RECUERDOS DE LA INFANCIA


La película, ROMA, escrita y dirigida, por Alfonso Cuarón se ha convertido en una de las sensaciones cinematográficas más importantes de la temporada. Tras resultar nominada a varias candidaturas de los Oscar, comprobaremos si sigue su excelente racha de premios que ha recibido, desde la concesión del León de Oro, como mejor filme en el Festival de Venecia. También marcará una época porque ha sido producida por la plataforma Netflix de televisión, reñida con la exhibición en grandes salas. Una plataforma que financia series, y ahora, películas de directores consagrados. Unos autores que disponen de mayor libertad creativa y recursos económicos sin las cortapisas comerciales impuestas por Hollywood.


Los honores recibidos hasta ahora son bien merecidos por la calidad que posee una historia sencilla, ambientada en la Ciudad de México en 1971, la de una familia de clase media alta y el papel central que desempeña una criada de origen indígena, llamada Cleo. Viven en la Colonia Roma en una amplia casa unifamiliar. El padre es médico y la madre, con estudios se ocupa de los cuatro hijos. Para su cuidado tiene dos sirvientas, además del chófer. La abuela completa los miembros de la familia. En un primer momento, la vida transcurre con normalidad, siguiendo la rutina de las labores de la casa, los estudios y el trabajo del padre en un hospital. En un segundo momento, la situación cambia cuando llegan las navidades. El padre aprovecha un viaje de trabajo para abandonar a la familia. 


Estos hechos coinciden con el embarazo de Cleo, que tenía un novio practicante de artes marciales, que al enterarse de que iba a ser padre se aparta de ella. La manera que la madre y la abuela salen adelante, junto a la protagonista, que pasa por una situación difícil al perder a su hija, constituye el final de la historia. Lo que será un futuro para ellos unidos por el afecto que se tienen. Un amor que supera las diferencias de clase social, al que los obstáculos han reforzado. La película cuenta, por tanto, un relato sencillo pero de gran calado emocional, que engancha al espectador desde el principio hasta el final, sin importar el ritmo lento de las imágenes. Un lenguaje visual de calidad extraordinaria. En primer lugar por la utilización de una fotografía  brillante de cuidada luz.


En segundo lugar por el empleo de los movimientos de cámara. Sorprende algunas escenas llevadas a cabo con el plano secuencia favorecido por el amplio espacio de la vivienda familiar. Un tipo de plano organizado en un movimiento de 360 grados o con un trávelin lateral, sobre todo cuando el personaje se mueve por la calle. Igualmente, utiliza panorámicas leves cuando la cámara se sitúa en el interior. Los planos generales para los espacios exteriores destacan por su plasticidad. No olvida los primeros planos y aquellos que muestran un detalle. Sin duda para reforzar el significado que quiere transmitir al espectador. El director, además, se vale de la profundidad de campo para ampliar el contexto de la escena. Finalmente, se podrían citar otros tantos recursos visuales, de una película que hace un retrato humano inolvidable de unos personajes, especialmente de Cleo, y de la sociedad mexicana a comienzos de la década de los 70.

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