Las matrioskas o muñecas rusas se caracterizan por llevar en su interior otras de menor tamaño que vas descubriendo según se desmontan. Constituye la característica esencial de la protagonista de la película, ANNA, escrita y dirigida por Luc Besson, que tiene múltiples identidades, muchas formas de sobrevivir, en una trepidante intriga de constante acción. Ella busca la libertad e independencia, mientras pone en riesgo su vida, desde la niñez cuando se quedó huérfana. No le fue bien en su juventud, al asociarse con una banda de delincuentes. Luego, para salir adelante tiene que trabajar para el KGB, que la convierte en una auténtica asesina. Para ello, vive como una atractiva modelo en París, un auténtico cebo para los objetivos que tiene que liquidar.
Anna, es una mujer empoderada, que tiene que sobrevivir en medio de la violencia continua. Para el KGB, es un mero peón a sacrificar en cualquier momento. Ella, buena jugadora de ajedrez desde la infancia, sólo le importa ganar la partida de la lucha sucia entre los servicios de inteligencia de Rusia y EEUU. No se deja matar y sale airosa en cualquier situación por difícil que se le haya puesto. Pretende salir del juego de vida y muerte. Liberarse de cada uno de los encargos. Al final consigue desaparecer, incluso de los archivos informáticos, tras eliminar al mismo jefe del KGB, y engañar a dos importantes agentes masculinos, y a su misma mentora, Olga, muy bien interpretada por la actriz, Helen Mirren.
El ritmo de la película es rápido en todo momento, como la narración de la historia, incrementado por las escenas de persecución y de peleas, los cambios de imagen de Anna, solamente interrumpidas por la estructura temporal que le dota el director al emplear un montaje invertido, de tal forma, que el avanzar en el relato, implica un retroceso explicativo temporal con las acciones que le propiciaron. Un recurso que supone dejar claro el sentido de la historia, a la vez que el argumento se completa en diferentes direcciones.
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