El arte y los artistas se ven influenciados por el entorno social que les rodea, la época que les ha tocado vivir. Igualmente influye las personas, los familiares que se relacionan con ellos. Los llamados pintores postimpresionistas dejaron de reproducir miméticamente la naturaleza para representar la interpretación que el artista tenía de ella. Los más importantes fueron Cézanne, Van Gogh y Gauguin, pero otros muchos a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, emplearon el color para mostrar una perspectiva original de la realidad, entre los que destacaron el grupo vanguardista de los Nabis, formado por artistas jóvenes entorno a la figura de Paul Sérusier. La película, BONNARD, EL PINTOR Y SU MUSA, escrita y dirigida por Martin Provost, cuenta la trayectoria de uno de ellos, tal vez el más famoso, junto a la mujer con la que convivió y representó en más de un tercio de su obra.
Pierre Bonnard era un joven pintor emergente y prometedor en el París de la última década del siglo XIX. Muy bien relacionado socialmente con otros pintores y con adinerados que le mantenían en su oficio, que por aquellos años no daba apenas para vivir. Provenía de la burguesía, pero no compartía sus valores, por ello quería apartarse de su familia. Su vida y su pintura cambiaron cuando contrató a una chica de origen humilde para que posara, que le influyó tanto que se convirtió en su modelo, musa y compañera. Marthe, decía que era huérfana, sin familia. La realidad es que su madre vivía humildemente en una buhardilla junto a su hermana. Los primeros tiempos de su relación los vivieron apasionadamente. Ella protagoniza sus lienzos desnuda, y se pregunta por qué las mujeres posan así ante los artistas. Pierre le responde que prevalece la mirada masculina del pintor y del público.
Según asentaban su relación, pronto pudieron tener más recursos económicos. Marthe rehuía la vida social de París. Además no quería ser señalada por esa mujer de rasgos difuminados que enseñaba su anatomía. Un día de excursión junto al río Sena en medio de un idílico paisaje, mientras amenaza tormenta, descubren una casa de alquiler donde se refugian de la intensa lluvia. Será el lugar donde vivan a partir de ese momento, donde tengan un amor libre al que aspiraban los dos. Prevaleció el deseo del artista de no casarse ni tener hijos. También será el entorno que Bonnard representará en sus cuadros durante muchos años. Allí recibirá a sus amigos artistas y mecenas con los que compartirá el atractivo paisaje y comidas al aire libre. Un entorno feliz y luminoso captado a partir de colores brillantes.
La película tiene otros tres momentos de la vida de Bonnard y Marthe a modo de capítulos. El segundo se fecha en 1914 justo antes del comienzo de la Gran Guerra, donde se observa la crisis de pareja que empiezan a sufrir. Sus amigos, Cluaude Monet y Éduard Vuillard, son testigos de esas desavenencias. El tercero corresponde al verano de 1918, poco antes del final de la guerra en la que participó el pintor. Por esa época, se trasladan de nuevo a París, donde Marthe no se encuentra a gusto. Pero los celos le consumen por el tiempo que el artista pasaba sólo en la capital. Pronto descubre a la nueva musa del artista. Una joven estudiante de Bellas Artes. Después de trasladarse a su casa campestre, formarán un trío amoroso. Marthe consiente la situación en favor de Bonnard, que recupera la antigua pasión. Pero, la joven, quiere ser la única mujer del pintor y casarse con él. En principio, el pintor no acepta, pero quiere tenerla en secreto.
Ya en los años veinte, Bonnard viaja a Roma para visitar a su familia. Un pretexto para convivir con Renée, su nueva y joven compañera, que está empeñada en casarse y tener hijos. Justo antes de la ceremonia, el pintor decide volver junto a Marthe, a quien echaba de menos, y que estaba aislada, enferma, en su casa de campo. Había roto algunas obras de su pareja y había empezado a pintar. Tras su vuelta, ella se recupera mentalmente. Bonnard le pide el matrimonio, que acepta. Luego consigue un cierto éxito al exponer su obra al público. En ese periodo le llega a Bonnard la noticia que Renée se había suicidado tras su vuelta a Francia. El pintor se culpa de sus actos. Finalmente, el cuarto capítulo corresponde a los años cuarenta. Viven a orillas del Mediterráneo ya ancianos. Bonnard sigue pintando y cuidando de Marthe, que tiene problemas mentales, atormentada por sus recuerdos. Un día ella muere, cinco años después lo hará el propio pintor. Termina una vida juntos unidos por la pasión y la pintura en una singular y compleja relación mutua.
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