Los directores más personales de cine, como los escritores, imprimen a su obra un estilo propio, producto de la época que le ha tocado vivir. Se muestra, por una parte, como una síntesis de los gustos, las inclinaciones y las pasiones de un grupo de creadores destacados en el momento en el que se dio a conocer o llegó a la fama. Por otra, de su propia historia familiar, de aquello que le condicionó desde lo más íntimo y emocional. La última película escrita y dirigida por Pedro Almodóvar, DOLOR Y GLORIA, tiene como protagonista a un director de cine en el ocaso de su carrera, llamado Salvador Mallo, que sufre el dolor de sus numerosas patologías crónicas, que le impiden dirigir cine, y la gloria de ser el artista que supo, mejor que nadie. expresar los gustos estéticos de una época, y es admirado por las nuevas generaciones.
El protagonista está retirado de la dirección. Se ve incapaz de ponerse al frente de una nueva película. Tiene que medicarse a diario para poder soportar sus diferentes patologías. La más severa, unos fuertes dolores de espalda. Mercedes, su secretaria se encarga de hacer desistir a cualquier institución, centro cultural o admirador de su pretensión de contar con él para alguna entrevista o un acto cultural. La reposición de una de sus películas en la Filmoteca, es el momento del reencuentro con el actor principal de uno de sus éxitos hace treinta años, llamado Alberto Crespo. Habían acabado enfrentados, pero ahora le inspira de nuevo, le anima a superar la depresión, mediante el recuerdo y la droga. Vuelve, de esta forma, a evocar su infancia feliz en un hogar modesto. El talento innato que poseía para el arte expresado por su afición al cine.
Salvador Malla, en estos años de postración había escrito sobre su vida más íntima. La relación que tuvo con Federico. El azar hace que el texto sea oído por éste en la representación dramática que realiza Alberto Crespo. Los dos jóvenes amantes se vuelven a encontrar por unas horas en Madrid tras muchos años. Sin embargo, no pueden volver hacia el pasado. Cada uno ha seguido una trayectoria vital diferente. El protagonista, por tanto, desvela ese pasado, a modo de flash back, que le estimula la heroína, recordando las circunstancias familiares cuando vivía con sus padres en una cueva; la aceptación en un seminario para poder estudiar, por la influencia de una beata; la convivencia con el joven vecino analfabeto a quien enseña a leer y a escribir; las opiniones encontradas con su madre a punto de morir.
Aquel pasado que el protagonista se ha encargado de escribir como única terapia para olvidar lo inolvidable, será el mejor remedio para superar el vacío, la depresión que le causa la imposibilidad de seguir haciendo cine, sobre todo cuando le informa el médico, tras unas pruebas, que su nueva dolencia no tiene tanta importancia como parecía. Desde este momento, Salvador Mallo hablará de sí mismo, porque vuelve a sentir un sentimiento apasionado de contar la historia de su primer deseo, cuando descubre en una galería de segunda la acuarela, un retrato, que el joven albañil le hizo en la cueva de su infancia.
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