LA PRINCESA Y EL MARINERO


 Las condiciones materiales en las que vive el individuo determina su vida, la manera que tiene de pensar. La pobreza puede suponer falta de instrucción y cultura. La riqueza, lo contrario, una cultura literaria y filosófica alta. El socialismo tiene como objetivo la redistribución de la riqueza entre el pueblo. El individualismo, el gobierno de la élites, de unas personas destacadas, privilegiadas por su origen. La brecha social castiga a las personas a no expresar todo el talento que llevan dentro. Pero la educación entendida como motor de cambio social puede hacer superar el punto de partida desigual y el individuo alcanzar la excelencia. Todas estas contradicciones aparecen en la película, MARTÍN EDEN, del director italiano Pietro Marcello, basada en la obra homónima de Jack London.




Martín Eden, marinero napolitano, de familia pobre, tiene un don natural para la literatura y la filosofía. Un día le va a cambia la vida cuando salve de las manos de un vigilante a un joven de clase alta. Por éste conocerá a su familia, y especialmente a su hermana, quien le ayudará a formarse como lector y escritor. Con mucho esfuerzo, logrará sus propósitos, publicar en una revista un relato corto. Deseaba ganarse la vida escribiendo, no realizando duros trabajos en barcos mercantes. Antes sufrirá el desamor de Elena y su familia,  por sus particulares opiniones y bajo origen social. A causa de esto, volverá a su entorno obrero, a sus amigos de siempre, a partir del cual, de manera autodidacta, mediante un autoaprendizaje basado en los libros, se hará un famoso escritor.



Al final de la película, Martín Eden es un aclamado personaje que pocos entienden, que vive atormentado, siempre embriagado por el alcohol, que rechaza a su mujer, a su entorno obrero que le ayuda, para vivir intensamente el momento, su individualismo, seguramente hasta la muerte. Igualmente, rechaza a su antiguo amor, Elena, porque la familia de ésta, le minusvaloró por ser proletario. De esta manera, la película sumerge al espectador en un doble relato de imágenes, aquellas que se refieren al pasado de su infancia en Nápoles, de los numerosos puertos y sus gentes que conoció, unas imágenes que el director toma de los archivos visuales del siglo XX, con otras las propias de la película, centradas en la progresión de Martín a la fama, hasta el ocaso de su existencia, situadas en un tiempo de ensueño profundamente poético.

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