ENCUENTRO CON EL PASADO


 

Los hijos heredan de sus padres un conjunto de rasgos genéticos que les hace parecidos físicamente a ellos. El color de los ojos y del pelo, la altura y la forma del cuerpo, incluso el carácter. Interviene, además, la convivencia familiar durante la infancia y la adolescencia, la educación singular a diario. Los accidentes de la vida pueden provocar que esta segunda influencia de los padres desaparezca, al quedar los hijos huérfanos, desamparados, y sea otro ámbito familiar quien los acoja con sus propias circunstancias. Muchos jóvenes que fueron adoptados siendo niños con el tiempo quieren conocer su verdaderas raíces, su progenitores biológicos, las causas de sí mismos. Es lo que sucede a la protagonista de la película, ROMERÍA, escrita y dirigida por Carla Simón, en la que Marina, una joven adoptada, que vive en Barcelona, viaja a Vigo para sacar la partida de defunción de su padre, necesaria para obtener una beca para estudiar en la universidad.



Marina se encuentra en Vigo que no aparece en el registro civil como hija de su padre Alfonso Piñeiro, por lo que tiene que pedir ayuda a la familia, que la estaba esperando. Lleva como guía el diario de su madre, que tuvo una relación con su padre de varios años en la década de los ochenta. Todavía viven sus dos abuelos y cuatro tíos con numerosos primos. Uno de ellos la acoge en su casa y en su barco; otro, sin hijos, todavía recuerda aquellos años de fiesta continua y drogas; una de las tías lleva un taller de vestidos de novia, y otra, más joven, intima con ella. Los recuerdos son fragmentarios. No todos estuvieron en la ciudad coincidiendo con sus padres. Ayuda las fotografías que todavía decoran las paredes. Visita el edificio donde vivieron, y el barco deteriorado, donde atravesaron el Atlántico. Descubre aquellos años de la movida continua, el grupo de antiguos amigos de sus padres, y su consumo de drogas y otras sustancias, además del tráfico de drogas por lo que alguna vez fueron detenidos.



Sus padres vivieron, por tanto, en un continuo desenfreno hasta que se deterioraron por la adicción a la heroína, y el sida. Los abuelos eran propietarios de un astillero, y les proporcionaron a veces recursos para vivir. Cuando se separaron, ya no se volvieron a juntar, uno en Vigo, otra en Barcelona, embarazada. Primero murió el padre, luego la madre. Marina quedó con los recuerdos principalmente de la madre. Lo destacado de la película es la forma que tiene Carla Simón de contar esta historia inspirada en su propia biografía. Por una parte, mezcla las imágenes de la misma con otras grabadas por la cámara de vídeo que lleva la protagonista, y que toma según visita los lugares significativos. Por otra, en un momento dado de la narración, aparece la secuencia de la convivencia de su padres jóvenes en los ochenta, con la peculiaridad, que quienes les interpretan, son los mismos actores que en el presente, su primo mayor como su padre, y ella, como su madre, en la mayoría de las escenas. Una auténtica simbiosis de dos épocas diferentes, expresión de los deseos y sueños no complidos, de la recuperación de una memoria perdida.

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