En la dictadura teocrática de Irán, la población debe seguir las estrictas normas de conducta promulgadas para preservar tal Estado que limita las más elementales libertades y derechos fundamentales. La libertad de expresión, una forma determinada de vestir para la mujer, realizar fotos en lugares no apropiados, pueden ser considerados motivos de multa o incluso penas de reclusión. Por un lado, se encuentra la gente que considera que los hechos de la vida son inevitables según la voluntad de Dios, por otra, aquella que esto le parece una impostura ultra religiosa, cuya represión diaria que padecen por esta razón, carece de sentido, y favorece solamente a un grupo de fanáticos, que despliega toda su violencia con la mayoría disidente. Pudiera suceder, en estas circunstancias, que una persona torturada en prisión encontrase por casualidad que su verdugo llama a su taller porque busca ayuda para reparar su vehículo averiado. Y que él decide, seguirle, y a la mañana siguiente secuestrarle para vengarse del sufrimiento padecido. Es lo que le sucede al protagonista de la película, UN SIMPLE ACCIDENTE, escrita y dirigida por Jafar Panahi, que mereció la Palma de Oro en el pasado Festival de Cannes.
Vahid, el protagonista, después de secuestrar a su verdugo, y tenerle dispuesto para enterrarle vivo, le entran dudas de si verdaderamente es él. Por su cojera, y su voz, no tiene ninguna duda, pero él niega ser tal personaje siniestro. Para estar seguro, empieza a entrar en contacto con otras víctimas del mismo, como una fotógrafa, la novia que posaba junto a su futuro marido, y un joven que sufrió sus horrendas torturas, entre las que se encontraban, simulaciones de ahorcamientos y mostrarse desnudos. Todos han sido afortunados de salir vivos de la cárcel, aunque con severas consecuencias, físicas y psicológicas. Las circunstancias los han juntado y tienen que decidir que hacer con el verdugo, mientras emprenden una auténtica peripecia en una furgoneta por la ciudad. En un momento dado, suena el móvil del secuestrado, y es su hija que busca al padre porque su madre se ha puesto de parto. No tiene a nadie más a quien recurrir. Serán las víctimas quien lleven al hospital a dar a luz. El nacimiento de su hijo decidirá qué hacer con el padre.
La historia en boca de la víctimas muestra un trasfondo terrible por el sufrimiento padecido. Sin embargo, el director le da un tratamiento cómico mientras se juntan y deciden qué hacer. El espectador se deja seducir mientras transcurre el tiempo que le retienen. Al final, tras el nacimiento de su vástago, deciden un final con un cierto suspense. Demuestran que a pesar de lo que les hizo, ellos nunca perderían la humanidad; nunca le castigarían con la pena de muerte, nunca se vengarían por lo que les hizo, más todavía, si pide perdón, y reconoce quién es en realidad, aquel verdugo, que perdió una pierna en la guerra, y ahora, se dedica a servir al régimen con extrema crueldad.


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