Hoy día la maternidad se ha retrasado hasta pasados los treinta años. Las mujeres estudian tantos años o más que los hombres, y se han incorporado al mercado de trabajo, lo que dificulta la posibilidad de compatibilizar ser madre con el desarrollo profesional. Igualmente, las sucesivas crisis económicas han favorecido que se retrase el momento para traer un hijo al mundo. Sin embargo, hay excepciones de mujeres que llegan a serlo siendo menores de edad. La película, LA MATERNAL, escrita y dirigida por Pilar Palomero, hace un retrato de las dificultades con las que se enfrenta una mujer adolescente que llega a ser madre. Unas dificultades de carácter material y emocional, que hacen muy complejo enfrentarse a la nueva situación. Si la madre, como Carla, la protagonista, tiene 14 años, los problemas se incrementan.
Carla es una joven rebelde y un tanto gamberra, que apenas estudia. Vive con su madre en un bar de carretera en las afueras de un pueblo. La mayor parte del tiempo está lejos de casa, sin apenas control de ningún tipo junto a su amigo Efraín. No es la primera vez que se han ocupado de ella los servicios sociales ante su situación vulnerable. Sin embargo, ahora descubren, que su mal estado se debe a que se ha quedado embarazada. La madre no puede afrontar la situación, más preocupada por su novio, que por su hija. De esta manera, Carla ingresa en una casa de acogida, La maternal, donde vivirá durante el embarazo, y con su bebé. Allí, en primer lugar, toma conciencia de la realidad con la que se enfrenta al escuchar a otras jóvenes que están en su misma circunstancia. Luego, después de tener a su hijo, aprender a cuidarle, a ser responsable del día a día de su pequeño.
Las compañeras de la residencia con sus respectivos bebés son un ejemplo continuo. En muchos casos han sufrido maltrato y vejaciones de sus jóvenes parejas. En otros, abusos, que les han abocado a ser adultas antes de tiempo. Están saliendo hacia delante todas ellas juntas. Hay momentos que dejan a sus hijos con los educadores para divertirse. Carla es cada vez más consciente de las dificultades de ser madre tan joven y trata de hacerlo lo mejor posible, pero muchas veces siente que su hijo no le hace caso, que no logra calmarle, y que deje de llorar. De todas las maneras, necesita ser una joven de su edad, volver a jugar con su amigo, bailar sin descanso con la música de Estopa. No pudo abortar al descubrirse su embarazo tarde, como les sucedió a sus compañeras. Una vez nacido, prefiere criarlo en la residencia. Su madre ha vendido el bar alejado del pueblo, y ha comprado una vivienda en el pueblo. Al final de la película, Carla parece recuperar la esperanza cuando vuelve a su entorno por unos días. Siente esa libertad que se experimentaba sin responsabilidades de un adulto. Percibe la felicidad truncada por la maternidad.
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