CONTRA UNA POLÍTICA INHUMANA


 

La práctica política debe tener en cuenta a los ciudadanos a quien va destinada. Debe respetar los más elementales derechos humanos y exponer claramente sus verdaderas intenciones. Sobre todo si va destinada a la población sin muchos recursos. La auténtica democracia impide gobernar para una élite, unos pocos privilegiados, frente a una mayoría carente de ellos. Estos días se celebran las elecciones a la Asamblea Nacional francesa. La estrella de la selección de fútbol ha llamado a la participación de la gente frente a las fuerzas políticas que tienen en sus programas ideas contrarias al lema republicano, de libertad, igualdad y fraternidad. Unos partidos que tienen como su principal enemigo a los migrantes, tanto legales como irregulares, la gran mayoría de bajo nivel económico, al borde de la exclusión, que viven en condiciones penosas en viviendas sociales degradadas. Este es el contexto de la película, LOS INDESEABLES, escrita y dirigida por Ladj Ly, que nos cuenta la problemática de los migrantes que residen en deteriorados edificios sociales en la ficticia ciudad de Montvilliers.



El ayuntamiento de Montvilliers pretende reformar los barrios pobres demoliendo los edificios normalmente altos, muy deteriorados por el paso del tiempo. Pretende expulsar a los vecinos proporcionándoles una pequeña indemnización que nos les permite afrontar la compra de una vivienda nueva. El nombramiento de un nuevo alcalde por la muerte prematura del anterior, va a endurecer esta medida con el agravante que se va a valer de todos los medios para echar a sus gentes, la mayoría inmigrantes. Un incendio de una vivienda será el pretexto para expulsar a todo un edificio sin ninguna consideración, sin tiempo para recoger sus enseres o buscarse una alternativa habitacional. No tiene en cuenta que el edificio esta ocupado por numerosas familias con niños en edad escolar. Además, coincide con la Navidad. Se vale que los vecinos son originarias de otros países poco involucrados en las elecciones que por esa época se celebran en la ciudad.



Haby, archivera del ayuntamiento, y activista de una asociación que ayuda a las familias pobres a encontrar una vivienda, hace frente a la política de reformar los barrios del alcalde. Cree, en principio, que no tiene en cuenta que muchas familias son numerosas, y las nuevas viviendas son pequeñas. Luego se opondrá a los métodos despiadados del alcalde provisional, que obvia claramente los derechos humanos al intentar expulsar a los habitantes por cualquier pretexto, sin ninguna notificación previa. Este hecho provocará la reacción violenta de su novio que asaltará la casa del regidor para quemarla en plena cena de Nochebuena. La protagonista piensa que la desesperación y la reacción vengativa no conducen a nada. Haby apuesta por la participación política para vencer en las urnas de manera democrática a los partidos que desprecian a los pobres y a los migrantes. Un mensaje de actualidad estos días ante la posible llegada de ideologías autoritarias al gobierno de muchos países de Europa.

LOS BARRIOS DE MADRID


 

La Sala El Águila de la Comunidad de Madrid presenta la exposición, BARRIOS. MADRID 1976-1980. JAVIER CAMPANO, que forman una selección de 90 imágenes tomadas por el autor en aquellos años, que documentan el estado de la periferia de la capital. Lo mismo que se vivía la Transición política, existió una transición urbanística entre lo rural y lo urbano en esas zonas. Muchas de las cuales fueron antiguos pueblos incorporados a la gran ciudad. Influyó el éxodo migratorio desde el campo a partir de la Guerra Civil, incrementado por el Desarrollismo de los años sesenta y el crecimiento demográfico. La población se encontró con la dificultad de conseguir una vivienda por lo que en principio se construyeron de manera informal. Luego los promotores edificaron grandes bloques bajo la protección del Estado. Hasta la llegada de la democracia, muchas construcciones carecieron de auténticos planes urbanísticos. De esta manera, convivieron chabolas o casas bajas y grandes bloques de ladrillo rodeados de descampados. 



Este paisaje entre urbano y rural, documentó el fotógrafo autodidacta, Javier Campano por aquellas fechas. Un autor educado en el Photocentro y a través de revistas extranjeras o nacionales como Nueva Lente. Además, se ve la inspiración de autores como Robert Frank, con el trasfondo de Rayuela de Cortázar, y la música de Las Grecas y Bob Dylan. Constituyen un conjunto de imágenes realistas donde a veces prima el paisaje en planos generales; en otras, sus gentes y su modesta existencia, lo que constituyen, igualmente, en esta ocasión, paisajes, pero humanos. Todas las fotografías se exponen en gran formato y en blanco y negro, que registran distintos puntos de Madrid, tanto del norte, como Chamartín, Tetuán o el Barrio del Pilar, y Hortaleza, como el Sur, Vallecas, Orcasitas, el Pozo del Tío Raimundo, y más cercanos al centro, Legazpi y el Puente de Toledo.



En estas barriadas se descubre el paso del tiempo, la llegada de las distintas olas migratorias. Al principio se construyeron casas bajas, muchas de ellas chabolas, sin un plan concreto y sin servicios básicos. No existían ni calles, y el aspecto urbano era más bien rural, donde todavía existía la práctica del pastoreo. Luego, por aquellos años de finales de los años de 1970, se construyeron grandes bloques, que provocaron el desarrollo de unos barrios y el surgimiento de otros de la nada, en medio de un medioambiente áspero y sin apenas vegetación. Coincide con el fin de la dictadura franquista y la fortaleza reivindicativa del movimiento vecinal. Un movimiento cuya lucha sentaría las bases para la dotación de servicios y la mejora urbanística de estas zonas de la capital. Incluso la transformación radical de los mismos barrios. Javier Campano capta con su cámara todo este proceso. También la vida de sus gentes; los negocios de proximidad como las churrerías, los cines, los bares, hoy casi desaparecidos.




Hoy queda, por tanto, poco de aquellas imágenes que a modo de ventanas nos llevan al pasado. Sus gentes han envejecido y sus hijos no pueden recordar cómo fue aquello. Seguramente aquellos niños y adolescentes que juegan en sus calles, puedan dar cuenta de esos lugares, sobre todo los que han seguido viviendo en ellos, hoy muy transformados. Por eso, el valor de las fotografías de Javier Campano, porque no solo nos muestran un paisaje urbano, sino también, nos hablan de un trozo en la trayectoria de personas anónimas.



UN VERANO PARA RECORDAR



 Habitualmente se dice que nada es lo que parece. Puede referirse a las personas como a las cosas. Si son las primeras, interviene lo que se quiere o la capacidad de comunicar las emociones, las inquietudes o los deseos. Todo se podría también complicar en un grupo de personas, cada una establece una relación con los demás de manera individual o con el conjunto. Así, conocer resulta una tarea compleja y depende de donde pongamos el foco de interés y el punto de vista desde el que se parte. Las relaciones personales suponen una cesión en favor de la convivencia. La experiencia resultante es provechosa o frustrante, digna de recordar o traumática, inspiradora o el comienzo de un sentimiento, es lo que le sucede al protagonista de la película, EL CIELO ROJO, escrita y dirigida por Christian Petzold, cuyo periodo de vacaciones en una casa en medio del bosque cercana a la playa para acabar una novela, se convierte en una experiencia fundamental de su vida.



Leon, el protagonista, un joven escritor que ultima su segunda novela, decide trabajar junto a un amigo en la casa que les presta su madre junto al mar Báltico. El entorno respira tranquilidad solamente alterado por los molestos insectos y la lucha contra los incendios. Sin embargo, nada mas llegar, se dan cuenta que van a estar acompañados por Nadja, una joven que vende helados en el puerto  que reside en la casa, y por Devid, el socorrista de la playa. León se siente incómodo desde el primer momento. No puede dormir por los ruidos nocturnos que hacen sus compañeros. Además, su obsesión por el trabajo, le impide disfrutar del tiempo libre en la playa. Felix, su amigo, en cambio, alterna la realización de su portafolio fotográfico, con ocupaciones ocasionales como arreglar el tejado de la casa o hacer la comida.



Leon se siente atraído desde el primer momento por Nadja, que lleva una vida libre e independiente, abierta a los demás. Un día, se encuentran primero en el puerto, luego en el camino de regreso a casa. Hablan más tiempo que de costumbre y Leon le permite que lea el manuscrito de su nueva novela. Su opinión negativa hacia su escrito, hace que se redoble su interés por ella. Un día llegará el editor para revisar la novela. Descubrirá que Nadja no es lo que parece. Es una estudiosa de literatura bien formada y con criterio que entusiasma al editor. Al protagonista le crece el resquemor y la envidia. Mientras tanto la tragedia se caerá sobre el grupo. El incendio abrasa a Felix y a Devid en el bosque. Nadja, entonces, abandonará la casa. Meses después, Leon, visita a su editor, enfermo de cáncer, que alaba su nueva novela, inspirada en su propia experiencia. Un texto lleno de evocación y amor, que trata de la convivencia entre cuatro jóvenes diferentes en una casa a orilla del mar durante un verano caluroso y seco con la amenaza de un fuego incontrolable en la lejanía y la pasión desbordada de la juventud.

LA FOTOGRAFÍA DE GONZALO JUANES


 

La Sala Canal de Isabel II presenta la exposición, GONZALO JUANES. UNA INCIERTA LUZ, la primera antológica dedicada a este fotógrafo bastante desconocido que perteneció al grupo AFAL. Un desconocimiento fruto de su carácter tímido y autoexigente, además, por no centrarse profesionalmente en el medio, aunque muy vinculado por su labor crítica y su práctica solo publicitada a sus amigos. Fue influenciado por Cartier-Bresson y Robert Frank, y también por el trabajo de Nicolas Müller en sus inicios a quien llegó a  tratar personalmente.  La fotografía de Gonzalo Juanes no tiene una motivación narrativa externa a él, sino es el mismo y sus circunstancias lo que transmiten sus imágenes. Al principio de su carrera, se centró en el retrato y en la fotografía en blanco y negro. Luego abandonó tanto a uno como a otro al encontrar un estilo propio. Se cuenta que en un traslado perdió los negativos guardados en un armario. En la exposición se muestran algunos ejemplos que se conservan de finales de la década de los cincuenta. No volvería a ella hasta los años noventa, que también se exponen.



En los años sesenta se pasaría al color, en concreto a la diapositiva, a partir de carretes de la marca Kodacrome, que le ahorraron el trabajo y el tiempo en el laboratorio, bastante ingrato e impreciso para el fotógrafo, en su afán de perfección tonal. Coincide con su traslado a vivir a Asturias, su región natal, abandonando Madrid y su efervescencia cultural a la que volvería por motivos familiares, pues su mujer nació en la calle Vallehermoso. La capacidad de captar la riqueza del color y los matices lumínicos de esta técnica, le ayudaron a expresar claramente lo que pretendía fotografiar, la realidad del momento, su mundo circundante. Un estilo realista, centrado en documentar las costumbres, los paisajes urbanos y naturales, su propia vida, pero a la vez lírico y emotivo. Su obra está construida como lo refleja la exposición en series principales, como Asturias, El parque, Juegos, Crisis y Soledad o Punto Final que se extienden en el tiempo, y otras más concretas que realizó en un día, como El Descenso del Sella y La calle Serrano de Madrid.




A través de sus fotografías observamos por una parte, las gentes de Asturias con sus costumbres antiguas, en romerías y fiestas en las que participa el fotógrafo sin llamar la atención. En ellas, tiene un especial gusto por captar los grupos de personas sin una pose determinada, a veces atendiendo a un rostro con una mirada furtiva entre personas de espaldas. En otras, aparecen agrupadas informalmente ante el objetivo, o en momentos captados espontáneamente por la cámara. Por otra parte, los paisajes naturales, verdes y montañosos con esa luz neblinosa del norte. También paisajes urbanos de Gijón, centrados en la decadencia industrial y la fealdad de una ciudad descuidada con el paso del tiempo. Fuera de su región de nacimiento, destaca la pequeña serie que capta a un grupo de jóvenes en una terraza un domingo tomando el aperitivo en el Madrid burgués de la calle Serrano. Lucen tanto hombres como mujeres sus mejores galas para la ocasión. Captan un tiempo y una realidad pasada de forma original, como si la mirada se entrometiera en una realidad ajena, que se deja, de todas maneras, reflejar.



Al final, la vejez, la soledad, la enfermedad, la muerte, los objetos deteriorados por el tiempo, son los temas de su fotografía. Su maestría perdura en las que parecen sus últimas imágenes teñidas con una cierta desesperanza. Sin embargo, ya a comienzos del siglo XXI, llega un pequeño reconocimiento para esa actividad que pocas veces salió a la luz, en su ciudad natal y en el lugar donde estudió el Bachillerato. Después de una longeva vida, con la presente exposición podemos conocerla además de su obra artística, siendo un merecido y completo homenaje.



LA FOTOGRAFÍA DE DAVID GOLDBLATT


 

La Fundación Mapfre presenta la exposición, DAVID GOLDBLATT. SIN SEGUNDAS INTENCIONES, sobre la obra de este fotógrafo sudafricano a lo largo de siete décadas. En este periodo, y con espíritu crítico, retrataría su país bajo el régimen del apartheid, y su evolución posterior. Le favoreció ser blanco aunque de origen lituano judío para moverse con una cierta libertad en ese régimen que tuvo como política de Estado la segregación racial y la superioridad de la etnia europea de los colonizadores neerlandeses y alemanes desde 1948. Una minoría imponía su dominio económico sobre la mayoría indígena e inmigrante africana y asiática, que trabajaban a su servicio en la minería y en las explotaciones agrarias. También les desposeía de sus propiedades bajo las leyes segregacionistas. El régimen resultante impedía vivir juntos a los blancos con otras razas en zonas separadas. Esto fue origen de conflictos y de una fuerte oposición duramente reprimida.



David Goldblatt no capturó la violencia explícita del régimen, sino lo contenido, la inmanencia, lo alusivo de esa situación. Fue objetivo y a la vez crítico con un país y un régimen conflictivo basado en la injusticia sin respetar los derechos humanos más elementales. Lo observamos en la exposición que recoge toda su trayectoria. El título de la misma alude a su espíritu, cuando en 1970 colocó un anuncio breve en la prensa en la que deseaba fotografiar gratis a las personas en sus casas, sin segundas intenciones. Lo vemos en todas sus fotografías divididas temáticamente en seis apartados: Informalidad, Trabajadores, Extracción, Cerca/Lejos, y Congregación. Todos ellos aluden a diversas perspectivas de las imágenes. La primera alude a la economía al margen de las leyes y reglamento impuestos por el régimen y a la supervivencia, así, callada de la gente, que afronta y resiste las duras condiciones, que les impone la pobreza y un duro trabajo diario.



Ser trabajadores es la condición que les permite sobrevivir a las gentes discriminadas, incluso dentro de las propias labores diarias. Unos como servicio doméstico, otros albañiles o mineros. El régimen los segregaba, pero el trabajo aproximaba a las razas. Dejaba en evidencia la injustica e inhumanidad del sistema. El fotógrafo, de esa forma, capta su dignidad. La minería es una de las principales riquezas de Sudáfrica. Se encontraban en manos de los blancos. Los trabajadores negros eran los empleados en las explotaciones de oro y platino. David Goldblatt hizo un libro de estos ambientes cuando trabajaba para estas empresas. Años después tras la caída del régimen, volvió a los lugares contaminados y llenos de residuos. Fue testigo de este legado tóxico y su incidencia en las comunidades negras.



El apartheid pretendía separar a las gentes. Formar núcleos urbanos blancos exclusivos, pero se vio como una situación complicada, ya que se necesitaba la mano de obra negra. El fotógrafo captura esa peculiar proximidad con ironía entre comunidades segregadas pero a la vez muy próximas tanto en espacios públicos como privados. Esta falta de lógica produjo un escepticismo generalizado y situaciones de autoengaño en sus perpetradores. Goldblatt plasmó visualmente la incredulidad de los beneficiarios del régimen con imágenes de sus templos religiosos grandilocuentes o absurdas escenas de ocio suburbano en zonas de blancos. Un sistema racista que conoció una creciente oposición duramente reprimida, y que tras su caída, se fue desposeyendo de los símbolos que le identificaban en favor de la inclusión y de otros de carácter democrático.



ARTE Y TRANSFORMACIONES SOCIALES EN ESPAÑA



 El Museo del Prado presenta la exposición, ARTE Y TRANSFORMACIONES SOCIALES EN ESPAÑA (1885-1910), que reúne casi trescientas obras de pintura, escultura, fotografía, dibujo, grabado y documentos, sobre este periodo reducido de tiempo donde la sociedad de nuestro país vivió una serie de cambio fundamentales, y el arte, fue testigo de los mismos. La muestra ocupa todos los espacios disponibles en la ampliación de los Jerónimos, lo que nos da una idea de la importancia de la misma, sin duda, la más relevante de este año. Gran parte de los fondos provienen del propio museo, pero casi nunca expuestos, que se unen a la colaboración de numerosas instituciones y coleccionistas. Provienen, en el caso de las pinturas de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, muchas veces adquiridas por el Estado. Otras llegaron a ser premiadas en las citas internacionales de París de 1889 y 1910. El periodo cronológico es reducido, unos veinticinco años, pero intenso en el proceso de modernización de España. Un fenómeno que sucedía con mayor intensidad en otros países europeos.






Reúne, de la misma manera, a lo más granado de los artistas españoles. Tras superarse la etapa de predominio de la pintura de historia, será la que refleje la temática social, la que destaque. A su vez, podemos establecer dos subperiodos, uno de tratamiento objetivo, naturalista, similar a la corriente francesa, representada por autores como Luis y José Jiménez Aranda, Vicente Cutanda, Joaquín Sorolla, Santiago Rusiñol y Ramón Casas; y otro más expresivo, influenciado por las corrientes expresionistas, con autores destacados como Darío de Regoyos, Francisco Iturrino, Isidre Nonell, Evaristo Valle, José Gutiérrez Solana, y los jovencísimos, Pablo Picasso y Juan Gris, entre otros. Por otra parte, la exposición ser organiza en catorce secciones que se inician por el mundo del trabajo, en el campo, el mar y la industria. Terminan con aquellas dedicadas a las reivindicaciones obreras, la educación, la muerte, y el cine. Todas las secciones presentas una espacio particular denominado gabinete, donde se incluyen las fotografías, dibujos, grabados e impresiones de prensa u otro tipo.




La exposición del Prado es intensa y extensa para el visitante. A pesar de ello, no agota al espectador, sino que la distribución precisa de los temas y las obras, refuerza su interés. La calidad y el atractivo de los ejemplos expuestos son dignos de recordar. Nos encontramos piezas fundamentales de Sorolla, especialmente los referidos al trabajo en el mar, los accidentes laborales, la prostitución, y marginación como, La vuelta de la pesca, ¡Aún dicen que el pescado es caro!, Trata de blancas, y ¡Triste herencia!. Igualmente de Ramón Casas, con Garrote vil. La mayoría, bastantes desconocidas para el gran público que nos informan de la interpretación artísticas de esos problemas políticos y sociales del momento. Por otro lado, la mujer y los niños trabajaban en los distintos sectores incluso en duras tareas por aquellos años. Una situación que pondrían remedio nuevas leyes protectoras en favor de un trabajo más digno. Se observan cuadros de niños en telares, de mujeres en montones de mineral o en labores agrícolas.





La sociedad de aquella época está lejos del bienestar. Salarios bajos, falta de trabajo y condiciones duras de empleo, accidentes laborales, prostitución y marginación y pobreza. Las secciones dedicadas a estos temas muestran lo novedoso de la exposición con imágenes naturalistas de la realidad. Sobre todo el dedicado a la prostitución ampliamente tratado por los autores más famosos, como Julio Romero de Torres, Juan Gris, Ignacio Zuloaga, el mismo Picasso, y las fotografías que ilustran un mundo de prostíbulos y erotismo, son significativas, y raramente expuestas. Las gentes, especialmente, niños abandonados o con discapacidad y de etnia gitana fueron representados por el arte. Destacar las pinturas de Nonell. Por otra parte, en la sociedad del momento tenía mucha relevancia las costumbres asociadas a la religión, dentro de los templos y procesiones. El Estado español era confesional según la constitución vigente. Los religiosos se encargaban de la educación tradicional de carácter memorístico, aunque hay representaciones de las nuevas corrientes pedagógicas provenientes, por ejemplo, de la Institución Libre de Enseñanza, que apostaban por un aprendizaje más lúdico y en contacto con la naturaleza.






España siempre ha sido hasta la actualidad un país de migrantes. Lo observamos en las numerosas obras que tratan del tema en la exposición. De los puertos del norte salían numerosas personas con destino a Cuba o Argentina, donde todavía se han conservado los documentos de entrada al país. Junto a los problemas sociales del momento, el desarrollo de la medicina y la atención sanitaria, es otro de los temas. De Juan Jiménez de Aranda se expone un cuadro de gran tamaño, Una sala del hospital durante la visita del médico jefe; de Enrique Simonet, otra obra similar, Una autopsia; o de un todavía adolescente Picasso, Ciencia y caridad. En esta sección, las fotografías evidencian las consecuencias de la enfermedad y las intervenciones quirúrgicas. Son todas muy originales y excepcionales. Sin embargo, la muerte está presente en el periodo, por la relevante mortalidad infantil, o aquellas producidas por las condenas penales. Finalmente, en la sección, Huelgas y reivindicaciones sociales, se muestra las luchas obreras por mejorar sus condiciones laborales en la industria y en el campo. Se da cuenta de las nuevas ideas socialistas y del anarquismo con su parte subversiva. De esta manera se exponen las imágenes de los atentados contra la boda de los recién casados reyes, o contra los políticos del momento, como la del cadáver de Pardina, el asesino de Canalejas.



SALVADOS DEL EXTERMINIO


 

Las guerras sacan lo peor de la condición humana. Son sucias, tramposas, ciegas, llenas de odio al enemigo, en las que los animales superan a los hombres. Solamente observar las actuales. Se producen de continuo hechos que se pueden identificar como crímenes de guerra. Armas disparadas a distancia que no discriminan a propósito los objetivos, causan enormes víctimas entre la población civil. Creíamos haber superado la extrema violencia que sucedió durante la Segunda Guerra Mundial con el establecimiento de los derechos humanos y una comunidad internacional garante de la paz. Pero se ha caído otra vez en un nacionalismo exacerbado y la pretensión de eliminar naciones y pueblos enteros, basándose en una supuesta superioridad racial y moral. Conviene volver al pasado, hacer memoria de hechos que rompieron la tendencia general, para que iluminen continuamente nuestro presente. Es lo que nos cuenta la película, LA PROMESA DE IRENE, de la directora, Louise Archambault, cuando una joven polaca es obligada a servir a un comandante alemán, y aprovecha las circunstancias para salvar a un grupo de judíos del exterminio.



Mantener la memoria de las víctimas de sucesos violentos del pasado es una obligación del presente. En situaciones extremas de intensa violencia por la guerra y la represión, se produjeron muchos hechos para recordar. Podríamos decir que la realidad superó a la ficción. Crear una película o una obra literaria de los mismos nos llevaría a una cierta banalización de la misma. No caemos en la misma si nos referimos a hechos reales como esta película, donde una joven polaca, obligada primero a trabajar contra su voluntad en una fábrica de armas, pasa al servicio personal de un comandante alemán, para terminar como su pareja en los años finales de la guerra mundial. Mientras, la joven Irene Gut, mantiene escondidos a una docena de hombres y mujeres judíos. Los tiene en un espacio escondido del sótano que sirve de despensa. Tienen que guardar silencio ante los numerosos peligros del entorno. Las SS se encuentran a la caza sin piedad, no solo de los judíos, sino de quienes les ayudan. Además, el comandante agasaja a oficiales invitados con numerosos banquetes.



Irene hace lo posible para que no se sepa su secreto. El entorno polaco lo descubre y recibe una denuncia, pero le salva el hecho que en la villa viva el comandante del ejército, que terminará con el tiempo de enterarse, porque los judíos ayudan a Irene en las tareas de la casa. Lo más sorprendente, que éste no los detendrá, sino por el afecto que tiene a Irene, y a cambio de vivir en pareja con él, los mantendrá ocultos como hasta ahora. En los meses finales de la guerra, Irene con apoyo de la resistencia polaca, irá sacando a los judíos de la casa. Los rusos apresarán a la protagonista por colaboracionista, pero será liberada por los mismos a quienes salvó. Ella con un nuevo pasaporte e identidad, pudo llegar a occidente donde emprendió una nueva vida en EEUU. Al final, en los títulos de crédito, podemos conocer las imágenes reales de los personajes de la película, según el paso del tiempo. Irene con su esposo después de la guerra; la reunión de la protagonista con sus hermanas; el comandante anciano protegido por una de las parejas de judíos que salvó, tras haber caído en la indigencia; el sanguinario jefe de las SS que murió sin ser condenado; finalmente, Irene, se abraza con el niño, ya adulto, que nació de una de las mujeres judías que ayudó.