ARCO 2019


El pasado fin de semana se celebró la Feria Internacional de Arte Contemporáneo, ARCO, coincidiendo con las celebraciones del carnaval. Este año tenía como país invitado a Perú, un acierto, porque el resultado ha sido un éxito de ventas y de público visitante, circunstancia que se pudo comprobar el mismo jueves, día de apertura general. Los espacios de los pabellones 7 y 9 estaban ocupados al máximo por las galerías, sobre todo el segundo, organizado con mayor densidad expositiva. Las obras de arte de origen peruano, o latinoamericano en general se encontraban repartidas por numerosos lugares, no sólo aquellos dedicados al país invitado. La máximas autoridades políticas de España y de Perú inauguraron un evento madrileño que se puede clasificar entre cultural y comercial.


La circunstancia que Arco siga atrayendo al público de todas las edades nos indica del atractivo de la feria, no sólo para aquellos que disponen de recursos suficientes para comprar en la misma. Un atractivo que edición tras edición se renueva y evoluciona por diferentes caminos. En primer lugar, porque tanto la pintura, la escultura como la fotografía o el vídeo, el arte contemporáneo en general, crea obras que por su elaboración o su significado suponen una reflexión o un enriquecimiento muy gratificante, en un ambiente abierto a espacios de ocio complementarios. Las piezas expuestas están inscritas, además, en la realidad social y política, un compromiso que implica de alguna manera al visitante. Ejemplos o implicaciones causantes numerosas veces de polémica, que no ha faltado esta edición con las obras referidas al monarca.


La pintura y la escultura triunfó en esta edición de la feria sobre la fotografía o el vídeo, que se echaban en falta con mayor número de autores y ejemplos. Las distintas tendencias artísticas del arte contemporáneo se podrían encontrar en los dos pabellones. La pintura mostraba dibujos y grabados  de los grandes artistas españoles, de Picasso, Dalí y, sobre todo, de Miró. Igualmente, se mostraban obras de Antoni Tapies y Saura, de otros pintores de la segunda mitad del siglo XX, tal vez más presentes que en las ediciones anteriores. La nómina de artistas foráneos arrancaba con alguna obra de Georges Bracque o de Alexander Calder. De todas las maneras, había abundante obra de autores más recientes para todos los gustos e intereses.


Las galería por lo general exhibían piezas de distintos artistas. Las menos se centraban en uno de ellos, como la que mostraba pinturas de Guillermo Pérez Villalta o la fotógrafa, Noam Goldin. La feria, por tanto, nunca deja indiferente, unas veces más, otras menos, que suponen una participación del visitante, como aquella escultura a modo de reloj de vidrio que permitía subir a la gente para echar fragmentos de este material. Por otra parte, también fue curiosa la supuesta subasta de una puerta de un tren pintada con grafitis, realizada para concienciar del elevado coste que supone esta actividad para Renfe. Ejemplos que nos hacen reflexionar sobre lo que entendemos por arte o hasta donde podemos llegar para definir un objeto como obra de arte.

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