La Fundación Mapfre presenta la exposición, DAVID GOLDBLATT. SIN SEGUNDAS INTENCIONES, sobre la obra de este fotógrafo sudafricano a lo largo de siete décadas. En este periodo, y con espíritu crítico, retrataría su país bajo el régimen del apartheid, y su evolución posterior. Le favoreció ser blanco aunque de origen lituano judío para moverse con una cierta libertad en ese régimen que tuvo como política de Estado la segregación racial y la superioridad de la etnia europea de los colonizadores neerlandeses y alemanes desde 1948. Una minoría imponía su dominio económico sobre la mayoría indígena e inmigrante africana y asiática, que trabajaban a su servicio en la minería y en las explotaciones agrarias. También les desposeía de sus propiedades bajo las leyes segregacionistas. El régimen resultante impedía vivir juntos a los blancos con otras razas en zonas separadas. Esto fue origen de conflictos y de una fuerte oposición duramente reprimida.
David Goldblatt no capturó la violencia explícita del régimen, sino lo contenido, la inmanencia, lo alusivo de esa situación. Fue objetivo y a la vez crítico con un país y un régimen conflictivo basado en la injusticia sin respetar los derechos humanos más elementales. Lo observamos en la exposición que recoge toda su trayectoria. El título de la misma alude a su espíritu, cuando en 1970 colocó un anuncio breve en la prensa en la que deseaba fotografiar gratis a las personas en sus casas, sin segundas intenciones. Lo vemos en todas sus fotografías divididas temáticamente en seis apartados: Informalidad, Trabajadores, Extracción, Cerca/Lejos, y Congregación. Todos ellos aluden a diversas perspectivas de las imágenes. La primera alude a la economía al margen de las leyes y reglamento impuestos por el régimen y a la supervivencia, así, callada de la gente, que afronta y resiste las duras condiciones, que les impone la pobreza y un duro trabajo diario.
Ser trabajadores es la condición que les permite sobrevivir a las gentes discriminadas, incluso dentro de las propias labores diarias. Unos como servicio doméstico, otros albañiles o mineros. El régimen los segregaba, pero el trabajo aproximaba a las razas. Dejaba en evidencia la injustica e inhumanidad del sistema. El fotógrafo, de esa forma, capta su dignidad. La minería es una de las principales riquezas de Sudáfrica. Se encontraban en manos de los blancos. Los trabajadores negros eran los empleados en las explotaciones de oro y platino. David Goldblatt hizo un libro de estos ambientes cuando trabajaba para estas empresas. Años después tras la caída del régimen, volvió a los lugares contaminados y llenos de residuos. Fue testigo de este legado tóxico y su incidencia en las comunidades negras.
El apartheid pretendía separar a las gentes. Formar núcleos urbanos blancos exclusivos, pero se vio como una situación complicada, ya que se necesitaba la mano de obra negra. El fotógrafo captura esa peculiar proximidad con ironía entre comunidades segregadas pero a la vez muy próximas tanto en espacios públicos como privados. Esta falta de lógica produjo un escepticismo generalizado y situaciones de autoengaño en sus perpetradores. Goldblatt plasmó visualmente la incredulidad de los beneficiarios del régimen con imágenes de sus templos religiosos grandilocuentes o absurdas escenas de ocio suburbano en zonas de blancos. Un sistema racista que conoció una creciente oposición duramente reprimida, y que tras su caída, se fue desposeyendo de los símbolos que le identificaban en favor de la inclusión y de otros de carácter democrático.
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