Los intereses de las multinacionales en un mundo globalizado superan aquellos de su país de origen o de los trabajadores. El afán por extender su poder y ampliar el negocio dan la espalda a los aspectos humanos. Cualquier cambio de estrategia la llevan en secreto, sin excusar medios para conseguir sus objetivos. Sus directivos han decidido salir de sus fronteras con tal de sobrevivir en un mundo cada vez más competitivo, incluso a vender una tecnología que desean sus rivales en el mercado. Esta circunstancia la denuncia la película, UN BLANCO FÁCIL, escrita y dirigida por Jean-Paul Salomé, basándose en un hecho real. Es la historia de la sindicalista, Maureen Kearney, presidenta del comité de empresa de Areva, una multinacional francesa del sector de la energía atómica.
Maureen denuncia ante las autoridades francesas, ministros y asamblea de diputados, la negociación para hacer un acuerdo de fusión entre su empresa, Areva, EDF y los chinos, que suponía la pérdida de casi cincuenta mil puestos de trabajo y la cesión de la tecnología francesa. La negociación se lleva casi en secreto. Un ingeniero le da el soplo a la sindicalista que empieza a hablar con las autoridades para frenar la operación. Entretanto, comienzan las amenazas de parte de sus directivos. Justo antes de ser recibida por el Presidente de la Republica, Françoise Hollande, es atacada brutalmente en su casa, donde es atada en el sótano y violada. La policía al principio la protege, pero fruto de una torpe investigación, llegan a acusarla de debilidad mental y simular el incidente para llamar la atención.
Cuatro años después, su abogado no puede impedir ser condenada a cinco años de cárcel y a una multa. En contra de ella pesa que había sido violada en el pasado, y que no había ofrecido resistencia. Pero ella no desiste, y decide apelar, especialmente cuando recibe una información de la policía, que hubo un caso similar con la mujer de un ingeniero, que había sido violada igualmente, para presionar a su marido, que se oponía a las decisiones de la empresa, dirigidas por los mismos ejecutivos e intermediarios que en su caso. De esta manera, y con una mejor defensa legal, y apoyado por sus compañeros sindicalistas, logra ser declarada libre de cargos. En ese tiempo se vio que ella tenía razón, ya que el acuerdo con los chinos supuso el despido de casi todos los trabajadores, salvo los ingenieros, y que fueran ellos quienes construyeran las centrales nucleares, después de haberse apropiado de la tecnología francesa. Fueron los ganadores del acuerdo, y aquellos ejecutivos sin escrúpulos, que para enriquecerse, no tuvieron escrúpulos de destruir a las personas que se opusieran.
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