El Museo de Historia de Madrid organiza la exposición, MADRID, CIUDAD EDUCADORA, 1898/1938. MEMORIA DE LA ESCUELA PÚBLICA, un recorrido temporal por las transformaciones de la educación pública hasta el final de la Guerra Civil en la capital de España. El recorrido se inicia a finales del siglo XIX cuando se pierden las últimas colonias tras la guerra contra EEUU. El país toma conciencia del bajo nivel económico y cultural de la mayoría de la población, en contradicción con la pujanza de unas élites bien instruidas. Una de las causas se encontraba en la deficiente enseñanza que se proporcionaba a los niños en la llamada escuelas unitarias, la mayoría situadas en el ámbito rural, donde mezclados por edades recibían durante un periodo corto de tiempo una educación elemental
El llamado Regeneracionismo impulsó desde principios del siglo XX el proceso de reforma pedagógica más intenso que se ha vivido en nuestro país. Una de las pocas ocasiones en las que hubo consenso en ciertos principios básicos, como que la educación era una de las vías para salvar a España, un auténtico motor del cambio social. De esta manera, por iniciativa del Estado, el Ayuntamiento de Madrid, y algunos particulares se pusieron en práctica planes de construcción de escuelas, que culminaron con mayor intensidad durante la Segunda República. Tuvieron mucha influencia las ideas de la Institución Libre de Enseñanza, de tal forma, que Madrid fue capital de la renovación pedagógica española, donde la mayoría de las escuelas públicas desarrollaron proyectos educativos innovadores.
La escuela madrileña pasó de ser unitaria, muchas veces situada en pisos, sin apenas espacios, a ser llamada graduada, que ponía en práctica el ideal de la educación integral. En principio suponía la escuela un edificio específico con una transformación precisa del espacio. Además de las aulas de clase, aparecieron otros lugares de trabajo como las bibliotecas, los talleres, los museos escolares o los gimnasios. Un nuevo centro de poder fue el despacho del director. Los maestros y las maestras salieron de su aula y se encontraron en las salas de profesores. De la misma manera, surgieron los comedores, los patios para el tiempo de recreo y los juegos infantiles, porque la nueva escuela implicó una nueva organización del currículo.
La escuela graduada, además, supuso una clasificación de los alumnos en grados o grupos de acuerdo con su edad cronológica. La duración en la escuela, que se fue ampliando, incluso hasta los 15 años en circunstancias excepcionales, y los horarios diarios que marcaban las múltiples actividades, se extendían los siete días de la semana durante doce horas. Se pretendía superar las únicas actividades del aula tradicional: leer, memorizar y escribir, que establecía a los niños y niñas con bancos fijos en el suelo, por otras de carácter colaborativo con mesas y sillas movibles para trabajar en equipo. Las nuevas escuelas reflejaban una preocupación por la higiene, la salud y la educación social, al dotar a la escuela de gabinetes médicos, baños, duchas, piscinas y patios donde se realizarían juegos y ejercicios físicos.
La Guerra Civil frenó el desarrollo de la escuela pública, aquellos ideales que potenciaron la educación popular. Muchos edificios fueron destruidos por los bombardeos. Hubo, igualmente, numerosas víctimas infantiles. Otros niños y sus maestros tuvieron que ser evacuados. La exposición recoge documentos y testimonios de cinco profesionales que creyeron en la idea de que accediendo a las direcciones escolares podrían cambiar la educación, que fueron cinco vidas que adoptaron posiciones distintas ante la sublevación militar, lo que supuso en algún caso perderla o marcharse al exilio.
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