UNA HISTORIA DE LA FOTOGRAFÍA


 

La Fundación Juan March organiza la exposición, DETENTE, INSTANTE. UNA HISTORIA DE LA FOTOGRAFÍA, que reúne unas 300 obras, casi todas copias de la época, desde el nacimiento del medio en 1840 hasta la actualidad. Una suerte de ensayo de una de las historias posibles del medio, formado a partir de dos colecciones complementarias: la de Dietmar Siegert en Alemania y la de Enrique Ordóñez e Isabel Falcón en España. Se organiza en seis capítulos a modo de álbum de familia, que supone el nacimiento, la infancia, la juventud, la madurez, y tal vez, según los organizadores, el futuro de medio. En este discurrir, se salta el orden cronológico algunas veces, y en otras ocasiones, se producen anacronismos, por el que en las más recientes, se observa, la presencia del pasado, y en las más antiguas el adelantarse del arte a su tiempo histórico. Sea como fuere, la fotografía lo que hace es preservar un instante detenido para siempre.




El primer apartado se denomina, Una nueva manera de ver el mundo, y comprende, las primeras capturas del mundo natural. Además, muchos retratos y tableaux vivants, con diferentes técnicas, especialmente los daguerrotipos de excelente calidad. La fotografía, si bien sigue los patrones estéticos de la pintura, debe entenderse como un híbrido entre ciencia, técnica, industria y arte. Un híbrido al servicio de la medicina; para inmortalizar a la manera clásica el cuerpo humano o de forma realista para la pornografía, así como para la representación del paisaje. El segundo apartado, Orbis pictus, corresponde a un mundo que se amplia fruto del colonialismo. En primer lugar el medio atiende al desarrollo de las grandes capitales industriales como Paris. A sus monumentos y las transformaciones urbanas. La fotografía, en ese momento, sirve al viajero, que realiza el llamado Grand Tour, para ser ampliado, en gran parte por Europa y el Oriente Próximo, y luego, a mundos desconocidos como la India.



En la tercera sección, La ubicuidad de las imágenes, hacia 1900, se muestra el ejercicio privado de la fotografía con una visión personal dirigida hacia la vida real, para constituir una manifestación artística autónoma. Tras la Gran Guerra, se desarrolló la corriente de la Nueva Objetividad, que mostraba una visión fría y distanciada de las cosas. Atendía a fragmentar el objeto, valorando su materialidad. Otros aspectos de estos años fueron la representación del desnudo; los cambios de la Bauhaus en la captación de retratos con una concepción formal más moderna y directa. Finalmente, las imágenes de Estados Unidos, imágenes de la prosperidad, pero también de la crisis social. Si hay un movimiento artístico de vanguardia que se desarrolló especialmente en la fotografía, este fue el Surrealismo, que constituye, la cuarte sección de la exposición. Numerosas imágenes son fruto de nuestro inconsciente, capturadas muchas de ellas en las calles de París, convertida en centro cultural de la Europa de entreguerras.



El apartado quinto, La densidad de lo real, abarca desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, que dejó una huella amarga en los fotógrafos europeos. Algunas de las nuevas imágenes transmiten un estado de ánimo melancólico y existencial. Desde la década de los cincuenta, predominó una fotografía documental, y un medio, las revistas ilustradas. Su objetivo son los llamados lugares comunes, la existencia de las personas en las grandes ciudades. También, desde esos años, se empezó a emplear el color, que hasta ese momento se tenía como una técnica poco artística. Finalmente, una última sección, La mirada que fluye, incluye varias perspectivas. Por una parte la fotografía del desnudo acorde a los nuevos tiempos, resaltando formas esculturales o reducido a la máxima abstracción. Por otra el retrato, donde se capta distintas dimensiones de un personaje que interactua con el mundo. Por último, una fotografía que desde elaborar imágenes centradas en los objetos, pasa a hacerlos desaparecer en favor de la abstracción, incorporando nuevas tecnologías.

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