La mente del ser humano, según la interpretación freudiana, se compone de dos planos, el consciente, sometido a las relaciones sociales y a las leyes que se aceptan entre los miembros de la comunidad, y el inconsciente, integrado por los instintos más primitivos, que a veces afloran en los sueños y en circunstancias limitadas por no habituales. Pudiera ser que el mundo inconsciente o un tendencia reprimida aflorase en un momento dado. Daría lugar a una circunstancia o un hecho que la comunidad no aceptaría del todo. Otras veces supondría un problema psicológico para el individuo. Esto le sucede al protagonista de la película, MANTÍCORA, escrita y dirigida por Carlos Vermunt, sobre un diseñador de criaturas fantásticas para videojuegos.
Julián tiene mucho talento para modelar seres monstruosos. Trabaja la mayor parte del tiempo en su casa y lleva una vida solitaria e infeliz. Mantiene oculto un instinto prohibido. Le atraen los niños. Un día aflora esta circunstancia cuando el vecino de al lado que pasa la mayor parte del día solo se le incendia una habitación. Él entra rápido y le rescata del fuego. Entonces estalla su fantasía hasta el punto que le lleva a dibujar y a diseñarle con el ordenador que emplea para crear videojuegos. A partir de ese momento será objeto de sus deseos. Sin embargo, por ese tiempo conoce a una joven estudiante, Diana, que ve como posible pareja. Le hace feliz compartir el tiempo juntos, saliendo a cenar o bailar, o simplemente ir al museo, pues ella estudia Historia del Arte.
Julián quiere olvidar el incidente del fuego y trasladarse más cerca del trabajo. Borra los archivos creados con el dibujo de su joven vecino para comenzar una nueva vida al lado de Diana. Pero un día se descubre su instinto prohibido cuando le llaman del trabajo para despedirle al descubrir el archivo con la imagen de su vecino que supuestamente había eliminado. A partir de este momento su mundo se viene abajo y su vida casi acaba en tragedia. La película, así muestra en conjunto una serie de continuas alusiones. En primer lugar, Julien diseñador de criaturas infernales, cuando él mismo se culpabiliza de serlo por su instinto oculto que le atormenta. El niño protagonista le representaría de esta forma, como la de un tigre con rostro humano, una mantícora, como el título. Diana estuvo cuidando a su padre impedido hasta su muerte y ahora hará lo mismo con Julián.
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