LO BARROCO DE HERRERA EL MOZO


 

La exposición que organiza el Museo del Prado titulada, HERRERA EL MOZO Y EL BARROCO TOTAL, pretende reivindicar la figura de este pintor del siglo XVII nacido en Sevilla, que alcanzó la fama en su tiempo, pero fue olvidado por la historiografía posterior. Para ello, se ha realizado una pormenorizada investigación que ha durado cuatro años con resultados extraordinarios al poder sacar a la luz dibujos y pinturas atribuidas a otros autores. De esta manera, podemos observar en la exposición un conjunto superior de estos ejemplos de los que observamos en otras muestras monográficas, dada la maestría en este arte del autor. Francisco de Herrera reunió en su persona a la habilidad en esta vertiente, otras como las de grabador, diseñador, pintor y arquitecto inventivo. El representa como nadie el llamado barroco total y la integración de las artes, conceptos provenientes de Italia.



La exposición, a través de siete secciones, aborda su trayectoria y sus aspectos más significativos. Herrera el Mozo se formó en el taller de su padre, el pintor sevillano Herrera el Viejo, del que aprendería la técnica del dibujo y utilizaría modelos que repetiría en sus composiciones. Tras su fallido matrimonio, viajaría a Italia donde completaría su formación, dentro del llamado barroco triunfante, según los postulados de Pietro da Cortona y Bernini. La exposición ha podido reconstruir este periodo gracias a un conjunto de dibujos atribuidos a otros autores. También conocemos una pintura de género de un vendedor de pescado, que nos habla, por una parte de la práctica del dibujo en las academias italianas, como su actividad como pintor enfocado al comercio de pinturas. Una vez en Madrid, mostraría su maestría en todo su esplendor con la obra, El triunfo de San Hermenegildo, siguiendo la concepción barroca aprendida en Roma, y que impactaría en los pintores españoles del momento.



Herrera el Mozo residió cinco años en Sevilla, y rivalizó con el mismo Murillo, quitándole algún encargo. Defendía un nuevo estilo más teatral, reforzado por la utilización de mayor colorido y por el manejo de las sombras. En 1660, se trasladó definitivamente a la corte donde alcanzó la mayor gloria. Apoyado por el retablista, Sebastián de Benavente y por el pintor, Sebastián de Herrara Barnuevo, empezó a realizar encargos de las iglesias madrileñas. Así pintaría, El Sueño de san José, hoy en el Prado. Por otra parte su habilidad como fresquista acrecentó su fama, que le llevó a ser apoyado por importantes patronos, como la reina regente, el valido don Juan José de Austria, y el mismo marqués del Carpio, que coleccionó obras suyas. También fue amigo del escritor, Pedro Calderón de la Barca, autor de un memorial en defensa de los pintores que dominaban la geometría, la perspectiva y la arquitectura. Fue nombrado por Carlos II en 1677, maestro mayor de las Obras Reales.



Desde esta posición en la corte, recibió numerosos encargos importantes. No se han conservado ningún ejemplo de pintura al fresco realizada de su mano por la desaparición de los edificios donde se hallaban. Incluso, muchas pinturas al lienzo documentadas, sufrieron el mismo destino por los avatares de la historia. En la exposición se muestran ejemplos de las pinturas de la iglesia de San Agustín, un edificio que se encontraba en la que hoy es la Biblioteca Nacional. Herrera el Mozo fue un dibujante muy completo e inventivo, que le permitió desarrollar su capacidad en el diseño de monumentos para las fiestas públicas y escenografías teatrales que se llevaban a cabo en el Salón Dorado del Alcázar. Finalmente se ocupó de la arquitectura, aprovechando, igualmente, sus habilidades con las matemáticas. En una epístola conservada de su mano, defiende la arquitectura inventiva frente a la práctica. De esta manera, fue el introductor del estípite en la retablística hispana, y el empleo de la columna salomónica de orden gigante. También llegó a dar las trazas para la planta del Pilar de Zaragoza y fue maestro del arquitecto Teodoro Ardemans.


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