 47, la que pasaba más cerca de su casa, que no comprendía por qué no subía hasta el poblado. De esta manera, un día se propuso dirigirse al Ayuntamiento barcelonés para que enlazasen el centro, la Plaza de Cataluña, con su lugar de residencia. Ante las sucesivas negativas, decidió secuestrar el autobús que conducía, y subirlo al monte donde estaba asentado Torre Baró, que logró con grandes dificultades y por caminos estrechos y sin asfaltar. Este acto reivindicativo fue celebrado por todos los vecinos, sin embargo, en plena fiesta, fue interrumpido por la policía que detuvo a Manolo. En los títulos de crédito nos informan que fue llevado a juicio y perdió el trabajo. Pero luego, tras la presión ciudadana fue readmitido, y además, el Ayuntamiento, creó una línea periférica que llegaba al barrio. La democracia, la satisfacción de los derechos y necesidades de la gente se impuso frente a la represión y la pobreza que provenía de la dictadura.
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