La Segunda Guerra Mundial supuso un antes y un después para la gobernanza del mundo y la consideración de los derechos humanos. El grado de crueldad de la lucha y las muertes de civiles por el conflicto bélico o la represión habían alcanzado un nivel jamás visto. Las personas tardaron mucho tiempo en poder asimilar lo que habían experimentado o conocido en aquellos tiempos. Los fascismos dejaron un reguero de víctimas fruto del racismo y la extrema violencia, sin atenerse a un mínimo grado de humanidad o sistema legal, sólo el afán de conquista y sometimiento de los pueblos por una ideología extrema. En algunos países se impuso el silencio, dejar los traumas atrás para poder superarlos, en otros, en cambio, se mostró al público las imágenes de las atrocidades de la guerra. Una de la fotógrafas que contribuyó a informar fehacientemente fue la protagonista de la película que lleva su nombre, LEE MILLER, dirigida por Ellen Kuras, basándose en la biografía escrita por su hijo Anthony Penrose, que llegó a conocer de sus propias palabras antes de fallecer en 1977.
Lee Miller ya era conocida como prestigiosa fotógrafa y modelo cuando empezó la guerra. Había estudiado arte en Nueva York, para ser luego imagen reputada de moda en los años veinte. Su carrera se consolidó en París cuando fue amante y colaboradora de Man Ray. Perteneció al grupo surrealista y a su círculo de amigos, donde conocería a su segundo marido, el crítico y coleccionista de arte, Roland Penrose. En este momento comienza la película, cuando el grupo artístico pasa el verano de 1938 en Mougins, al sur de Francia. El segundo momento, es en Londres después del comienzo de la guerra, trabajando como fotógrafa para la revista de moda, Vogue. Da a conocer la ferocidad y la destrucción de los bombardeos nazis, pero quiere comprometerse más con su nuevo trabajo de fotoperiodista. A causa que los ingleses no mandaban mujeres al frente, se alista con el ejército norteamericano. De esta manera, la vemos en las costas de Normandía, fotografiando a los heridos hasta que consigue el permiso para acercarse a los combates, tras las dificultades impuestas por ser mujer.
Junto al fotógrafo de la revista Life, David Scherman, realizará un recorrido tras las ruinas materiales y humanas de las batallas militares. Captará con su cámara las represalias contra las mujeres colaboracionistas, la entrada triunfal en el París liberado, los cadáveres de fusilados, de los nazis después del suicidio, y lo más atroz, los muertos y las torturas, en trenes de carga y en campos de concentración. Así, en un barracón de prisioneros encontrará un grupo de mujeres, entre ellas, una niña que se asusta de su presencia a la que retratará. Le recordará su propio trauma vivido cuando era de su edad. Finalmente, en Alemania, a punto de claudicar el régimen hitleriano, logran entrar en su apartamento, y meterse en su propia bañera. Una vez de vuelta, sabemos que la revista Vogue de Londres, no le publicará sus fotos. Pretendía no recordar a la población tamañas crueldades y pasar página de la guerra. Si lo haría en 1945, la revista hermana norteamericana.
Por otra parte, la historia se presenta como una entrevista realizada por un joven a Lee Miller, que le cuesta contar lo vivido en las fotos que estaban olvidadas en viejas cajas de cartón. Un flash back en distintos momentos temporales. Luego sabemos que era su propio hijo fruto del matrimonio con Roland Penrose, ya sin su madre en la casa familiar. Lo interesante de la película es el empleo de fotos reales para desarrollar las escenas, que observa el espectador en los títulos de crédito. Unas fotos que son comparadas con aquellas supuestas tomadas en la ficción. Lo cierto es que esta biografía de Lee Miller, el aspecto humano prima sobre el detalle de unas imágenes, que si bien articulan el relato, carecen de una determinación más precisa de los lugares visitados, que tal vez se da ya como conocida o no es tan relevante para el mismo.
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