El Museo del Romanticismo presenta la exposición, RETRATADAS. ESTUDIOS DE MUJERES, comisariada por Stéphany Onfray, que reúne ciento cincuenta y dos obras, entre fotografías, publicaciones y objetos, provenientes de colecciones españolas, una de las cuales es la de la propia comisaria, pretendiendo ofrecer una relectura del estudio fotográfico como espacio de expresión y creación para las mujeres. Desde la invención en 1854 de las tarjetas de visita se multiplicaron los retratos de mujeres, tanto de cuerpo entero, solas, con hijos o formando en grupo, en las más variadas actitudes o indicando una actividad profesional o social. Fue un medio asociado a la burguesía ascendente y la aristocracia del momento. Luego se fue democratizando.
La comisaria sugiere que la interpretación tradicional, que ha tenido a ensalzar la figura del fotógrafo y a reforzar la relación entre un sujeto activo y una modelo pasiva, debe ser revisada. Hay que hablar más bien de una autorepresentación subrogada, en la que las mujeres retratadas son las autoras simbólicas de sus propios retratos. De esta manera, la exposición nos invita a descubrir cómo las mujeres del siglo XIX se relacionaron con la fotografía, que fue activa con el nuevo medio, pues llegaron a ser fotógrafas, coleccionistas y espectadoras, y contribuyeron a transformar las representaciones y roles femeninos. Nos lo demuestra en los distintos apartados: Una habitación propia, Iconografía de lo femenino, El cuerpo como obra, Metafotografía, y Hacia la modernidad.
Los estudios fotográficos se concibieron al principio como espacios domésticos, de sociabilidad; los observamos en la exposición como una continuidad de los interiores burgueses. Reservaron un cuarto-tocador para las mujeres, una habitación propia para ellas para poderse cambiar y acicalarse, de cara a su representación. Por lo que esta se concebía como una actividad performativa vinculada a la experiencia femenina, pero también a su subversión. Además se aprecia, un ámbito femenino propio, que si bien no desafía el orden establecido, exploran discretas esferas de libertad y poder. Las poses, los gestos, el vestuario en los retratos funcionó como un sistema comunicativo no verbal respecto al espectador, por lo que la fotografía se convirtió en una experiencia total, propiciando una concepción más moderna y artística del medio.
La mayoría de las fotografías de la exposición son tarjetas de visita, el formato mayoritario de la época. La selección expuesta se centra en el ámbito español, especialmente el de la capital. Destaca el gabinete de Alonso Martínez y hermano, así como el de Martínez de Hebert por su número de obras. De Barcelona el también famoso de Napoleón. Las mujeres representadas pertenecen a la alta burguesía y a la aristocracia titulada, incluso hay algún ejemplo de la propia reina Isabel II. Los retratos se pueden agrupar igualmente por representar a la mujer en una actividad, como pintoras; en interacción con las propias fotografías, mirando un álbum; refiriéndose a la maternidad, con un hijo, o mostrando su fallecimiento; simulando su identidad a través del vestido; muy llamativas son las tarjetas de visita realizadas por fotógrafas, unas firmadas como viudas, otras como su propio nombre como Alexandrina Alba cuyo estudio estaba en la Puerta del Sol, número 4 de Madrid.





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