Existe una división esencial en la sociedad a lo largo de la historia, según enunciaba el filósofo, entre los poseedores de los medios de producción y los que únicamente pueden aportar su fuerza de trabajo. En la actualidad, observamos esa división de la misma manera con el sistema capitalista. Unos disponen de la riqueza, cada vez mayor, y otros, su trabajo, cada vez más precario. Además, los privilegios los detenta sobre todo el hombre blanco, frente a la mujer. La película, EL TRIÁNGULO DE LA TRISTEZA, escrita y dirigida por Ruben Östlund, platea de manera cómica un cambio radical de jerarquías cuando algunos de los pasajeros de un crucero de lujo naufragan y van a parar a una isla aparentemente desierta. La señora de la limpieza, entonces, al ser la única que sabe hacer fuego y pescar, será la que se alce con el poder y ostente los nuevos privilegios.
La película se divide en tres capítulos: el primero referido a los protagonistas, Carl y Yaya, que son dos jóvenes que viven de su imagen, uno como modelo masculino de moda, y otra, como influencer, por el que reciben como regalo, un viaje en el crucero de lujo, que es el segundo capítulo. La pareja se embarca como medio para desarrollar su negocio en las redes. También para consolidar su relación entre ellos. El crucero tiene un pasaje reducido de gente muy rica con negocios en el sector del armamento, en la tecnología y en la agricultura. La mayoría del tiempo beben champagne y la tripulación se desvive para estar a su servicio. Las situaciones más hilarantes se producen cuando en plena celebración con el capitán, que apenas sale del camarote y se declara marxista, comienza una fuerte tormenta que los hace vomitar a todos.
El crucero naufraga tras el ataque de unos piratas, y el tercer capítulo se desarrolla en una isla. Pocos pasajeros se salvan, entre ellos la pareja protagonista, y una señora de la limpieza, que impondrá su poder a los demás al saber sobrevivir sin apenas medios. Además ha logrado manejar la lancha salvavidas con numerosos víveres. Desde ese momento, ella decidirá el reparto de la comida y la posibilidad de dormir con ella resguardada de las inclemencias del tiempo. También impondrá sus caprichos y deseos como tener una relación con el joven Carl. Al final, este cambio de jerarquía es un espejismo. La supuesta isla desierta en medio del océano no es tal, sino una playa más de un destino de vacaciones. Tal argumento planteado con sarcasmo, crítico con nuestra sociedad capitalista, le hizo merecer la Palma de Oro a la mejor película en el Festival de Cannes.
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