LA AMISTAD A TRAVÉS DEL TIEMPO


 

En la vida del ser humano tiene un componente esencial el legado de nuestros padres, dónde tenemos nuestras raíces. A partir de la infancia, según nuestra personalidad, dependemos de nuestras elecciones para encontrar nuestro sitio en el mundo. Entonces, podremos tener más o menos fortuna para alcanzar la felicidad. Además, la amistad puede ser efímera o duradera lo que afianza nuestra existencia. Estas perspectivas son tratadas en la película, LAS OCHO MONTAÑAS, escrita y dirigida por Felix van Groeningen y Charlotte Vandermeersch, basándose en la novela de Paolo Cognetti del mismo título. Una película que al reunir diferentes lecturas sobre el ser humano y un tratamiento refinado de la imagen, le hizo merecedora de un justo Premio del Jurado en el Festival de Cannes. 



Un joven retoño de árbol que nace salvaje de forma abrupta en la montaña si le intentas plantar en otro lugar, tal vez mejor, puede que no arraigue. Así le sucede a uno de los protagonistas de la película, Bruno, que no querrá nunca salir de la montaña donde nació, a diferencia de lo que hizo su padre que le abandonó en una aldea perdida de los Alpes, donde él era el único niño. Allí será feliz y fracasará al final. La primera elección fue la correcta, llegó a tener una hija, explotará los prados de su tío, pero se arruinará, llegará la desesperación y el fin trágico. Por otro lado, Pietro es un veraneante en ese perdido lugar procedente de la industrial Turín. Su padre es aficionado a la montaña. Es un niño prometedor, educado y estudioso. Sin embargo, decide no terminar sus estudios, desobedecer a su padre. No quiere dedicarse siempre al mismo trabajo. Lo mejor de su vida fue esa infancia y los veraneos en la aldea junto a Bruno.



Los dos niños que fueron felices y fraguaron una gran amistad, se separaron durante la primera juventud. Fue Pietro quien a partir de los veinte años dejó de visitar la montaña y se fue de casa. Tras la muerte de su padre, a los treinta retomaría la amistad con Bruno y la visita a los Alpes junto a su madre. Descubrió que su progenitor había mantenido la amistad con su amigo y habían hecho rutas de montaña por los alrededores.  También que compró una casa en ruinas, en la ladera de las cumbres, con la intención de reconstruirla. Entonces, los dos amigos deciden llevar a cabo el proyecto, y tener un punto de encuentro los veranos. Sin embargo, las vidas de los dos cambian. Bruno encuentra su sitio en el mundo, que es explotar los prados de su tío, junto a una mujer que era amiga, a su vez, de Pietro. Éste decide viajar lejos, al Himalaya, en busca de su propio destino. Y lo encuentra, al lado de una maestra de escuela. En el tiempo, la amistad entre Bruno y Pietro se mantendrá, teniendo la casa de la montaña como lugar común. Sólo el final trágico destruirá, de nuevo, lo que la vida y los recuerdos juntos unieron.

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