Hay padres irresponsables que han traído hijos al mundo sin haber pensado en la obligación que supone darles unas condiciones mínimas de vida. La infancia constituye una época esencial donde debe primar la felicidad cotidiana, indispensable para tener un futuro prometedor. El afecto de los progenitores, la educación escolar, la salud y una buena alimentación están en la base de una maduración provechosa. La película, CAFARNAÚM, escrita y dirigida por la libanesa, Nadine Labaki, nos cuenta una historia de niños en condiciones totalmente opuestas, en las que están maltratados por la sociedad. Denuncia las condiciones de vida de un grupo de personas pobres en la Beirut actual, transformada en aquella ciudad mítica, símbolo de la superpoblación y el caos.
Toda la película gira en la acusación de Zain, un chico de doce años que decide demandar a sus padres por haberlo traído al mundo cuando no podían criarlo adecuadamente. Está en la cárcel por haber apuñalado al marido de su hermana, tras dejarla embarazada con sólo once años. Era el propietario de una tienda de alimentación en la que él trabajaba en vez de ir a la escuela, con quien sus padres concertaron el matrimonio de su hermana Sahar, nada más que tuvo el primer periodo. De esta manera se granjeaban el favor de la persona que les alquilaba una casa para su familia numerosa. Zain, con más sentido común que sus padres, se oponía a este trato que legalizaba el abuso continuo de una niña desvalida. Por esta razón, el protagonista llega a escaparse del hogar familiar, donde el padre casi siempre bebido se aprovecha de la mendicidad de su numerosa prole.
Mientras estuvo fuera de casa, Zaín conoció a una joven inmigrante ilegal que se apiadó de él. Vivía en una humilde chabola con un bebé. Era chantajeada por un traficante de personas que a cambio de dinero, le prometía una nueva documentación para poder seguir trabajando en Líbano. La joven tenía que mandar dinero a Etiopía, su país de origen. Además de alimentar a su hijo fruto de una relación esporádica. Zain hace de canguro diariamente cuando la madre está trabajando. Todo termina cuando la madre es detenida sin papeles. Entonces, le invade la desesperación al protagonista. No sabe que hacer con el bebé. Llega incluso a perder la casa donde vivían. La única solución es entregarle al traficante a cambio de dinero y la promesa de hallar unos padres de adopción.
Zain regresa en ese momento con su familia y se encuentra con el triste destino seguido por su hermana. Por esta razón decide vengarse. La justicia le condena a la cárcel. Sin embargo, con la ayuda de los medios de comunicación, demanda a sus padres como principales responsables de todos estos hechos. La película, por tanto, se narra como un flash back durante la realización del juicio. Un proceso en el que la propia directora interpreta a la abogada defensora. Una historia que se presenta al espectador para que sea consciente de las duras condiciones de vida de la población pobre que vive hacinada en Beirut. Entre ellas, la explotación y el abuso de la infancia, o el tráfico de inmigrantes africanos o de refugiados sirios que escapan de la guerra. Dicha denuncia le hizo merecedora del Premio del Jurado del Festival de Cine de Cannes.
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