LA FOTOGRAFÍA DE ILSE BING



La Fundación Mapfre de Madrid organiza la exposición, ILSE BING, que constituye una retrospectiva de la fotógrafa nacida en Fráncfort en el seno de una familia judía, que abandonó sus estudios científicos para dedicarse a este arte, por una parte como medio de vida en el ámbito del fotoperiodismo o en la moda, por otro, como expresión de si misma. La muestra presenta unas 200 obras organizadas en 10 secciones, según su trayectoria personal y de carácter temático, que definen un estilo personal influenciado por las tendencias de la época, como la Bauhaus y la Nueva Objetividad durante la República de Weimar, y el surrealismo parisino. Un estilo personal, libre y poético, extensión de una sensibilidad íntima, que surge en su misma adolescencia cuando realizó el primer autorretrato frente al espejo de un armario en 1913.




La persecución de los judíos y la efervescencia cultural de la capital francesa le llevaron al exilio. En París pudo desarrollar todas las facetas de su arte a partir de 1930. Captó las calles, sus gentes y edificios, especialmente la Torre Eiffel, tomada desde un ángulo contrapicado sobre todo. Los lugares de diversión como el Moulin Rouge, y un aspecto que le atraía desde antiguo, el movimiento de los cuerpos. Igualmente, los más diversos objetos, naturales y humanos, que el azar los juntaba, formando una unión surreal. Por aquellos años, entró a trabajar para Harper´s Bazaar, centrándose en la moda femenina. De esta manera, pudo desarrollar un enfoque innovador para resaltar la textura de las prendas representadas. Los mismos procedimientos empleó para la imágenes publicitarias al servicio de la diseñadora italiana Elsa Schiaparelli.






El avance de la guerra mundial, le llevó, tras un primer viaje en 1936, a EEUU. Desde entonces, 1941, desarrollará toda su actividad allí, hasta su muerte en 1998, aunque abandonaría la fotografía en 1959, para dedicarse a la poesía y las artes plásticas. La vida de inmigrante exiliada no debió ser fácil para conseguir los recursos económicos para salir adelante. Un toque de melancolía afecta a sus imágenes. Despliega su mirada personal al captar las calles y los rascacielos de Nueva York en forzados enfoques, subrayando el contraste entre la arquitectura popular y los lujosos edificios, entre la riqueza de unos y la pobreza y marginalidad de otros. Ilse, reflejada en la estación del tren, aparece alienada por esta arquitectura portentosa, y muy frágil, al mostrase como una sombra fugitiva. 






Llama la atención los retratos que realiza, principalmente de niños, a cuya imagen daba tanta importancia como a los adultos. Expresa una delicadeza especial, la fuerza que emana de su personalidad. Una sensación de tristeza dota a las fotografías de paisajes y estructuras de las calles en Norteamérica. En la representación de la naturaleza al aire libre, como la dominada por el ser humano influye su estado de ánimo. Atrás quedan la realizadas años antes en Francia, que expresaban calma y equilibrio, ahora inquietud, como las formas agrestes de las rocas y las ramas secas de los árboles en las montañas de Colorado.
 

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