Tras la cárcel, las cosas parecen ir bien. Consigue un primer trabajo como ayudante de cocina. Compra ropa nueva de segunda mano. Lleva sobrio varios meses. Logra divertirse con dos compañeras. Parece que se vislumbra el final del túnel en su vida. Sin embargo, las imágenes en su mente golpeando a una persona que le quiere ayudar, le atormentan, y le hunden anímicamente. Su mal comportamiento provoca su despido. Los problemas regresan, lo mismo que el consumo del alcohol. Rápidamente, vuelve a tener trabajo en la recogida de basura. Una actividad que ya conocía del pasado. Allí conoce a una joven que vive sola en una caravana. Se hacen amigos, pero Mike es inestable, incapaz, y su situación mental, junto a que le expulsan del albergue donde vive, le lleva de nuevo a vagabundear sin apenas dinero, perdido en un universo infinito de problemas, donde el alcohol es su único acompañante, sumido en un ciclo de autodestrucción.
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HACIA LA AUTODESTRUCCIÓN
Nos tenemos que preguntar por cuántos caminos tiene que recorrer la persona para llegar a serlo. Cuántos obstáculos tiene que superar para conseguir ser libre e independiente. Un trabajo te proporciona los recursos económicos para poder tener una hogar donde hacer tu vida y satisfacer los gastos indispensables para seguir adelante. Una deficiente formación pueden dificultar conseguirlo. Por otra parte, las adicciones al alcohol y otras drogas, merman tu capacidad de raciocinio y debilitan tu mente para sacar lo mejor de ti, y hacer frente el día a día. Si no estas en las mejores condiciones, y los fantasmas y obsesiones, aquellos problemas enquistados del pasado, te atormentan, cualquier circunstancia, puede agravar tu situación personal, y lo que iba mal, empeora. Los empleos precarios se suceden; conseguir dinero resulta cada vez más difícil; y los riesgos de la vida en los márgenes, te puede jugar malas pasadas. Es lo que le sucede al protagonista de la película, URCHIN, escrita y dirigida por Harris Dickinson, que cuenta la vida marginal de un joven sin hogar, que fluctúa entre la destrucción y la esperanza.
Mike duerme en la calle, en la misma acera estrecha donde caminan los viandantes. Consigue comida en los comedores sociales. Allí se relaciona con personas sin hogar como él. Todos arrastran un pasado de fracaso y adicciones. Pero en cualquier momento, su vida precaria, marginada, puede empeorar. Sucede cuando otro joven vagabundo le roba de improviso su cartera. Le persigue corriendo y le alcanza. Se pelean sin muchas consecuencias hasta que recupera el poco dinero que llevaba. Un hombre que pasaba por allí media en la pelea y los aparta. También le ayuda a tranquilizarse con algo de bebida. El buen samaritano le invita a comer. Mientras que ellos van juntos charlando, Mike le ataca violentamente y le roba su dinero. Al poco tiempo, la policía le detiene. Las grabaciones de las cámaras en la calle son concluyentes. Le condenan a ocho meses de prisión, tras los cuales sale a la calle. Los servicios sociales se hacen cargo de él para su reinserción en la sociedad. Le proporcionan un albergue para vivir. Ayuda psicológica para reparar el daño causado. De él depende conseguir trabajo.
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