Las guerras sacan lo peor de la condición humana. Son sucias, tramposas, ciegas, llenas de odio al enemigo, en las que los animales superan a los hombres. Solamente observar las actuales. Se producen de continuo hechos que se pueden identificar como crímenes de guerra. Armas disparadas a distancia que no discriminan a propósito los objetivos, causan enormes víctimas entre la población civil. Creíamos haber superado la extrema violencia que sucedió durante la Segunda Guerra Mundial con el establecimiento de los derechos humanos y una comunidad internacional garante de la paz. Pero se ha caído otra vez en un nacionalismo exacerbado y la pretensión de eliminar naciones y pueblos enteros, basándose en una supuesta superioridad racial y moral. Conviene volver al pasado, hacer memoria de hechos que rompieron la tendencia general, para que iluminen continuamente nuestro presente. Es lo que nos cuenta la película, LA PROMESA DE IRENE, de la directora, Louise Archambault, cuando una joven polaca es obligada a servir a un comandante alemán, y aprovecha las circunstancias para salvar a un grupo de judíos del exterminio.
Mantener la memoria de las víctimas de sucesos violentos del pasado es una obligación del presente. En situaciones extremas de intensa violencia por la guerra y la represión, se produjeron muchos hechos para recordar. Podríamos decir que la realidad superó a la ficción. Crear una película o una obra literaria de los mismos nos llevaría a una cierta banalización de la misma. No caemos en la misma si nos referimos a hechos reales como esta película, donde una joven polaca, obligada primero a trabajar contra su voluntad en una fábrica de armas, pasa al servicio personal de un comandante alemán, para terminar como su pareja en los años finales de la guerra mundial. Mientras, la joven Irene Gut, mantiene escondidos a una docena de hombres y mujeres judíos. Los tiene en un espacio escondido del sótano que sirve de despensa. Tienen que guardar silencio ante los numerosos peligros del entorno. Las SS se encuentran a la caza sin piedad, no solo de los judíos, sino de quienes les ayudan. Además, el comandante agasaja a oficiales invitados con numerosos banquetes.
Irene hace lo posible para que no se sepa su secreto. El entorno polaco lo descubre y recibe una denuncia, pero le salva el hecho que en la villa viva el comandante del ejército, que terminará con el tiempo de enterarse, porque los judíos ayudan a Irene en las tareas de la casa. Lo más sorprendente, que éste no los detendrá, sino por el afecto que tiene a Irene, y a cambio de vivir en pareja con él, los mantendrá ocultos como hasta ahora. En los meses finales de la guerra, Irene con apoyo de la resistencia polaca, irá sacando a los judíos de la casa. Los rusos apresarán a la protagonista por colaboracionista, pero será liberada por los mismos a quienes salvó. Ella con un nuevo pasaporte e identidad, pudo llegar a occidente donde emprendió una nueva vida en EEUU. Al final, en los títulos de crédito, podemos conocer las imágenes reales de los personajes de la película, según el paso del tiempo. Irene con su esposo después de la guerra; la reunión de la protagonista con sus hermanas; el comandante anciano protegido por una de las parejas de judíos que salvó, tras haber caído en la indigencia; el sanguinario jefe de las SS que murió sin ser condenado; finalmente, Irene, se abraza con el niño, ya adulto, que nació de una de las mujeres judías que ayudó.
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