La igualdad es una condición necesaria para la democracia. Si ésta no existe o se encuentra reducida al mínimo, los problemas se suceden en la sociedad. Lo mismo podríamos decir de la libertad o del bienestar económico de la población. Sin el desarrollo de estos elementos interrelacionados, el progreso general, se ve lastrado por las estructuras tradicionales, que una y otra vez, condicionan la vida de las personas. De hecho, son la causa que impiden la consecución del bienestar. Una situación similar lo observamos en la India donde las tradiciones y la revolución tecnológica conviven con la pobreza y la desigualdad. Este es el contexto de la película, SECRETOS DE UN CRIMEN, escrita y dirigida por Sandhya Suri, que trata sobre los problemas con los que se encuentra una mujer policía para resolver el crimen de una niña de una casta inferior en una zona rural. Unas dificultades que muestran los métodos de la propia policía como en el poder de las clases propietarias, en medio de un enfrentamiento latente entre comunidades hinduistas e islámicas.
Santosh es una joven viuda que va a trabajar en la policía como herencia del puesto de su marido que ha fallecido en una manifestación. Una opción del gobierno para aquellas mujeres que se quedan sin la protección económica del matrimonio. Necesitan a las mujeres para ocuparse de los asuntos específicos que las afectan en un cuerpo ocupado por hombres con sus propios criterios. Será en principio una simple alguacil de apoyo a otras policías. Pronto descubre la falta de medios, las corruptelas diarias, y los castigos más propios de la antigüedad que del siglo actual, en medio de la pobreza generalizada de la población. Pero el caso de una niña desaparecida primero, y luego encontrada muerta en un pozo tras ser violada y asesinada, le informará de las trabas para ejercer su trabajo con dignidad y respeto a la verdad. La inspectora Sharma se ocupará del problemático caso, tras ser despedido el anterior inspector por desidia en la investigación. El móvil de la víctima conduce a un joven musulmán que había conocido en el mercado.
Después de varias averiguaciones, descubren que el joven se ha trasladado a otra ciudad donde le apresan. Santosh, junto a su jefa, recibirán por ello las felicitaciones de las autoridades. Sin embargo, tal éxito se volverá malestar, cuando el acusado sea una y otra vez torturado para que confiese, incluso sin dejarle hablar, para finalmente morir. La inspectora trata de encubrir el error haciéndole pasar como una muerte por suicidio, pero las autoridades la suspenden, tras responsabilizarse de lo sucedido. Santosh, al margen, descubre por el móvil del acusado que era inocente, y su relación con la víctima, de amor. Entonces, investiga el entorno rural de ella, que le lleva a averiguar que en los días de su asesinato, había visitado la casa de los propietarios de la zona, donde tal vez perdiera la vida, por un grupo de personas acomodadas, acostumbrados a ejercer la violencia contra los jornaleros y las castas inferiores. Ante tamaña injusticia y los procedimientos de la policía, expresión de una sociedad desigual donde se evidencia la diferencia entre ricos y pobres, musulmanes e hindúes, mujeres y hombres, decide abandonar el trabajo y el mundo rural empobrecido, y cambiar de vida en la gran ciudad.
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