LA PINTURA DE LUIS PARET Y ALCÁZAR



 El Museo del Prado organiza la exposición PARET, sobre el pintor español Luis Paret y Alcázar, uno de los más importantes y originales del siglo XVIII  junto a Francisco de Goya. La muestra que reúne la mayoría de su producción es una oportunidad para resaltar la calidad de su obra, que fue subestimada con el paso del tiempo. La exposición se organiza según su propia trayectoria vital en nueve secciones. Arranca con el paralelismo a la figura descomunal del genio aragonés, que nacieron en la misma fecha. Ambos fueron premiados en concursos académicos, en Madrid y en Parma, representando el mismo asunto, la historia de Aníbal, pero sus trayectorias se bifurcaron en el futuro. La obra de Paret está vinculada al mecenazgo del infante don Luis, hermano de Carlos III, que le permitió la estancia en Italia. Bajo su protección, se desarrolla su mejor época entre 1766 y 1775, año de su destierro.




El rey Carlos III le castigó fuera de la corte por favorecer los amoríos de su hermano, primero en Puerto Rico y luego en Bilbao. No regresaría a Madrid hasta la muerte del monarca. Este incidente influyó en su carrera de manera definitiva al hacerle perder clientela al final de su vida, a pesar de ser vicesecretario de la Academia de Bellas Artes de San Fernando desde 1792, dedicándose en su última etapa a la ilustración de libros y al dibujo. A través de las numerosas obras al oleo y en dibujo de la exposición descubrimos ese artista infravalorado por la historiografía. Hoy podemos considerarle un virtuoso de la técnica y un gran observador de la sociedad de su tiempo. Se le ha calificado como el Watteau español, el más rococó, siguiendo los parámetros de la pintura galante francesa, pero observando su obra, nos muestra una amplia faceta de virtudes.




En primer lugar, su solida formación pictórica, desde sus maestros más inmediatos del estilo barroco, hasta los antiguos como Rubens, incluso del renacimiento, en las invenciones de Miguel Ángel. Igualmente, la influencia clasicista de la época, y la tonalidades pastel del rococó. En segundo la capacidad de tratar distintos temas, desde paisajes urbanos y naturales, a escenas de gabinete y retratos, así como, grandes cuadros religiosos. Sobre todo, destaca su capacidad con el dibujo, de trazos menudos y precisos, que son la base de sus pinturas al oleo, como se explica con un clarificador vídeo en la exposición madrileña. Llaman la atención obras que representan las calles de la corte, como La Puerta del Sol o un comercio de la misma, La Tienda de Geniani. Destacan, de la misma manera, los paisajes de los puertos del País Vasco.




Una originalidad singular corresponden a las escenas de galanteo o las que tienen un aire clásico o erótico, como la Joven dormida en una hamaca, o Celestina y los enamorados. También con un sentido íntimo y delicado si trata la maternidad como en La Naranjera, y sobre todo en sus autorretratos y aquellos que representan a su mujer e hijas. Con el lienzo, la Circunspección de Diógenes fue nombrado académico de mérito en 1780, el mismo año que Goya. Las figuras menudas cercanas al estilo rococó, se transforman en monumentales en sus cuadros religiosos pintados en Bilbao. También de la misma temática para la iglesia de Santa María de la Asunción en Viana. Uno de los primeros cuadros de su trayectoria(1771-1772), Carlos III comiendo ante su corte, alude al monarca, como el que pone punto final a la misma, La Jura de don Fernando como príncipe de Asturias, (1791), precedido por un extraordinario dibujo del Louvre, que nos habla de la minuciosidad de su trabajo. Por tanto, todo un descubrimiento para los interesados en la historia del arte del siglo XVIII.


No hay comentarios:

Publicar un comentario